Terror Universal
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Seccion: Artículos (Lecturas: 17897)
Fecha de publicación: Diciembre de 2002

Informe sobre vampiros

Informe ideal para intentar alumbrar un tema sumamente oscuro...

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Jorge Oscar Rossi



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Hace mucho tiempo, las gentes sabias advirtieron que la fascinación que despierta el vampirismo estaba muy ligada a la sexualidad y el erotismo. Es que, en toda la parafernalia que rodea la practica vampirica hay símbolos eróticos muy obvios. Este artículo recorre estos símbolos y otros paralelismos entre la sangre y el sexo.

(Este informe está prohibido para mortales menores de edad y vampiritos que no hayan cumplido 100 años)

Hace mucho tiempo, las gentes sabias advirtieron que la fascinación que despierta el vampirismo estaba muy ligada a la sexualidad y el erotismo. Es que, en toda la parafernalia que rodea la practica vampirica hay símbolos eróticos muy obvios (demasiado, diría yo).

En primer lugar, el paralelismo entre el viejo y conocido coito y la penetración de los colmillos en el cuello elegido aparece evidente, salvo por un detalle de no menor importancia: El vampiro penetrador no deposita liquido alguno, a diferencia de lo que pasa en una copula común y silvestre, como habrán tenido ocasión de comprobarlo alguna que otra vez, sino que succiona ese vital elemento conocido como sangre. El vampiro, cuando "pone", lo hace para "sacar", para decirlo en forma groseramente gráfica, salvo cuando quiere compartir con otro su gloria y su martirio, como veremos mas adelante.

En tanto, los simples mortales, arrebatados por la pasión, decimos que queremos "poseer" o ser "poseídos" por el ser amado, le pedimos, le exigimos, que se nos "entregue" o nos le "entregamos". "Quiero hacerte mía", gritamos enfebrecidos. "Soy tuya", nos contestan con igual ansia. "Quiero comerte, quiero beberte, quiero chuparte toda", proclamamos enloquecidos y un tanto vulgares. "Chupame toda", nos invitan con idéntica pero tentadora vulgaridad.

"Poseedor/poseído", "devorador/devorado", "chupador/chupado", son algunos de los pares de opuestos complementarios que sazonan nuestras relaciones amatorias.

Todo muy vampirico, como tendremos oportunidad de ver.

Nuestro vampiro interior, como dirían los de la New Age

En otra oportunidad, describimos el "ciclo vampírico" de esta manera:

- Encontrar el alimento (un alma)
- Obtenerlo (poseerlo, gozar de él)
- Incorporarlo (chuparle toda la sangre o la energía o el alma a la víctima)

También dijimos que el vampiro representa a un ser trágico, condenado a la eterna repetición de este ciclo, del que nunca puede salir, porque nunca estará saciado de su apetito. Sea un elegante caballero de oscuros ropajes o un maloliente vagabundo que se agazapa en la negrura del rincón mas apartado del más apartado callejón, a la espera de una presa, el vampiro siempre es un eterno buscador de aquello que sacie, (por un momento, solo por un momento), su hambre, un hambre que lo atormenta y que constituye su infierno privado..

En ese sentido, el vampiro chupasangre simboliza la eterna e infructuosa búsqueda humana de plenitud. Es que, la realidad no coincide con nuestros deseos, sobre todo con los mas oscuros e inconfesables y, así como el vampiro siempre necesita una nueva mordida, tampoco para nosotros, simples mortales, hay orgasmo que nos deje satisfechos para siempre.

La Red nos educa

Vagando por Internet nos encontramos con distintas variaciones sobre el tema:

Andrés Palomino dice que "en términos psicoanalíticos, la muerte y el sexo están íntimamente ligados (en todos nosotros, no estamos hablando de necrofilia, que es una patología causada por una desviación de estos impulsos). El impulso sexual (Eros) y el impulso hacia la muerte (Thanatos) conforman nuestro ego. El vampiro representaría, así, una materialización de este ego que reprimimos y sublimamos a diario y que es el motor de nuestra actividad, a expensas del yo y el superyo. Eso explicaría la atracción que sentimos por este personaje mítico, objeto de culto y reverencia catapultado a lo largo del siglo veinte a través de la cultura de masas." Supongo que cuando Palomino habla de ego, se refiere al Ello freudiano, ese polo pulsional de la personalidad, cuyos contenidos son inconscientes, en parte hereditarios e innatos y en parte reprimidos y adquiridos, según nos informa el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis (1).

El vampiro, en un lenguaje menos técnico, representaría el impulso animal o instintivo, esas "bajas pasiones" que todos tenemos, mas o menos reprimidas, y que solo buscan lograr el inmediato goce, sin preocuparse por prejuicios de índole moral. Se trata de la búsqueda de placer personal en estado puro, una búsqueda que, para muchos, no se da por libre elección sino por necesidad, como un impulso que los arrastra hacia el goce aunque eso signifique causar daños a los que los rodean.

Palomino insiste en que "el original Conde Drácula está caracterizado por un aura de glamour. Ante todo, Drácula es un seductor que se cuela en la habitación de las doncellas para arrebatarles su don más preciado. Las doncellas son incapaces de resistirse al influjo libidinoso del vampiro. Tal como veis, la clásica escena de irrupción del vampiro en la habitación de la dama es plenamente simbólica. Las mujeres/vírgenes ofrecen su sangre (su virginidad) al vampiro, personaje de insultante sensualidad y magnetismo viril".

En otro lado, un artículo de Itzeel Reyes titulado "El erotismo en los vampiros: Carmilla", sostiene que "hablar de erotismo es hablar de violencia" y citando al ensayista Georges Bataille, nos cuenta que "para poseer a la belleza hay que violarla. Y la manifestación cumbre de esa violencia es la muerte."

No es novedad que el placer y el dolor tienen una estrecha relación, ni que el sexo y la agresividad vayan de la mano. Al respecto, el sadomasoquismo inherente en la relación entre el vampiro y su víctima no requiere mayores comentarios, pero podría ilustrarse con uno de los pasajes más fuertemente eróticos del Drácula de Bram Stoker:

"Dicho esto se rasgó la camisa y con una de sus largas y afiladas uñas se abrió una vena en el pecho. Cuando empezó a brotar la sangre, con una de sus manos cogió las dos mías, sujetándolas fuertemente, y con la otra me agarró por el cuello y me apretó la boca contra la herida, de manera que, o me ahogaba o tragaba algo de...", relata Mina Harker, describiendo su encuentro cercano con el Conde. Si esta escena en la que Mina es obligada a chupar la sangre que fluye del pecho del más famoso de los vampiros les hace acordar, por la forma en que está narrada, a una fellatio, debo decirles que ya unos cuantos sexopatas como ustedes, entre los que me incluyo, pensaron lo mismo.

La marca del Vampiro

Ya que estamos, aprovechemos para destacar que la escena antes descripta da cuenta de una particular excepción del "vampiro solo succionador". Aquí el Conde no se limita a sacarle la sangre a la pobre Mina, sino que la obliga a beber de la suya, buscando convertirla en otra no muerta. Pero queda claro que el vampiro no entrega su sangre por altruismo sino para reafirmar su poder: A partir de ese momento, Mina le pertenecerá en cuerpo y alma, salvo que don Van Helsing y sus muchachos lo estaqueen. El vampiro da su sangre como quien pone su marca sobre el ganado: para consagrar y señalar su propiedad, o como aquellos hombres que llevan la cuenta, orgullosos, de todas las veces que impregnaron con su semen a sus múltiples conquistas.

Esta característica de sexualidad marcadamente egoísta en el vampiro, solo centrada en su propia satisfacción, estaría acentuada para algunos, en un detalle que no dejaron de percibir algunos interpretes de la obra de Bram Stoker: Drácula tiene vellos en la palma de la mano, lo que en la época victoriana, y aun hoy en algunos lugares, era un popular eufemismo referido a la masturbación masculina. Esto explicaría la necesidad del vampiro de succionar líquido a otras personas, pues él habría despilfarrado el propio, siempre que consideremos a la sangre y el semen como equivalentes reservorios de energía, como algunas religiones parecen hacer.(2)

Vampiresas, vengan a mí

Volviendo al artículo de Itzeel Reyes, no hay que olvidarse que el mismo está escrito a propósito de "Carmilla", obra de Joseph Sheridan LeFanu que se publicó originalmente en una colección titulada In A Glass Darkly en 1872. Allí, la vampira Carmilla acosará a Laura, la joven dama que le dio alojamiento en su castillo, configurando una curiosa historia de amor lesbico, donde lo que se insinúa resulta mucho más inquietante que lo que se dice:

"-¿Tienes miedo de morir?

-Sí, todo el mundo lo tiene.

-Pero morir como pueden morir los amantes... morir juntos, para vivir juntos..."

Este dialoguito entre Carmilla y Laura resulta ilustrativo del tono general de esta novela corta, de la cual Stoker sacó inspiración para Drácula.

Es curioso como la vampiro femenina o vampiresa, tradicionalmente se nos presenta como un ser de sexualidad absolutamente exacerbada, insaciable y fuera de control. La vampiresa aparece como una suerte de "femme fatal" que nunca tiene suficiente y que deja agotado a su víctima/amante. Esto se observa tenuemente en Carmilla y con toda evidencia en Drácula, donde las vampiresas que habitan el castillo del Conde se abaten sobre el pobre Jonathan Harker y lo dejan medio loco y totalmente exhausto, o el caso de la que en vida fuera la dulce y angelical Lucy Westenra, que luego de ser convertida deviene en un ser pletórico de lujuria, que fascina y espanta a su prometido, el remilgado Sir Arthur Holmwood.

Esta imagen de vampiresa "comehombres" aparece luego en muchisimas películas clase B o Z, alguna de las cuales son más una excusa para mostrar escenas porno que otra cosa.

Las vampiresas "pura pasión" contrastan, por lo general, con la imagen más controlada y hasta elegante que el cine reserva para los vampiros masculinos, en especial el caso de Drácula.

Como dice Palomino en el artículo citado, esta diferencia se puede explicar "por el lastre cultural del papel de la mujer en la sociedad desde la arraigada óptica machista (que, a todos los niveles y concretamente en el arte, reduce los roles de la mujer a dos: madre o puta)." Por eso, de ser cierta esta explicación, a medida que la visión machista sea reemplazada por una más abarcativa o, en el otro extremo, por una mirada feminista, nos iremos encontrando con vampiresas más alejadas de ese estereotipo.

Me gustas tú, y tú, y tú...

Por otra parte, hablando de miradas, hace ya un tiempo que asistimos a una revisión del mito vampírico, tanto desde la literatura como desde el cine o el comic, por mencionar solo algunas manifestaciones culturales. Estas revisiones hacen especial hincapié en lo que en el Drácula de Stoker está solo insinuado, para escapar a la censura victoriana, que es, precisamente, la naturaleza sensual y sexual del vampiro, destacando, además, las relaciones homosexuales entre vampiros. Esto se puede observar en la relación de Brad Pitt, Tom Cruise y Antonio Banderas en la adaptación de la novela de Anne Rice Entrevista con el vampiro, o en novelas como El Imperio del Miedo de Brian Stableford, donde, por ejemplo, el rey vampiro Ricardo Corazón de León siente predilección por los muchachitos, como parece que ocurrió en la historia real. Ni que hablar de la multitud de películas de dudosisima calidad donde abundan las escenas de lesbianismo vampirico y que hacen las delicias de esos sábados en la noche en los que no tenemos nada mas a mano que nosotros mismos.

Despues de todo, los vampiros tienen "toda la vida por delante" y el sexo para ellos no tiene finalidades reproductivas, dicen algunos, así que, ¿porque no volver a las fuentes clásicas y hacer como el sabio Platón, que entre clase y clase se entretenía persiguiendo dulces efebos, o como Safo de Lesbos, que mechaba la escritura de sus atribuidos poemas con la exploración intima de sus muchas discípulas? Al fin y al cabo, sin finalidad de preservar la especie a través de la reproducción, solo queda el placer, así que la variante homo o hetero pasa a ser una mera cuestión de formas.

Otros interpretes de los hábitos vampiricos piensan en cambio, que el vampiro tiene preocupaciones "reproductivas", (por motivos puramente egoístas, pero preocupaciones al fin) y las pone de manifiesto cuando decide convertir a una de sus victimas-amantes.

No todo es sexo en la vida... y en la no-muerte

No obstante, antes dijimos que la practica vampirica hay símbolos eróticos demasiado obvios y esto, quizás, nos haga ver solo sexualidad, solo satisfacción del ciego instinto animal, allí donde hay algo más.

Como dijimos, a menudo se interpreta que el vampiro sería una suerte de representación simbólica del instinto sexual en su estado más puro, mas animal, (de ahí la facultad de convertise en un animal que tradicionalmente se le reconoce a estos seres). El vampiro encarnaría el sexo en su aspecto más primitivo, en su faz de pura y egoísta satisfacción personal.

Leyéndolo con esto en la mente, el Drácula de Stoker puede entenderse como una metáfora de todas las practicas sexuales perversas, donde el autor, habitúe de burdeles donde supo ganarse la sífilis que lo llevó a la muerte, volcó sus deseos sexuales más o menos reprimidos

Así, a lo largo de la obra podemos ver representadas una fellatio (cuando Drácula quiere que Mina chupe su sangre), sexo prematrimonial, (Lucy vampirizada pidiendo a Arthur que la bese), sexo en grupo (Harker con las amantes de Drácula), sadismo (por parte de Drácula) y unas cuentas cosas más, todas bastante escandalosas para la puritana Inglaterra de la reina Victoria.

Sin embargo, esta visión meramente sexual o erótica del drama vampirico está irremediablemente signada por la parcialidad, y no le hace justicia al mito del vampiro en todas sus múltiples facetas, porque deja en la sombra un aspecto primordial de la tragedia existencial, que es la llamada angustia cósmica, esa arrolladora sensación de absoluto vacío y absurdo que a veces sobrevuela a vampiros y mortales por igual y que tiene una directa relación...con Dios.

¿Les suena raro? Sin embargo, la sangre estuvo y está relacionada íntimamente con lo divino, como tendremos oportunidad de ver en el tercer informe de esta inolvidable saga, que nos ilustrará acerca de LA SANGRE Y LOS DIOSES.

Hasta la próxima...

(PD: Si llegaron hasta acá y todavía tienen ganas de seguir, les recomiendo que vean "Sombra & Alma", un cómic de Jotar que, además de los elogios e insultos que reciben todos los auténticos creadores, le proporcionó a ese integrante de QD buena parte de los dólares con los que puede llevar su ostentoso nivel de vida.)

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Referencias

(1) Pags. 171/172. Editorial Labor, SA, 1977

(2) Será uno de los temas de nuestro tercer Informe.

http://www.noticias.nl/arte/pasaje/52acu3.htm

http://mural.uv.es/mimugrau/sexo.html , sitio de Miguel Muñoz Grau.

http://www.arrakis.es/~gildor/articulos/sexoVampirico.htm (Sexo Vampírico, por Andrés Palomino)

http://mural.uv.es/franqui/spacar.html (Sobre "Carmilla")

http://www.angelfire.com/goth/otranto/lefanu.html (El erotismo en los vampiros: Carmilla, por Itzeel Reyes

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