Terror Universal
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Seccion: Géneros (Lecturas: 6606)
Fecha de publicación: Mayo de 2011

Reir después de temblar

La singular terapia de las parodias y sátiras en el cine de terror.

Juan Carlos Vizcaíno



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Artículo originalmente publicado en el Libro de Oro Cinefania

EL MIEDO Y LA RISA: ESA ES LA CUESTIÓN

THE MONSTER (1925)
Lon Chaney ensaya su mirada penetrante contra George Austin
en The Monster (El Monstruo-1925)

Desde que el cine es cine, incluso antes de que fuera configurándose el sistema de géneros, dos fueron los polos sobre los que giraban el resto de emociones que poco a poco iban desarrollándose en la pantalla: la risa y el miedo. Es cierto que en las salas iban surgiendo todo tipo de emociones, el sentido de la aventura, la garra del melodrama -quizá la emoción más suprema...-. Pero entre ambas se fue introduciendo la contraposición de la entraña del horror, la oscuridad, lo numinoso, con la subversión que de dicho planteamiento podía ofrecer una mirada irónica o humorística al mismo. En una lejana entrevista, un ya veterano Henry Hathaway revelaba que numerosos títulos rodados en el periodo silente con una intención dramática, tuvieron forzosamente que convertirse y disfrazarse con los ropajes de la comedia para encubrir el fracaso de sus objetivos. Más allá de esta anécdota –en la que queda conocer algunos ejemplos concretos de esta poco conocida circunstancia-, cabría preguntarse donde se encuentran los primeros exponentes en la combinación de cine fantástico y de terror con la comedia. En estas aguas cenagosas para averiguar cuales fueron los primeros exponentes de esta combinación, personalmente me remitiría a The Monster (El Monstruo, 1925) de Roland West, en la que los rasgos de tantos y tantos títulos protagonizados por Lon Chaney se combinaban con elementos de comedia e incluso un personaje que podría haber estado representado por el propio Harold Lloyd.

LA VENTAJA DE LAS SOMBRAS DEL PERIODO SILENTE

LONDON AFTER MIDNIGHT
Edna Tichenor y Lon Chaney, vampiro bufón, en
London After Midnight
(La Casa del Horror-1927)

Curioso será que citemos tanto el referente de Chaney como el de Lloyd –uno de los más valiosos exponentes de estrella cómica silente-, para mencionar que a partir de estas premisas aparece uno de los films perdidos más célebres de la historia del cine, London After Midnight (La Casa del Horror, 1927) de Tod Browning, que se expresaba fundamentalmente como una comedia de horror. Al mismo tiempo, la mayor parte de las estrellas cómicas del cine mudo como Buster Keaton o Laurel & Hardy, no se resistieron a las posibilidades que les brindaban auspiciar algunos de sus argumentos bordeando la subversión de los códigos del cine de terror. Es curioso consignar a este respecto, como la excepción la brindó la estrella más reconocida del burlesque, Charles Chaplin, quizá por ser su producción mucho más menguada en el terreno del largometraje, esperando hasta finales de los cuarenta cuando con su excelente e incomprendida Monsieur Verdoux (Íd, 1947), se integró de forma tardía en los que podríamos denominar las murder comedies.

THE CAT AND THE CANARY
El gato atrapa un canario (Tully Marshall) en
The Cat and the Canary (El Legado Tenebroso-1927)

Sobre todos estos ejemplos, el cine mudo brindó la que bajo mi punto de vista considero una de las muestras máximas en la conjunción del cine de terror y la comedia. Me estoy refiriendo a la primera versión de The Cat and the Canary (El Legado Tenebroso, 1927), con la que Paul Leni logró una asombrosa conjunción de ambas vertientes en un film espléndido, en el que además se apuesta por el retoño más valioso dentro de este maridaje: la sutil aproximación de orden desmitificadora o cuestionadora, dentro de un marco imbuído en los rasgos del fantastique. Leni tuvo la intuición –ya presente en un episodio de su previa Das Wachsfigurenkabinett (El Gabinete de las Figuras de Cera, 1924), y confirmada en la posterior y espléndida The Man Who Laughs (El Hombre que Ríe, 1928)- de entender que no había mejor forma de intentar el componente distanciador, que diluirlo en un marco dramático o, mejor dicho, terrorífico, predominante. Es decir que de nada valía un humor chocarrero o basado en el efecto fácil. En su oposición, resultaría impresionante la configuración siniestra puesta en escena en la citada The Cat..., suficiente para orillar las simplezas que podían mostrar ese componente paródico heredado de la obra teatral de John Willard.

EL RETROCESO DEL SONORO

THE CAT AND THE CANARY (1939)
Paulette Goddard y Bob Hope juegan a asustarse
en The Cat and the Canary (El Gato y el Canario-1939)

Con todos estos referentes, la llegada del sonoro no implicó variación alguna en los modos y maneras con los que la pantalla recibió la mezcla de horror y humor... aunque la evolución en líneas generales no puede decirse que fuera positiva. Y no lo fue, de manera concluyente por que por un lado la screwball comedy dio de lado esta variante que quedó de manera general para uso exclusivo de algunas de las célebres y más cuestionables estrellas emergidas en los años treinta, y también para servir de soporte al decreciente proceso en que la Universal siguió insertándose dentro del género de terror. Digamos en el primer capítulo que estrellas como Bob Hope “probaron armas” en el subgénero con el primer remake de The Cat and the Canary (El Gato y el Canario, 1939) de Elliot Nugent o el desvaído The Ghost Breakers (El Castillo Maldito, 1940) de George Marshall, mientras que en el mencionado estudio artífice pocos años antes de obras inolvidables, serían los mediocres Abbott y Costello quienes se adueñarían de la “patente” fílmica de esta faceta con títulos muy populares como Hold that Ghost (Agárrame ese Fantasma, 1941) de Arthur Lubin y su constante reiteración de chuscas parodias protagonizadas por los entrañables mitos mimados años antes por el estudio. Referentes lamentables que contribuyeron sobremanera a la degradación de una producción hasta entonces valiosa -en la que incluso James Whale introdujo ciertos matices de comedia negra en su excelente The Bride of Frankenstein (La Novia de Frankenstein, 1935)-, lo cierto es que desde fines de los treinta y durante toda la década posterior, el cine norteamericano vivirá un auténtico florecimiento en la confluencia de ambas vertientes, aportando títulos simpáticos como The Boogie Man Will Get You (¡Qué Viene el Ogro!, 1943) de Lew Landers u otros de prestigio más que dudoso como Zombies on Broadway (Zombies en Broadway, 1945) de Gordon Douglas. Es más, una propuesta abiertamente insertada en el cine de terror como Son of Frankenstein (El hijo de Frankenstein, 1939) de Rowland W. Lee, aparece de manera muy nítida como una irónica comedia. De hecho, sirvió de modelo de preferencia para que casi cuatro décadas después, Mel Brooks retomara su argumento en la popular y divertida Young Frankenstein (El jovencito Frankenstein, 1974).

EL AMABLE MÁS ALLÁ

Pero junto a este sendero integrado en unas determinadas convenciones, la década de los cuarenta permitió a la producción cinematográfica la inserción de numerosas fabulaciones que se entroncaban con una visión amable del hecho de la muerte o su propia trascendencia. Es algo que podría extender en títulos dirigidos por Michael Powell & Emeric Pressburger – A Matter of Life and Death (A vida o Muerte, 1946)-, René Clair – I Married a Witch (Me Casé con una Bruja, 1942)-, Jules Dassin – The Canterville Ghost (El Fantasma de Canterville, 1944)-, Alexander Hall –Here Comes Mr. Jordan (El Difunto Protesta, 1941)- o incluso Frank Capra – It’s a Wonderful Life (¡Que Bello es Vivir!, 1946). Estos y otros ejemplos ofrecían una visión llena de cercanía e ironía ante lo sobrenatural, que ayudaba quizá a sobrellevar el trauma de la II Guerra Mundial en las pantallas, pese a que los argumentos planteados se desarrollaran en ámbitos espacio temporales bien dispares al señalado, y que tuvieron un exponente valioso en la vertiente de comedia planteada en The Uninvited (Los Intrusos, 1944) de Lewis Allen, ofreciendo su ejemplo más memorable en la maravillosa The Ghost and Mrs. Muir (El Fantasma y la Sra. Muir, 1947) de Joseph L. Mankiewicz.

ARSENIC AND OLD LACE (1944)
Raymond Massey y Peter Lorre frente a frente en
Arsenic and Old Lace
(Arsénico por Compasión-1944)

Pero también en aquellos años se insertaba en el marco cinematográfico, una nueva vertiente que en épocas posteriores adquiriría un estatus de considerable vigencia. Me refiero con ello a títulos basados en crímenes y siniestros contextos, de los cuales una vez más el ya citado Frank Capra ofrecería su exponente más logrado con Arsenic and Old Lace (Arsénico por compasión, 1944), pero en el que se encuentran del mismo modo propuestas tan divertidas como ignoradas, como la planteada por el demasiado olvidado Richard Wallace –un par de años antes que el muy conocido título de Capra- en A Night to Remember (¡Qué Noche Aquella!, 1942),

AÑOS 50 Y 60. EL SUBGÉNERO SE INSTITUCIONALIZA

SCARED STIFF (1953)
Dean Martin y Jerry Lewis frente a un delgado extra
en Scared Stiff (Una Herencia de Miedo-1953)

Conforme nos acercamos a las décadas de los cincuenta y sesenta, la confluencia del cine de terror y la comedía seguiría manifestándose en base a los parámetros preexistentes. Cierto es que esa sutileza mostrada en los filmes citados de Mankiewicz o Lewis Allen se encontrarían ya ausentes, pero no así la apuesta de las estrellas cómicas por la parodia basada en el cine de terror. Es el caso de un aún primerizo Jerry Lewis en la simpática Scared Stiff (Una Herencia de Miedo, 1953) de George Marshall, quien años después –ya en doble faceta como actor y director- aportó la valiosa revisión de la novela de Robert Louis Stevenson “Dr. Jekyll y Mr. Hyde” con The Nutty Professor (El Profesor Chiflado, 1963). También cineastas especializados en la comedia de aquellos tiempos, incidirían en esta vertiente punteada de comedia y rasgos más o menos basados en lo sobrenatural o en la propia subversión de cuantos elementos forjaron la iconografía del cine de terror-. Son ejemplos que brindaría por ejemplo un Richard Quine a la hora de realizar su deliciosa Bell, Book and Candle (Me Enamoré de una Bruja, 1958) –remake bastante mejorado del título señalado de René Clair-, en la deliciosa combinación de comedia romántica y relato criminal expresado en la espléndida The Notorious Landlady (La Misteriosa Dama de Negro, 1962), o incluso en la breve pero jugosa referencia al cine de vampiros que mostraba –dentro del desmonte del cine de géneros- la magnífica Paris– When it Sizzles (Encuentro en París, 1964). Pero es que sus compañeros de generación no se andaban a la zaga. Así pues, Stanley Donen llegará a plantear –de la mano de un argumento elaborado por Peter Cook y Dudley Moore- una auténtica confrontación entre el Diablo y la figura divina en la excelente Bedazzled (Mi Amigo el Diablo, 1967) –por cierto revisada con escasa fortuna por Harold Ramis en 2000-. Finalmente, consignemos la inclinación de Vincent Minnelli por la temática de la reencarnación, en su tardía y deliciosa comedia musical On a Clear Day You Can See Forever (Vuelve a Mi Lado, 1970), protagonizada por Barbra Streisand e Yves Montand.

THE NUTTY PROFESSOR (1963)
Jerry Lewis a por el Nobel de la risa en
The Nutty Professor (El Profesor Chiflado-1963)

Pero de forma paralela, esa visión más o menos humorística de los elementos que conformaban la iconografía del cine de terror, se extenderá incluso al ámbito de varios de los realizadores especializados en el género. De tal forma, cabe señalar la única aportación del maestro Terence Fisher en este terreno, realizando fuera del ámbito de Hammer Films The Horror of It All (El Intruso Inocente, 1963), un título simpático que si bien se encuentra lejos de sus mayores logros, no merece ni de lejos el desprecio que el gran realizador siempre manifestó por él, además de suponer una auténtica rara avis en su obra. No obstante, dentro del capítulo antes citado, hay dos especiales  referencias. La primera es la insólita aportación de Roman Polanski, quien con su extraña Fearless Vampire Killers (El Baile de los Vampiros, 1967) logró una de las más singulares propuestas de este subgénero. La segunda se basa en la apuesta que la productora especializada American International marcó en torno a una serie de visiones humorísticas del género y que, curiosamente, quedaron como auténticos paradigmas de dos modos enfrentados de abordar sus constantes. Es decir, partiendo con similares ingredientes –intérpretes y equipo técnico-, Roger Corman apostó por el éxito fácil y el humor chocarrero en el simpático aunque insuficiente cúmulo de anacronismos que expresaba The Raven (El Cuervo, 1963) y el episodio humorístico integrado en Tales of Terror (Historias de Terror, 1962). En su oposición Jacques Tourneur lograba uno de los exponentes más logrados con la excelente The Comedy of Terrors (La Comedia de los Terrores, 1963), con la que paradójicamente –o quizá no tanto- asumía un injusto e incomprensible fracaso comercial y crítico. Por fortuna, el paso de muchos años ha hecho reconsiderar esa impresión equivocada, en una película de la que el propio Tourneur manifestaba su contrapunto con The Raven, señalando que su película era un 90% de terror y un 10% de comedia, mientras que la de Corman se basaba en un 90% de comedia y un 10% de terror.

ENTRE RUTINAS Y LOGROS OCASIONALES

THE COMEDY OF TERRORS
Vincent Price y Basil Rathbone en amable charla de negocios en
The Comedy of Terrors (La Comedia de los Terrores-1964)

Desde entonces, se han sucedido con asiduidad las películas que adoptaron la fórmula de la combinación de elementos terroríficos y humorísticos, aunque justo es reconocer que en la mayor parte de ellos abunde el mal gusto, el recurso a elementos fáciles o a anacronismos de dudosa valía pero fácil efecto entre públicos por lo general adolescentes. Entre ese contexto generoso en exponentes y parco en verdadero interés, no sería justo cerrar esta breve remembranza sin citar dos ejemplos alejados entre sí en el tiempo, pero que caben ser insertados entre las referencias más valiosas de esta saludable manera de asumir la deconstrucción humorística del cine de terror. La primera de ellas es la ya citada Young Frankenstein, reconocida como la mejor aportación en la andadura del siempre irregular y en ocasiones chabacano Mel Brooks, teniendo en él la astucia de prolongar las sugerencias humorísticas que generaba Son of Frankenstein.

THE FRIGHTENERS (1996)
Una atemorizante parca en The Frighteners (Agárrame esos Fantasmas-1996)

La última gran manifestación de este subgénero, se encuentra bajo mi punto de vista en la sorprendente The Fighteners (Agárrame esos Fantasmas, 1996), con las que Peter Jackson lograba superar con considerable facilidad intentonas fallidas previas como Beetlejuice (Bitelchús, 1988) de Tim Burton y ejemplos similares. Para ello ligaba una extrañísima y valiosa combinación de ambas vertientes, que habría que incluir sin lugar a duda entre las propuestas más interesantes legadas en esa parcela genérica.

Y es que, en definitiva, y tal como en ocasiones señalaran dos personalidades tan representativas, dispares y diestras en el cine de terror como fueron Lon Chaney y Jacques Tourneur, nada sigue siendo más terrorífico que encontrarse de repente con el semblante de un payaso sonriendo en la noche, e iluminado con la luz de una luna llena. El actor llevó dicho extremo a diversos de sus torturados personajes, y el gran cineasta francés lo puso en práctica en películas tan inolvidables como Berlin Express (Berlín Express, 1948) o The Night of the Demon (La Noche del Demonio, 1957), demostrando las mágicas posibilidades de la pantalla cinematográfica para recorrer las débiles fronteras entre la risa y el terror.