Terror Universal
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Seccion: Cronicón (Lecturas: 7)
Fecha de publicación: Agosto de 2003

Monstruos en mi retina

Un paseo por las veredas del cine clase B nos sumerge en esas matiné con insectos gigantes y monstruos de toda clase y medida.

J.P. Bango



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Publicado en El Cronicón Cinéfilo

Se cierra la noche. Jóvenes vírgenes se refugian en un Plymouth del 58 en el aparcamiento de una colina. Mirador improvisado de un pueblo redneck a punto de sufrir una invasión marciana. ¡Son ellos! La humanidad corre un gran peligro: entidades viscosas y amorfas se disponen a adueñarse de una hilera de cines repletos de adolescentes ingenuos.

GREMLINS, bamberros de tendencias revolucionarias.Matinee: doble sesión matinal donde se proyectan seriales pulp. También se llama así al lugar donde los exhibidores locales ensayan sus gimnicks: el espíritu de William Castle revisitado por Joe Dante: John Goodman interpreta al alter-ego de Castle con más kilos pero con la misma querencia al sarcasmo. Roger Corman, el maestro de Joe Dante, invierte en nieblas y humos para ahorrarse los monstruos. Dante, que siempre fue más explícito, contraataca con los gremlins; ya saben: no le den agua después de la media noche; la comida lo vuelve rebelde como a Cecilia, no hagáis caso de lo que diga papá... La moraleja es transgresora: el peluche más dócil y simpático puede convertirse en un monstruito gamberro de tendencias revolucionarias... Corman es testarudo, y, usufructuario del éxito de su discípulo, realiza una de las películas más descacharrantes de la historia: Los Mounchies (con esos trasuntos de gremlins cuyas tripas son una mano cubierta de un calcetín). Pero no todo es delirio y caricatura cuando se comienza a construir un subgénero: Los Critters es una ciencia ficción simpática que mejora con su primera secuela. Dee Wallace, Leonardo Di Caprio o Angela Bassett (en la aventura espacial de la saga) enriquecen las arcas de la serie B con el mismo entusiasmo con los que los Chiodo Brothers hacen números. Mejor para ellos. Y, mientras, sigue la Navidad.

Los Chiodo Brothers coquetean con el lucimiento a la hora de concebir al monstruo, sí, pero son sólo una isla en un océano inmerso dominado por la mediocridad. Después llega una pobre versión italiana: Los Ghoulies, el monstruo en su versión demoníaca, y varias series B descafeinadas que sirven de prólogo a la secuela definitiva de los Gremlins, Gremlins 2 (una película entrañable pero autocomplaciente) que comienza a agotar la mano que les da de comer, y un remake juguetero de la primera: Pequeños Guerreros/Small Soldiers que la agota definitivamente. Ya es suficiente. La Navidad no es lo que era. Los fantasmas atacan al jefe, pequeños monstruos se quedan solos en casa, y al bueno de Frank Capra se olvidó de dejar legado... Spielberg da forma a un exitoso nuevo género, el fantástico familiar de serie A, dotándolo de pequeños guiños a los orígenes de todos los cineastas (antes de ser artistas fueron espectadores hechizados por la magia del cine). Pero, antes, Spielberg ya había fabricado su propio monstruo (talento propio al margen): la cabeza animatrónica de un gran tiburón blanco. No contaban con un gran presupuesto pero sí con John Williams, y éste se encarga de poner aletas al tiburón apostando por la sugerencia y la implicitud, y el tiburón da miedo, y dinero, y secuelas. Y crea otro subgénero. Los monstruos animales no vuelven a ser lo que eran: Abejas asesinas, pulpos gigantes, babosas infectas y hormigas anarquistas se estrellan en la serie Z más convencional intentando reflotar un género del que Los pájaros/The Birds de Hitchcock había sido sólo un brillante preludio. Pero no todo estaba perdido: se había demostrado que lo que más asusta al espectador es lo que tiene delante. La cotidianidad vuelve a inquietar siguiendo los mismos trazos narrativos de la propuesta del dueto Matheson/Torneaur: El increible hombre menguante. La realidad, señores, es el germen del terror más absoluto.

KING KONG, lástima, complicidad, empatía.Monstruos, inquietud, emoción pues, pero también lástima, complicidad, empatía. Así lo entendieron Soedsack y Cooper y todos lloraron cuando el enamorado King Kong sucumbe a los ataques desmedidos de las avionetas en un sky line de Nueva York dominado por el Empire State Building. Los grandes monstruos reivindican su supremacía pero nadie les quiere. Godzilla (Gojira) apuesta por denunciar la estupidez humana; el desastre de Hiroshima y Yokohama sirve de génesis a un monstruo devastador al que pronto se le acompañará de otros monstruos de tamaño antidiluviano como Mosura (Motha) o Gamera. Polillas, galápagos gigantes, dinosaurios... Las maquetas reivindican su lugar en la historia del séptimo arte y el cine japonés da forma a una nueva industria que culminará con el universal nombre de Anime. Roland Emmerich, en cambio, jugueteará con el mito inspirado por Honda con cierto desánimo. Ya no es Hiroshima sino Mururoa la causante de todo el daño: un desliz argumental que colinda con la hipocresía y correción política del país que asila y da de comer al alemán. Roland Emmerich y Dean Devlin siguen acercando su filmografía al género Spielbergiano con resultados cuanto menos loables. Tea Leoni, David Arnold, un monstruo hermafrodita y descomunal (por su tamaño) pero sin carisma y el Madison Square Garden con ocupas variopintos, configuran un todo de amplias pretensiones y resultados de serie B. Lo mejor: las crías de godzilla que nos retrotraen a otro gran clásico de la serie B moderna (y no es una contradicción): Parque Jurásico y, sobretodo, la oscura secuela de esta: El mundo perdido/The Lost World. Y por alusiones, en mi retina, un gran clásico Literario: el Mundo Perdido de Conan Doyle: ejemplar modelo de aventuras literaturalizadas que también goza de adaptación cinematográfica, proto-adaptación más bien en versión muda, dirigida en 1925 por Harry Hoyt.

Monstruos, sí, extensiones imaginativas de nuestros miedos. Drácula, Frankenstein, Hombres Lobo, La Momia: mitos recogidos de la literatura, del subconsciente colectivo: ¿Quién no ha jugado a ser un dios? ¿Quién no ha tenido alguna vez miedo? Monstruos en nuestra retina, en nuestros sueños, bajo nuestras camas o en el armario (el de la Troma era gay, por descontado). Un Jorobado en NotreDame, un fantasma en cada ópera, un museo de cera siniestro, una mujer pantera, un adolescente descomplejado, un zombie paseando, una momia retornada, ese vampiro en la ventana, un hombre sin rostro, una retina desbocada…

THE THING, o la Oscuridad, frío, desconfianza, temor.Monstruos con forma, deformados y amorfos. Un terror que no tiene forma, el corazón de Steven McQueen en un puño (Larry Cohen contraatacaría con una versión apócrifa dónde la masa se constituía de ¡un yogourt mutante!) y varias señoras vomitando la misma gelatina asquerosa que en la pantalla les de miedo. The Blob: una masa viscosa que se nutre de los gritos de cientos de púberes en la frontera de la edad edulta. Su secuela: The Blob II fue dirigido por el televiso Larry Hagman. Su remake forma parte del ideario creativo de (los otrora prometedores) Chuck Russell y Frank Darabont.

Sí. La humanidad. La humanidad sigue estando en peligro de la mano de Christian Niby (de Howard Hawks en realidad). John Carpenter da consideración de obra maestra al mito y consigue sobrepasarlo: La cosa. Oscuridad, frío, desconfianza, inquietud, terror. El terror y la ciencia ficción se unen con más convicción que en Alien (otra gran Monster Movie); los efectos especiales no solo secundan la historia: le dan un sentido puramente expresionista. John Carpenter, el gran monstruo, se confirma como un hacedor de milagros porque logra transmitir inquietud durante más de una hora (una panacea en los tiempos que corren). El cine de terror alcanza la categoría de Gran Cine. Sin embargo, este film, terminará por expulsar a Carpenter de la serie A, convirtiéndolo en un director independiente, en un autor con mayúsculas. El destino se vuelve a formar desatinado; los monstruos, en cierto sentido, se aburguesan. Surge la autoparodia: los Hombres de Negro transforman los monstruos extraterrestres en traficantes de tabaco, en emigrantes ilegales. La ciencia ficción más seria convierte las invasiones marcianas en fantochadas al servicio de la mass media con música de David Arnold. La comicidad cromática de Tim Burton convierte a los monstruitos verdosos de su Mars Attacks en una excusa crítica de los excesos consumistas de la sociedad de fin de siglo. Y Verhoeven, siempre nos quedará Verhoeven, da la vuelta a un reaccionario texto de Heinlein convirtiéndolo en una de las películas más subversivas de fin de siglo. Los insectos extraterrestres de Starship Troopers apenas si pueden defenderse de sus agresores terráqueos. La barbarie domina nuestra cultura sin atisbo alguno de piedad y las Naciones Unidas necesitan un enemigo para justificar sus gastos militares. El futuro no deparará nada nuevo. Y mientras, los monstruos del cine se humanizarán en sentido inverso. El monstruo ya no se ve dominado por la ternura, por un sentimiento colindante con el amor, sino que es el propio humano quien se transforma en monstruo. La maldad se parifica. Robert Louis Stevenson ya lo sabía. Ralph Fiennes y Steven Spielberg construyen el paradigma del monstruo humano en La Lista de Schindler. La realidad insiste en recuperar nuestros miedos endémicos.

Ninguna sociedad progresa en la paz.

La guerra es el origen de nuestro progreso.

· La reorganización contínua del poder es el leit motiv que mueve a la humanidad... Pareto y su "Teoría de la rotación de las élites" trasladada a soporte celuloso.

Un doble de riesgo lucha contra un pulpo ficticio en BRIDE OF THE MONSTER....Monstruos de cine, sí. Humanoides del abismo, Vampira, Tor Johnson y un jersey de Angora; pulpos de látex y cartón piedra, Bela Lugosi y su ataúd, balones de playa con patas (cortesía de unos primerizos Carpenter y O´Bannon), serie B desprejuicida pero talentosa, Vampiros del Espacio, ¿Qué sucedió Entonces?

Pues que unos ejércitos con tecnología primitiva se alían con el azar, con la música, con elementos químicos y bacterianos y con la atmósfera, y ganan la batalla contra el invasor: finales, ya lo saben, producto de un guionista desidioso. Y para compensar: extraterrestres que solo vagan en nuestros sueños; héroes cotidianos enfrentados a una anomalía que surge de repente; la primera víctima (la ingenuidad); la primera vez (inolvidable); el científico de turno (al que nadie creía), el niño degustador de comics (el alter ego del director), Dick Miller (persiguiendo extranjeros), senso pulp (y más papel amarillento), Not of this Earth (ni de otra), el monstruo del 1000000 de años (por lo menos), Larry Cohen y sus cocodrilos urbanos, Estoy Vivo, sí señor, y muchos freaks, una parada de monstruos que no lo son (otro monstruo que sí lo es: Tod Browning), y O´Brien y Harryhausen para dar forma a nuestros temores resolviendo una ecuación cinéfaga: NUESTRO MIEDO + anarquía argumental + monstruos entrañables = el DELEITE. El fin.

¿El fin?