Terror Universal
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Seccion: Películas (Lecturas: 24)
Fecha de publicación: Octubre de 2006

Travis Bickle, Taxi Driver (un análisis 30 años después)

A veces el terror más escalofriante viene envuelto en un paquete llamado Realidad.

Sara Rodríguez Mata



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Probablemente, quienes suelen leerme, piensan que la lista de mis películas favoritas está copada por cintas de terror. Sí y no. Hay algunas películas como La noche del cazador, Las diabólicas, Drácula o The Hunger (de la que hablaré próximamente) que están entre mis favoritas, pero también hay un lugar para otras que considero obras maestras, verdaderas joyas del séptimo arte como Taxi Driver, de Martín Scorsese, de la que se conmemora el trigésimo aniversario. Su guión, obra de Paul Schrader, la interpretación de Robert de Niro (una de las mejores de toda su carrera), la dirección soberana, la música sublime de Hermann (la última, que compondría su mejor despedida) para ambientar la decadencia y vileza humana en las noches de Nueva York, la fotografía de Michael Chapman, que recrea a la perfección los ambientes oscuros y depravados de la noche neoyorquina, hacen que este film sea considerado una de las mejores películas del siglo XX.

Me hubiera encantado que Travis me paseara un día en su taxi, un tanto antiguo para los tiempos que corren. Pero su olor lo hubiera delatado. ¿Se han parado a pensar alguna vez en su olor? Travis lleva un perfume barato y malo, intenso, de esos que te transportan a recuerdos antiguos. Con ese olor no se puede ligar. O quizás no use ni perfume, lo cual es peor, considerando las horas que se pasa conduciendo y las noches de calor intenso, sin aire acondicionado. Me hubiera encantado, como digo, que fuera él quien me mostrase las calles de Nueva York, pero pienso que se hubiera molestado y me hubiera echado al saber mis ardientes deseos de juegos sadomasoquistas en el asiento trasero, al considerarme una pervertida, una depravada más de aquella ciudad que requiere una urgente limpieza, en todos los niveles. Pero yo no soy como ellos, Travis, no te equivoques.

Me llevara en taxi o no, Travis, he de reconocer que este es uno de mis films predilectos; es decir, que está entre mis diez favoritos, y eso que surgió casi por casualidad. En 1974 Brian de Palma invitó a cenar juntos al cineasta Martin Scorsese y al guionista Paul Schrader. Ya por aquel entonces Martin Scorsese era uno de los jóvenes directores más estimulantes del panorama estadounidense y contaba con la realización de cuatro largometrajes, entre ellos algunos del éxito como Malas calles o Alicia ya no vive aquí Scorsese quería que Schrader le escribiera una adaptación cinematográfica de la novela El jugador, de Fedor Dostoievski. Sin embargo, se encontró sobre la mesa con un guión inquietante, una violenta historia de autodestrucción que había sido rechazada sistemáticamente por todos los estudios de Hollywood: su título era Taxi Driver. Comenzaba de este modo una fructífera colaboración que se prolongaría intermitentemente a lo largo de las tres décadas siguientes.

Paul Schrader contó que la inspiración de esta historia le llegó justo cuando estaba atravesando una crisis sentimental: su novia le había dejado y el mejor refugio lo encontró en la pornografía, el alcohol y las armas. El mismo Schrader lo confirma: «Cuando la escribí, estaba enamorado de las armas. Tenía impulsos suicidas, bebía demasiado y estaba obsesionado por la pornografía como solamente puede estarlo una persona sola. Todos estos elementos encontraron su sitio en el guión». De hecho, la película contiene ya muchas de las constantes que se convertirían posteriormente en su sello propio: el protagonismo de un personaje masculino de conducta autodestructiva, enmarcado en ambientes de soledad y locura. Según el guionista, el coche «es el símbolo de la soledad urbana, un ataúd de metal». Al desarrollar el personaje de Travis, Schrader descubrió que el protagonista iba a ser incapaz de entender su problema y, por tanto, lo achacaría a la influencia externa y saldría a limpiar las calles antes de suicidarse. Curiosamente la secuencia que ha pasado a la historia y que el propio Schrader considera la mejor de la película –el monólogo de Robert de Niro ante el espejo pronunciando la frase "Are you talking to me?"- fue una improvisación del propio de Niro.

Martin Scorsese se sintió fascinado. «Casi sentí que lo había escrito yo mismo. No es que yo supiera escribir así, pero me llegó muy hondo. Me estaba quemando por dentro, y sabía que tenía que rodarlo».

Robert de Niro (Nueva York, 1943), el actor más camaleónico de todos los tiempos, fue el elegido para interpretar esta joya del séptimo arte. Su debut cinematográfico llegó de la mano de Brian de Palma con Greetings (1968) y The Weeding Party (1969), pero la fama y el reconocimiento aparecieron con Malas calles (1973) de Scorsese y El Padrino II (1974) de Coppola, por el que consiguió un Oscar. Pero no sería el único, ya que en el año 1978 la Academia le otorgaría otro por su interpretación de Jack Lamota en Toro Salvaje, también a las órdenes de Martín Scorsese. Y a pesar de que su interpretación de Travis Bickle ha sido una de las más memorables de toda su carrera, no consiguió alzarse con la preciada estatuilla en aquella edición.

Ya dijo sobre él Bernardo Bertolucci –con quien trabajó en el film Novecento (1973)- que «era muy sensitivo y probablemente neurótico». Y hasta cierto punto puede que tenga razón, si tenemos en cuenta que de Niro es un actor concienzudo, de método (el del ruso Stanislavsky), que se mete en la piel de sus personajes y los estudia minuciosamente. Ejemplo de ello fue que para la película Toro salvaje dio clases de boxeo por las noches y aprendió a tocar el saxofón para su papel en New York, New York (1977). Se dice también que para este papel Scorsese había pensado en otros actores como Jeff Bridges, Neil Diamond y Al Pacino; aunque finalmente, el director se decantó por de Niro, quien se trabajó el papel a conciencia, como el método Stanislawsky exigía: trabajó como taxista doce horas al día durante un mes y se interesó en estudiar las enfermedades mentales.

Travis Bickle (Robert de Niro), es un ex marine de la Guerra del Vietnam. A consecuencia del insomnio que padece, decide trabajar como taxista nocturno en la ciudad de Nueva York. Se trata de un hombre con serios problemas de inadaptación social (puede que derivados de su experiencia en el Vietnam) porque califica a la sociedad de corrupta y putrefacta. Es, por tanto, un ser solitario y está obsesionado con la limpieza: la social, deseando fervientemente que « llegue la lluvia que limpie la calle de escoria». Aún así, se enamora de Betsy (Cybill Sheperd) que trabaja en la campaña electoral de un aspirante a gobernador.

Taxi Driver aborda muchos temas, pero uno resalta por encima del resto: la alienación y aislamiento que sufren muchos veteranos de guerra, que al principio son tratados como héroes, pero más tarde son olvidados. Muchos soldados y veteranos de guerra sufren, al instalarse de nuevo en su mundo normalizado, lo que denominan los psicólogos como trastorno del estrés postraumático. Este problema aparece tras la vivencia de un suceso traumático, ya sea una guerra, una tortura, catástrofes, accidentes... Pero nunca antes se había hablado de él hasta que finalizó la guerra del Vietnam y se analizaron las consecuencias que, en forma de traumas, estaban sufriendo quienes combatieron allí. Es sabido, que el impacto de los acontecimientos traumáticos puede modificar al individuo a nivel biológico, psicológico y social. Tanto es así que el recuerdo del acontecimiento traumático es capaz de teñir el resto de la vida psíquica del individuo, llegando a alterar la capacidad de apreciar la realidad que le rodea de una manera adecuada. Y eso es precisamente lo que le sucede a Travis Bickle.

Pero este no fue el primer film en abordar la guerra de Vietnam. Como muy bien apunta el historiador Román Gubern «Apocalypse Now [1976-1979, F. F. Coppola] vino a culminar con grandilocuencia un filón de títulos a cerca de la guerra vietnamita que sólo pudo iniciarse en 1976, tras el final de aquella tragedia y tras la cautelosa cancelación del tabú de abordarla en el cine. Adoptando generalmente una perspectiva más humanitaria o psiquiátrica que verdaderamente política, este filón se desarrolló con Taxi Driver (Taxi Driver, 1975) de Martin Scorsese, con un excelente Robert de Niro en el papel de un excombatiente psicópata; El cazador (The deer hunter, 1978), film de Michael Cimino que provocó un incidente diplomático en el festival de Berlín y El regreso (Coming home, 1978) de Hal Ashby».

A pesar de la imagen tranquila que ofrece al principio, veremos cómo en Travis existe una personalidad violenta porque es un marginado social y se revela contra aquellos que lo dejan de lado. De alguna manera, Bickle es un monstruo social, y al igual que los del cine de horror, tiene razones más que suficientes para defenderse contra los que de alguna forma u otra lo humillan y rechazan por su condición. Su objetivo es aniquilar a esa sociedad que lo ha rechazado y para ello, usará todos los recursos que tiene a mano. Lo paradójico del film es que Travis, quien tiene toda las características del antihéroe, al final es considerado un héroe.

Un antihéroe realizará actos que son juzgados "heróicos", pero lo hará con métodos o intenciones que no lo son tanto. Aunque el significado primigenio era el de un protagonista desgraciado o malvado, hoy en día cuando hablamos de antihéroes nos referimos al protagonista cuyas acciones o motivos son malvados o cuestionables. Así, el anti-héroe se caracterizará por ser antisocial, enajenado, malvado, pasivo o torpe. Existen ejemplos de obras de ficción (en literatura y cine) en las que el protagonista es un antihéroe –en contra de los cánones del cine americano-. En este sentido, Travis es un buen ejemplo. En otras palabras, nuestro Taxi Driver es un protagonista que vive por la guía de su propia moral, esforzándose por definir y construir sus propios valores opuestos a aquellos reconocidos por la sociedad en la que vive.

Bien es cierto, que este hecho sólo se advierte al espectador de manera sutil, pero es necesario que se tenga en cuenta ya que será trascendental en el devenir de los acontecimientos y que explica la naturaleza de Travis. De hecho, Freud señaló que los acontecimientos del pasado modelan nuestras acciones, nuestras actitudes e incluso nuestros temores. El psicólogo austriaco consideraba que los acontecimientos traumáticos del pasado eran la causa de los complejos y neurosis del presente. Y eso, precisamente, es lo que le ocurre a Travis.

Las características físicas van delatando los comportamientos que Bickle tendrá a lo largo de la película. En primer lugar, hay que señalar que es un ex marine de veintipocos años; gracias a sus años en el ejército mantiene una buena figura y sus rasgos físicos son los de un hombre atractivo que bien podría tener a cualquier joven a su lado, si no fuera por su poco sentido de la estética y su inseguridad y poca habilidad a la hora de tratar a las mujeres. Aún así, en la primera parte del film, su presencia externa hace pensar que es un hombre tranquilo, aunque solitario. Sin embargo, a mitad de la cinta, se conformará un cambio importante en Travis que tendrá como consecuencia un cambio, también, de indumentaria. Travis se ejercita físicamente para matar al candidato Pallantine y para salvar a la joven Iris. Se rapa la cabeza, viste chaqueta estilo ejército y se deja una cresta punky. En este sentido, se percibe que su personalidad es muy compleja: está dominada por la bilis y, por lo tanto, se muestra como un ser impaciente, irascible, metódico y obstinado.

La grandeza de este personaje reside en que todos nos hemos sentido en alguna ocasión como él: un sentimiento de rechazo que nos ha conducido a la soledad. La diferencia está en aquellos que saben aprovechar los períodos de soledad y aquellos que se hunden aún más si cabe, llegando a volverse locos.

El director ítaloamericano recrea la sordidez ambiental, el infierno que existe en las calles neoyorquinas cuando cae la noche, alumbradas únicamente por las luces de neón; la violencia que palpita y la suciedad de las calles como metáfora de la corrupción social a la que está llegando la sociedad. En este recorrido por las calles de Nueva York, Travis conocerá a dos mujeres: primero a la guapa Betsy (Cybill Scheperd) que lo rechaza; después a la joven prostituta Iris (Jodie Foster) a quien Travis intentará salvar alejándola de su proxeneta (Harvey Keitel).

Scorsese se encargó de aderezar su film con todos los contenidos posibles que consiguieran incomodar al americano medio. Y lo consiguió. Recuerdo que el profesor Francisco Javier Ruíz San Miguel nos contó un día en clase que en las últimas escenas en las que se ve a un Travis ensangrentado tirado sobre los peldaños de una escalera, hubo que velarlas a rosa para que la película no fuera calificada como cine X y relegada a las salas menos populares. Por cierto, ahora caigo en la cuenta que otro profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Málaga, Francisco Javier Ruíz del Olmo, tiene un cierto parecido y podría valer para hacer un remake de este film.

Taxi Driver tampoco hubiera sido la misma sin la particular banda sonora que recrea los ambientes más sórdidos y oscuros de Nueva York. La banda sonora es la música que sale del alma de Travis, es su música personal, es su historia. Para esta joya de banda sonora, Martin Scorsese tuvo que insistir mucho para conseguir que fuera Bernard Herrman (autor de la música de films tan aclamados como Vértigo (Vertigo, 1958) de Alfred Hitchcock) y Psicosis (Psycho, 1960) también de Hitchcock). Y es que el compositor tenía un cierto rechazo inicial, aunque finalmente acabó accediendo. El destino quiso que Herman falleciera la misma noche en la que acabó la partitura, víctima de una enfermedad cardiaca. Su obra legado fue esta sensacional composición que realizó para Taxi driver.

Violenta, cruda y realista, Taxi Driver representa un drama urbano y existencial que ha dejado una profunda huella en el cine moderno, desde sus planteamientos temáticos a los estéticos . Se estrenó mundialmente en 1976 en el Festival de Cannes, donde ganó la Palma de Oro. Sin embargo, en su momento, no todo el mundo compartió el entusiasmo del jurado del Festival de Cannes. De hecho, buena parte de la crítica la tachó de ultraviolenta y fascista, una polémica que se avivó después de que el psicópata John Hinckley tratara de asesinar a Ronald Reagan, según algunos, inspirado por el filme. Una acusación que para Paul Schrader es infundada: «hay signos de alerta en la película que pueden evitar que una persona que se sienta aislada se convierta en alguien como Travis Bickle. Si estás en el filo, una película como ésta puede alejarte del precipicio. Al menos a mí me ayudó».

Taxi Driver es una película que no ha envejecido y por tanto, permanece vigente, escapando a cualquier imposición estética. Este film fue nominado a 4 Oscars en 1976: mejor película, mejor actor (Robert de Niro), mejor actriz secundaria (Jodie Foster) y mejor banda sonora (Bernard Herman); pero como era de esperar de la falsa moralidad americana, no le fue concedido ninguno. Sin embargo, nadie puede quitarle lo que se merece: marcó el final de una época, es parte de la historia política y cinematográfica de los setenta.