Seccion: Artículos (Lecturas: 3)
Fecha de publicación: Junio de 2002
La emoción del miedo
¿Por qué razones gusta el género terrorífico o por qué hay personas que no pueden ver este tipo de películas? ¿Por qué y desde dónde surge el horror? Son algunas de las preguntas que la autora se plantea en este artículo... Sara Rodríguez Mata

El otro día
mientras visionaba algunas películas para mi tesis doctoral, empecé a replantearme
este estudio a cerca del terror o del horror –como dirán los anglosajones-.
Quizás ahora piensen ustedes que yo me replanteé mi trabajo de investigación
y la conclusión fue que me había cansado de tanto terror... no, los tiros no
van por ahí. Sencillamente se forjó en mi cabeza la cuestión de por qué gusta
el terror, qué es el terror. Así que he decidido, para este número, hablarles
de la raíz del miedo: el horror que lleva a crear las caracterizaciones o, si
se quiere, las caracterizaciones que provocan el horror.
Sobre el tema del horror existen libros muy interesantes. Se ha escrito mucho
desde el punto de vista psicológico, desde el punto de vista artístico (pintura,
cinematografía, etc.). Pero, como para tratar todos los campos necesitaríamos
una amplio espacio y como esta web está dedicada al cine de terror clásico,
haciendo el honor a su nombre, me ceñiré al apartado del cine.
¿Terror u Horror? A simple vista, son sinónimos y pueden hacer mención al mismo
objeto, como es el caso que nos trata. Los hispanos lo denominamos cine de terror;
mientras que el anglosajón se refiere a él llamándolo Horror Film. Gubern aclara
que en la práctica cinéfila anglosajona Horror Film es sinónimo de "género cinematográfico
fantástico-terrorífico". Por lo que entonces creo que cuando los ingleses pronuncian
la palabra "horror" se están refiriendo a lo que nosotros denominamos "terror".
Y es que encontrara diferencias o matices en cuanto al "horror" y al "terror"
me parece bastante difícil, teniendo en cuenta que estamos pisando sobre un
terreno resbaladizo, en el que muchas veces lo fantástico y lo terrorífico juegan
un mismo papel –indisoluble-, sabiendo, como todos sabemos, que lo fantástico
no tiene porqué estar reñido con lo terrorífico.
Lovecraft estaba convencido de que el más intenso de los miedos es el miedo
lo desconocido. Miedo que puede venir de toda la imaginería que ha creado el
fantástico y el terror tanto literario como cinematográfico. Aunque, para Quim
Casas el miedo también surge de la realidad palpable, haciendo que la acertada
definición de horror film, a la que nos hemos referido en el párrafo anterior,
no sea la más adecuada. Pues, poniendo como ejemplo los relatos de Maupassant,
Casas arguye que este escritor en muchas de sus historias de horror, lejos del
fantástico como sueño o fruto de la imaginación, dibuja el terror en toda su
profundidad a partir de un acto real que no invoca mundos oscuros e infranqueables
para nuestro conocimiento, más bien todo lo contrario.
El cine de terror es, por lo tanto, un género rígidamente codificado por la
industria, y que a su vez, consta de familias de subgéneros que tienen sus propias
reglas y una iconografía perfectamente marcada que ha pasado a la conciencia
colectiva: tal es el caso del subgénero dedicado al vampirismo, el dedicado
al mito del humanoide (ciclo de Frankenstein), el del hombre-lobo, el zombi,
etc.
Todo esto está muy bien, pero el quid de la cuestión reside en explicar por
qué razones gusta el género terrorífico o por qué hay personas que no pueden
ver este tipo de películas, o por qué y desde dónde surge el horror.
Algunos, han encontrado una razón en el propio oscurecimiento de la sala. Bien
es cierto, que el espectador se introduce en otro mundo cuando la sala de cine
va progresivamente oscureciéndose, y que cuando se llega a la oscuridad total
sería comparable al proceso del sueño. No es de extrañar que ciertas películas
vengan precedidas de una prolongada banda negra, con música de fondo, que alarga
ese estadio preonírico y que consigue acentuar el alejamiento psicológico de
la realidad cotidiana. Y es precisamente con este hecho con el que está íntimamente
relacionado el cine de terror. Gracias al oscurecimiento de la sala, se crea
un estado de intimidad y atención en el espectador, que favorece la aparición
de la identificación y proyección, como formas de integración emocional con
las que el espectador participa en la fabulación.
Pero,
cuál es el motivo por el que el público se siente gratificado por el cine de
terror. La causa es que se siente atraído por los estímulos emocionales insólitos
e intensos. Aunque parezca una perogrullada, el espectador goza de un privilegio
porque desde su butaca de cine se siente psicológicamente a salvo y por ello,
puede gozar como un voyeur de la crueldad ejercida o que ejercen otras personas
(en la pantalla), a sabiendas de que se trata de una fabulación, lo que suprime
cualquier sentimiento de culpa o responsabilidad
El intenso horror mostrado en la pantalla tiende a minimizar los problemas
menores de la vida real y cumple, al mismo tiempo, una función evasiva. Así,
dice Román Gubern que tras contemplar las funciones desplegadas por el monstruo
en un universo de espanto, la realidad externa recobra o refuerza su habilidad
y su coeficiente de seguridad por el espectador.
Para Leutrat "¿Qué es? y ¿quién es? " son las dos grandes preguntas del miedo.
Cuando nos encontramos muy cerca de aquello que produce miedo y no lo vemos,
el sentido del oído se agudiza. El mínimo chasquido nos hace imaginar que algo
se encuentra merodeando en la oscuridad. Pero, no obstante, para el autor francés,
el mayor peligro emana del interior del espectador e incluso, a veces, de la
conciencia misma.
Queda claro, pues, que aquello que nos horroriza y nos provoca mayor miedo,
no proviene de personajes monstruosos y deformes –que más que miedo en alguna
ocasión han provocado risa y en otras lástima-, sino más bien de ese horro psicológico
que algunos directores han conseguido implantar magistralmente en la mente del
espectador. No nos asusta tanto el monstruo al que vemos en primer plano en
la pantalla del cine, sino su sombra. El vampiro ya no nos asusta tanto cuando
nos muerde, pero sí cuando sospechamos que nos acecha al final de la escalera
que subimos. Y esos pasos o ese extraño sonido que proviene de una puerta cerrada
que no nos atrevemos a abrir. Y digo, que como espectadores no nos atrevemos
porque ahora somos actores gracias a la identificación que nos provoca la sala
oscura.
Sonidos, música de fondo... ponen la guinda al pastel. Con ellos, la mayor
de las emociones está servida. ¿Se me ocurre algún reciente ejemplo?... Alejandro
Amenábar.
Este artículo daría para continuar hablando de la música en el cine, de la
importancia de la fotografía, etc., etc. No obstante, espero que en un próximo
artículo hable de todo ello, de Los Otros y de un joven virtuoso llamado Amenábar.
Bibliografía:
CASAS, Q., Las raíces del miedo, Dirigido por..Nº 290 /Mayo 2000
GUBERN, R. Y PRATS, J., Las raíces del miedo, Barcelona, 1978, Ed. Lumen
LEUTRAT, J-L., Vida de fantasmas, Valencia, 1999, Ed. De la Mirada
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