Terror Universal
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Seccion: Películas (Lecturas: 19)
Fecha de publicación: Octubre de 2017

El hombre de mimbre y su vigencia

Tras la natural creencia en la famosa "edad de oro", en los "buenos y viejos tiempos", es decir, que antes todo -en general o en particular- era mejor, "El hombre de mimbre" plantea una fatídica vuelta al armónico equilibrio con Natura.

Darío Lavia



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Artículo originalmente publicado en el fanzine Fantastic Films Neutrón #6 (05/2016)

Filme de culto y objeto de devoción por parte de los amantes del fantástico –que lo mensuran como el Citizen Kane del terror– El hombre de mimbre nos propone, una vez extinguidos sus últimos fotogramas, el desafío de extraer un interesante subtexto de su argumento.

The Wicker Man, 1973

Edward Woodward encarna al sargento Howie, que llega a la apartada isla de Summerisle siguiendo una denuncia anónima de la desaparición de una niña cuya sonriente fotografía parece involucrarlo desde un principio. Recibido de manera apática por los lugareños, a medida que recorre el pueblo comienza a sospechar una conspiración. El desinterés de la supuesta madre de la niña, que primero desconoce a su hija y luego insinúa su ausencia como algo vinculado con el orden de la Naturaleza, lo desconcierta. Esta será la punta del ovillo de un misterio aún mayor, tras el que se esconde un culto pagano profesado por la totalidad de la población que, anualmente, realiza celebraciones que pueden o no incluir sacrificios humanos. Las profundas convicciones religiosas del protagonista, católico ferviente –casto, en espera del matrimonio–, le llevan a tomarlo como algo personal. Poco le aclara el dueño de la isla, Lord Summerisle (un soberbio Christopher Lee), que no solo está enterado sino que también dirige los pintorescos ritos. La certeza de que está por llevarse a cabo un ritual repugnante mueve a Howie a tratar de impedirlo, aunque de manera infructuosa.

The Wicker Man

Por sus dosis de erotismo y canciones pero, sobre todo, por el contraste entre los desprejuiciados pobladores y el estricto Howie – permanentemente ataviado con su uniforme policial – pareciera que estamos en presencia de un musical paródico. A medida que progresa el filme, el cariz del relato toma ribetes más serios para concluir en uno de los desenlaces más crueles, traumáticos y desanimadores de la historia del cine.

En la génesis del proyecto confluyeron las búsquedas y las necesidades de varios artistas. Por un lado, Christopher Lee que deseaba despegarse de su encasillamiento draculeano. Pero esencialmente las vueltas de tuerca que el guionista Anthony Shaffer y el realizador Robin Hardy le dieron a una novela de David Pinner, Ritual, escrita originalmente como tratamiento para un filme de Michael Winner que iba a ser protagonizado por John Hurt. Vista en retrospectiva, El hombre de mimbre ofrece un contrapunto digno de comentario: cristianismo y paganismo.

Edward Woodward, "The Wicker Man"

Dejando de lado lo teológico y lo filosófico, es común y hasta políticamente correcto que hoy en día se asuma un punto de vista escéptico en contra de del cristianismo por su componente represivo y, en especial, por los escándalos y casos que se pueden leer en las noticias. Pero los cultos paganos, contra los cuales el cristianismo arremetió y venció, traían aparejada la cuestión del sacrificio humano que impresionó tanto a Julio César en un párrafo de sus Comentarios de las Guerras de las Galias (libro VI):

"Wicker Man"La nación de los galos es extremadamente devota a los ritos supersticiosos; y cuando deben enfrentar epidemias, peligros o batallas, sacrifican seres humanos o prometen que los sacrificarán, utilizando a los druidas como ejecutantes de tales sacrificios; debido a que creen que solo con la ofrenda de la vida de un hombre por la de otro sus dioses inmortales se sentirán satisfechos, llevan a cabo esta clase de sacrificios con propósitos para toda la comunidad. Construyen figuras de gran tamaño cuyas extremidades llenan con hombres vivos, luego prenden fuego y las víctimas perecen bajo las llamas. Consideran que ofrendar en semejante oblación a responsables de robos, hurtos u otros delitos es aceptable para sus dioses inmortales; pero cuando no hay ladrones o prisioneros disponibles, recurren a la oblación de inocentes.

Actualmente, los historiadores concuerdan que ni Julio César fue testigo de semejante ritual ni los galos los llevaban a cabo. En este caso podría ser algo que hoy en día también es común, como inventar noticias fraguadas para desacreditar o desprestigiar al enemigo: según parece, se habría tratado de la mala prensa que los romanos querían crearle a los bárbaros, responsables de todo lo malo, entre ello, los sacrificios humanos. Sin embargo, la mención de una figura humana gigantesca con individuos ardiendo en su interior es bastante específica como para ser fruto de una imaginación fragorosa. Y es curioso que sí haya evidencias de sacrificios humanos en las Islas Británicas pero mucho antes de la llegada de los romanos. Pero veamos a donde nos lleva cada uno de los elementos descriptos en el filme.

Hombre de mimbre, grabado de 1720

Uno de los diálogos del personaje de Lee –restituido en la versión extendida del filme– es un memorable alegato contra el cristianismo, gran pieza de texto proveniente de la Song of Myself de Walt Whitman. Vemos su rostro parcialmente surcado por sombras, en el parque nocturno, mientras observa un par de caracoles ayuntándose. En la posada, la escultural Willow (Britt Ekland) recibe en su dormitorio a un joven mancebo; en una habitación contigua, el sargento Howie trata de conciliar el sueño luego de rezar sus plegarias. Abajo unos jóvenes entonan una melodía. En semejante cuadro, resuelto con maestría por el director, las palabras de Whitman resuenan categóricas en la voz de Lee:

Christopher Lee en "The Wicker Man"

Creo que podría cambiar y vivir con los animales. Son tan plácidos e independientes. No se despiertan en la oscuridad a llorar por sus pecados. No me enferman discutiendo su deber ante Dios. No se arrodillan ante ningún otro así como tampoco ante ningún semejante que vivió hace miles de años. Ninguno de ellos es respetable ni infeliz, en todo el mundo.

En la actualidad, los detractores de la Iglesia, amén de cuestiones ideológicas, están mayormente animados por rebeldía ante el orden establecido pero también por desagrado ante los aludidos escándalos –que no son norma sino excepción–. En los setenta, cuando Shaffer y Hardy crearon la historia, se vivía el creciente apogeo del oscurantismo fogoneado por, entre otros, Pauwels y Bergier y su Retorno de los brujos. Por eso, ante el habitual cuadro de individuos librepensadores en medio del rebaño cristiano, el filme plantea lo opuesto, con un cristiano ejemplar en medio de una comunidad de paganos cuyos ritos mortales no son excepción, sino la norma.

De esta manera, la resolución deja un regusto amargo en el espectador. Acostumbrados a la implicación negativa del cristianismo, por su carácter represivo y conservador, cuando se revierten los roles, queda de manifiesto la originaria motivación en contra de adorar ídolos, fornicar y matar.

Christopher Lee en "The Wicker Man"

En la escena culminante, Christopher Lee se disfraza de mujer, con peluca y rostro empolvado,  para dirigir la procesión. La víctima ritual será el "idiota", un carácter similar al arlequín, que será "rey por un día". La explícita descripción de estos disfraces y su simbolismo nos remiten a aquella vieja hipótesis de que en la noche de los tiempos, antes de la Edad del Bronce, hubo un sistema centrado en la mujer como diosa y líder de la comunidad o núcleo social. La invasión indoeuropea cambió ese paradigma al aún vigente patriarcado (o androcracia) en que el liderazgo recae en el varón. Desde luego, estas cuestiones y afirmaciones pertenecen al plano teórico y son argumentadas, defendidas o cuestionadas por arqueólogos y antropólogos en base a sus propias ideologías e idiosincracias. De ahí que el matriarcado como primigenio orden social y cultural, sostenido desde el siglo XIX, no es algo comprobado, al menos según la Enciclopedia Britannica:

La visión del matriarcado como fase constitutiva del desarrollo cultural está generalmente desacreditada. Los antropólogos y sociólogos modernos coinciden en que la sociedad matriarcal estrictamente hablando jamás existió.

Sin embargo, a mediados de los años '70, el feminismo, la New Age y el resurgir de cultos antiguos (como la Wicca) insuflaron en la arqueología y etnografía ideas y conceptos que muchos estudiosos asumieron más que como hechos comprobados como expresión de deseo. Al momento de la documentación, Shaffer absorbió estas hipótesis y pergeñó esa inolvidable procesión en que se juega con el tema de la decapitación ritual (de lo cual sí hay evidencias arqueológicas como los cráneos del río subterráneo Walbrook) hasta el climático desenlace con la aparición del formidoloso hombre de mimbre en cuyo cubículo arderá el sargento Howie. La puesta en escena de la figura antropomórfica coincide con los grabados medievales inspirados en el espantoso párrafo de Julio César. Es de notar que para llegar a esta instancia, el personaje atraviesa una caverna subterránea que supone un simbólico descenso infernal. Es a partir de ese momento que el filme asume el carácter terrorífico que venía insinuando veladamente.

Ingrid Pitt en "The Wicker Man"

En su explicación final, las tres "diosas" de la comunidad, Diane Cilento, Ingrid Pitt y Britt Ekland explican al protagonista el motivo de su elección como sacrificio al dios sol: ser casto, ser un tonto y tener "el poder de un rey". Este interesante elemento parece surgir de The Golden Bough, influencial obra de Sir James George Frazer que postula el concepto del "rey sagrado" como símbolo solar y eje del ritual de fertilidad de la tierra. El rey sagrado era un varón que podía reinar durante un par de estaciones pero que se sabía elegido para ofrendar su vida a la tierra durante la época de la cosecha.

El sacrificio humano, sin embargo, no fue patrimonio del mundo prehistórico. Durante la Edad Antigua estuvo presente en casi todas las civilizaciones: no olvidemos la inmolación de niños por parte de fenicios y cartagineses o del primogénito según el episodio de Abraham e Isaac mencionado en el Antiguo Testamento y el Korán. En América, los imperios azteca e inca demostraron avidez por sacrificar seres humanos, sean prisioneros o niños, en cantidades de miles a la vez. El cristianismo, al que lógicamente se puede acusar por sus injustificadas inquisiciones y sus sangrientas cruzadas, desarticuló sin embargo la necesidad de sacrificios humanos así como el de animales y he aquí un punto en común con el budismo, que terminó con los sacrificios humanos (y el canibalismo) en el Tibet..

El filme de Robin Hardy nos lo recuerda mostrándonos el lado amargo del tan simpático paganismo. Y eso no lo torna reaccionario; vean sino la insoslayable ironía implícita tras la famosa danza desnuda de Britt Ekland, cuando trata de seducir al sargento de un dormitorio a otro. Si Howie hubiera cedido a la tentación y perdido su virginidad, eso lo habría salvado ante la turba. Por el contrario, mantenerse firme a sus convicciones morales le termina conduciendo a la muerte. ¿Qué mejor ironía que esa para describir luz y sombra de la religión, sea cristiana o pagana?

"The Wicker Man", grabado antiguo