Terror Universal
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Seccion: Artículos (Lecturas: 21)
Fecha de publicación: Diciembre de 2003

Perversas, feas, malvadas y seductoras (las mujeres en el cine de terror)

Repaso sobre el más grande de los temores del varón occidental: el de verse superado por la figura de la mujer, sea fatal, vampiresa, vampira, monstruo o fálica.

Sara Rodríguez Mata



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No soy mala...solo es que me han dibujado así
Jessica Rabbit

DIE BUCHSE DER PANDORASiempre me han gustado los antihéroes.

La gente se esfuerza en ocultar el lado oscuro, sin saber que más pronto o más tarde saldrá a flote. La mayoría de nosotros somos una mezcla de ángel y de demonio, así que como no podemos evitar ser como somos, nos sentimos identificados con esos personajes de ficción, esos antihéroes que son genuinos. Como los animales salvajes: la belleza y su naturaleza cruel, nos fascina ejerciendo un poder magnético e hipnótico.

A diferencia de otras películas en las que los elementos horroríficos eran gorilas, momias, hombres invisibles, vampiros y monstruos varios, en las películas que protagonizan las mujeres, el horror viene provocado por la sugestión y por los sentimientos que nos transmiten sus protagonistas: mezcla de maldad y de fuerte sexualidad, que asusta a los hombres, pero que en el fondo les atrae irresistiblemente. Las mujeres protagonistas toman la voz cantante y se imponen frente a una sociedad machista y encorsetada que ya por los años 30 comenzaba a cambiar debido a las fuertes crisis económicas y, en consecuencia, sociales.

A lo largo de los años 30 y 40 fueron plagando el panorama fílmico americano personajes oscuros e inquietantes representativos del género negro, tales como el detective privado, el policía corrupto, el gánster o el dueño de un club nocturno. Pero una de las figuras más significativas, sin duda alguna, es la de la mujer fatal. Por lo general, la femme fatale, figura heredada de las vampiresas del cine mudo, es un personaje de fuerte personalidad, gran atractivo y sexualmente provocativa, que tienta al hombre para cometer un delito del que ella, en principio, resultará beneficiada. Pero el elemento dramático que siempre coincide es que la femme fatale provoca la destrucción del hombre.

La mujer fatal es un componente de este tipo de cine, sobre todo, por cuanto tiene de trasgresión de las normas sociales y morales. Precisamente el éxito o el fracaso del hombre depende, en gran medida de la capacidad que posea para liberarse de las manipulaciones de la mujer. La necesidad que los hombres tienen de controlar sexualmente a las mujeres contrasta con la versión dominante en las películas de serie A de los años 30, 40 y 50, donde por el contrario, se sugería que ellas eran tan débiles que necesitaban la protección de los hombres para sobrevivir. En estas películas, es la mujer la que, por lo general, se beneficia de la dependencia de los hombres. Producto de la misoginia y del ensueño de algunos cineastas masculinos, la femme fatale en el cine negro quedó materializada como un personaje realista y onírico al mismo tiempo y representó, de algún modo, los deseos ocultos que subyacían al cumplimiento cotidiano.

Si el papel tradicional del hombre en el cine clásico se relaciona con la actividad y el poder, a la mujer, en cambio, se le conceden características como la pasividad y la sumisión. Primero en el cine negro y después en el de terror, estas normas están subvertidas y alteradas de alguna forma, aunque se hallen inmersas en un orden patriarcal. La femme fatale controla y domina la situación, permaneciendo más activa y contrastando con el hombre pasivo, que pasa a ser dominado y utilizado por ella.

Sin embargo, en las películas del cine de terror de los años 30 se apostaba por lo inverso a las leyes de Hollywood: la belleza y las bellas historias de amor, se tornaban en fealdad y horror. Belleza frente a fealdad, como decía Jacques Aumont en El rostro en el cine, no se trata de oponerlas o de representar la belleza que existe en la fealdad, se trata de señalar el valor de la representación del rostro en las ficciones cinematográficas, la excelencia de su condición de rostro como lugar mismo de la humanidad.

Para Román Gubern, la monstruosidad es una categoría de la anormalidad. Lo anormal inquieta y asusta, especialmente cuando se trata de la grave anormalidad que comúnmente llamamos monstruosidad. Así, como ejemplo cita uno de los personajes más famosos de la historia del cine, el monstruo de Frankenstein, el cual, originalmente es «bueno», desde el punto de vista psicológico y moral, pero cuya anormalidad física suscita una aversión hacia él, que acaba siendo responsable de su soledad y de sus ulteriores maldades. En definitiva, el monstruo de Frankenstein acaba convirtiéndose en criminal como causa de su monstruosidad.

Lo que llama la atención sobre el aspecto de la monstruosidad en el cine de terror, es que la mayoría de los monstruos son masculinos (el hombre lobo, Frankenstein, el monstruo de la Laguna, etc.); eso sí, salvo contadas excepciones como en el caso de FREAKS (La parada de los monstruos-1932), donde la monstruosidad o deformidad no diferencia entre géneros - y ésta, incluso, llega a límites insospechados -, o en CAT PEOPLE (La mujer pantera-1942) de Jacques Tourner, en la que este bello animal es interpretado por otra bella actriz.

Luego, obviamente, cuando ya se asentaron los mitos, Hollywood buscó y creó - siguiendo el ejemplo de Yahvé con Adán-, bellas compañeras a Drácula y Frankenstein. Y así, en las siguientes versiones encontramos títulos como BRIDE OF FRANKENSTEIN (La novia de Frankenstein-1935) de James Whale, THE MONSTER AND THE GIRL (La mujer y el monstruo-1940), THE INVISIBLE WOMAN (La mujer invisible-1941), etc.

Por tanto, podemos afirmar que los monstruos del cine de terror han sido siempre feos porque como encarnadores del mal, son antagonistas de la belleza. Este es el caso de los monstruos o de algunos personajes que aun no siendo monstruos son feos y revulsivos; ejemplos como Carrie, Damien o Jason, entre otros. Pero esta afirmación no es válida para el cine de horror clásico americano en el que las mujeres han sido las protagonistas. Si echamos la vista atrás el cine de terror de la factoría de los sueños no se portó tan mal con las mujeres a la hora de caracterizarlas ya que, en general, son mujeres guapas.

La mujer rebelde: icono del arquetipo femenino en el cine de terror

El inicio de la temática del mito que nos ocupa en el cine se produce en la década de los años veinte. En 1922 el danés Benjamin Christensen estrena HÄXAN, película sobre la persecución de las brujas en el Medioevo. En 1927, Henrik Galeen, inspirándose en la novela de H.H. Ewers, MALRAUNE ("Mandrágora"), dirige una película del mismo título, y, un año después, el film de G. W. Pabst, DIE BÜCHSE DER PANDORA (Lulú o La caja de Pandora-1928), presentan ya de forma clara el tema de la mujer fálica, castradora, y destructora del hombre. Las protagonistas de ambas películas, Alraune y Lulú, aúnan, en su personalidad los rasgos báquicos, brujeriles y vampíricos.

Ahora bien; ¿por qué la bacante, la bruja y la vampira son rebeldes? Precisamente porque sus actuaciones ponen en duda continuamente las bases de la organización social patriarcal centrada en la familia y en la propiedad privada. Veámoslo: si el control del erotismo femenino por parte del varón es la condición indispensable para la existencia de unos patrones patriarcales, las bacantes, brujas y vampiras son adornadas con unos rasgos fuertemente erotizados y sus actuaciones escapan a todo tipo de control masculino. Así estas malvadas se caracterizan por señales externas: vestidos rituales en las bacantes; tercera tetina en las brujas y caninos prominentes en las vampiras; además de la compañía de animales tan peculiares como serpientes, gatos, cabras o murciélagos.

Sin embargo, nos preguntamos ¿Cuáles son los rasgos distintivos de la bruja o la vampiresa? Ya en los relatos míticos antiguos observamos que se considera a la mujer especialmente peligrosa en el terreno sexual. Fruto de una larga tradición occidental, la sexualidad de la mujer ha sido vista como algo «antinatural» y la mujer ideal era, por consiguiente, aquélla que no manifestaba ningún apetito en este terreno. Como contraposición, la vampiresa expresa sus pulsiones eróticas sin inhibiciones y despliega, además, en el terreno del sexo, una variada gama de atractivos destinados a hacerse con la iniciativa de la seducción, reservados, tradicionalmente, al varón.

A grandes rasgos, con la vamp aparece en el cine la figura de la mujer sexualmente agresiva, producto de las fantasías homosexuales, paranoias y miedos masculinos proyectados en ellas. Estas demoníacas «mujeres fatales» que, como Theda Bara, representan al arquetipo de la tentadora, fatal destructora de los enamorados, tiene todos los visos de ser el producto de la superposición de tres aspectos sexuales y vestimentarios de la feminidad: la mujer, el travestido y el homosexual. De ahí el ambiguo y morboso atractivo que emanaban estas mujeres tan perversas y tan seductoras.

El mito de la mujer fatal -sobre el que se asientan las bases de nuestras perversas y malvadas- surge en el siglo XIX, en una época marcada por la Revolución Industrial y el nacimiento de la sociedad burguesa, caracterizada por una doble moral que encerraba a las esposas entre las cuatro paredes de la casa, mientras los maridos buscaban fuera el placer sexual.

Desde el principio existe, por tanto, la dualidad que identifica al hombre con el bien y a la mujer con el mal. Afirma González Ovies que “el género femenino, en los albores de la humanidad no desempeña otro papel, según testimonian múltiples pasajes, sino el de encarnar la fuerza del mal”. Por consiguiente, a la mujer se la identificaba con la astucia, la trampa, la monstruosidad, la locura, y con el empleo de artimañas y trampas para llevar al hombre a la destrucción. Por lo que el modelo de la mujer orgánica, activa y sensual, que disfruta de los placeres del sexo, se considera muy negativo.

Sin embargo, el cine norteamericano no tuvo más opción que rendirse ante la gran popularidad de estas vampiresas, y acabó importando el estereotipo. Theda Bara, icono de las primeras vampiresas y una de las más admiradas en Hollywood, fue publicitada como “la mujer más perversa del mundo.”

La lista de perversas, feas, seductoras y malvadas es inagotable. Me limitaré exclusivamente a refrescarles la memoria con mis preferidas -que estoy segura, también serán las de ustedes: la vampira, la novia de Frankenstein, la mujer pantera o Nicole, la eterna diabólica de LES DIABOLIQUES (Las Diabólicas-1955), entre otras.

Comenzamos la lista con el personaje de Lulú, la protagonista de Lulú o La caja de Pandora

- Lulú o la caja de pandora

Como ya dijimos antes, el film de G. W. Pabst, Lulú (o La caja de Pandora), presenta el tema de la mujer fálica, castradora, y destructora del hombre.

Quizás una de las más perversas protagonistas de la historia del cine haya sido Lulú. El personaje creado por Wedekind destaca por su monstruosidad; sin conciencia ni remordimientos, seduce y siembra la muerte a su paso. El que la posee encuentra su perdición, y ella no se libra del merecidísimo y mortal castigo. Lulú nombre de perfume barato para una devoradora de hombres que al final acaba prostituyéndose y siendo asesinada por Jack el destripador.

Estas fatales decimonónicas normalmente se caracterizan por su rostro ambivalente, que les permite mostrarse como ángeles o demonios, según las ocasiones y provocan sentimientos de amor y odio al mismo tiempo. Su seducción puede alcanzar tintes hipnóticos y privar a la víctima de toda razón. Su mirada es fascinante, seductora y asesina; su belleza es imperfecta y a veces tiene algo de andrógino, como la pelusilla sobre el labio superior, lo que aterroriza a los hombres, que fetichizan el cuerpo femenino en busca de algún tipo de alivio. Otras características de este tipo de fémina son sus movimientos felinos y sus curvas sinuosas, envueltas en pieles, encajes y transparencias, maquilladas y perfumadas, artificiales y misteriosas, muestran su cuerpo sin pudor, se ofrecen como mercancía, como bailarinas o prostitutas.

No en vano la ambigüedad es uno de sus rasgos más característicos; la mujer fatal es generosa y pérfida, fácil y a la vez inalcanzable; sólo la posee el que se convierte en su esclavo. Y a pesar de su apariencia frígida, con ella el placer es infinito. Eso sí, su posición es la de total dominadora: es ella la que elige y lleva las riendas de la relación. Cuando el enamorado se le declara, la fatal ya conocía sus sentimientos desde hace tiempo, por lo que se muestra indiferente. Pero una vez rota la relación, ella vuelve a atraer al amante, para seguir jugando con él. Sólo puede ser amada a distancia, ahí reside el secreto de su fascinación, en su banalidad, en ser igual a las otras pero a la vez diferente, fatídica. Sólo el dandy puede gozar sin temor de esta mujer inmoral, peligrosa pero disfrazada de bondad, que despierta en el hombre el complejo de Edipo pero que al final resulta no ser más que una falsa madre. Y como manda la tradición, la fatal merece al final ser castigada con la muerte.

Otro de los ejemplo en el cine de terror es

-La novia de Frankenstein

A pesar de llevar todo el peso de la película, la novia de Frankenstein solo aparece al final de la misma, y aunque su imagen en la pantalla solo duró pocos minutos, la imagen de Elsa Lanchester como la novia de Frankenstein, ha quedado en la memoria colectiva como un icono de los monstruos del terror. A diferencia de otros y de otras -como el caso de la novia de Drácula- ella tiene una belleza angelical. Al mismo tiempo es maravillosa pero provoca horror y se horroriza ella también al ver al Monstruo de Frankenstein.

El Monstruo en esta película empieza a ser consciente del efecto que produce su presencia en el mundo: conoce su fealdad, se esfuerza por relacionarse pacíficamente con los demás, aprende a hablar y expresa el deseo de tener “ una mujer como él”. Pero ella es demasiado perfecta y sofisticada para aceptar al monstruo en toda su imperfección, y chilla aterrorizada cada vez que intenta cogerle la mano.

Y qué decir de la vampira, la vampira es el prototipo de personaje femenino en el cine de terror que más logra acercarse a la imagen de mujer perversa en todas sus facetas.

-La vampira

A pesar de que las historias de vampiros siempre están protagonizadas por personajes masculinos, fue sin duda alguna, la malvada Condesa Bathory la inspiradora de los textos en los que se han basado las leyendas y películas vampíricas: Bathory ha sido la inspiradora tanto de la Carmilla de Le Fanu como del Conde Drácula de Bram Stoker y del resto de vampiros de la literatura de ficción. Conocida como la condesa sangrienta, a Erzsébet Bathory en 1611 se la acusaba en Hungría (país supersticioso donde los haya) de haber mandado secuestrar y de haber desangrado tanto a animales de matadero, como a jóvenes que vivían en los alrededores de su castillo de Csejthe, cercano a los Cárpatos. Los relatos de la época contaban que experimentaba un intenso placer al beber la sangre de sus víctimas, e incluso en llenar su bañera, con el objetivo de preservar durante el mayor tiempo posible su juventud y belleza.

Y a pesar de que, como hemos dicho, la Condesa Bathory fue la inspiradora de los relatos vampíricos, el cine comenzó la saga vampírica con el personaje de Drácula. Aunque lo más lógico es que, tarde o temprano, éste tuviera descendencia. Nos referimos a DRACULA'S DAUGHTER (La hija de Drácula-1936) de Lambert Hyllier, quien se anunciaba como «más sensacional que su inolvidable padre», interpretada por una Gloria Holden, chupadora de sangre con tendencias lésbicas. La condesa Zaleska es una aristócrata de elegancia artificiosa, de tez cadavérica y en consecuencia poco atractiva. El crítico Juan Tebar dice que llama la atención que Otto Kruger, el doctor protagonista de la historia se sienta eróticamente fascinado por la dama en cuestión, a pesar de tener una secretaria guapísima. Seguramente le atraía de la condesa, precisamente, su aroma fúnebre de perversidad.

Una de las escenas más impactantes para la sociedad de la época fue aquella en la que una jovencita se convierte en víctima de la Condesa, quien seduce a la muchacha haciéndola creer que desea usarla para modelo, cuando sus pérfidos planes son otros. Durante esa escena se tambalean los códigos de censura cinematográfica de la época.

A nadie se le escapa que el vampiro es el más erótico de todos los personajes que pueblan la cinematografía terrorífica: tras cada mordisco en la yugular se esconde el acto más erótico... No obstante, es curioso, que sean las mujeres las víctimas de tan exquisito bocado. Rara vez encontramos un vampirismo ejercido por parte de las mujeres hacia los hombres y sí de mujer a mujer. Sencillamente, es por esta razón por que se dice que las vampiras son lesbianas. Generalmente, la victimización de la mujer es más bien la excusa para explicar que son presa fácil de sus debilidades y que por ello, deben ser protegidas como niñas indefensas. Un criterio al fin, que los hombres han sabido explotar cabalmente. Pero no nos olvidemos de que la vampiresa representa el dominio sexual de la mujer sobre el hombre, por lo que destruyéndola a ella se destruye igualmente dicho dominio.

Como dice Carlos Díaz Maroto esta película resalta con sorprendente explicitud el lesbianismo del personaje principal, mientras que en el Drácula de Lugosi los productores instaron a que este no mordiera a ningún hombre para no resaltar ninguna condición homosexual. Drácula, tanto en la novela como en las películas, sólo se interesa por las mujeres (a los hombres puede torturarlos o matarlos, pero jamás les chupa la sangre). Las excepciones que confirman la regla fueron NOSFERATU: EINE SYMPHONIE DES GRAUENS (Nosferatu el vampiro-1921), de Murnau, en la que el director da rienda suelta a sus pulsiones pederásticas y homosexuales y el inteligente tratamiento que, de las relaciones de los vampiros con las mujeres, hace Polanski en THE FEARLESS VAMPIRE KILLERS OR: PARDON ME, BUT YOUR TEETH ARE IN MY NECK (El baile de los vampiros-1967), introduciendo en su famosa película a un vampiro homosexual, con el que los espectadores se vieron pronto identificados -no necesariamente en cuanto a tendencias sexuales se refiere, sino por la comicidad y un cierto sentimiento de desvergüenza que de él se desprendía.

Si los actos que cometen los vampiros no deben quedar impunes, los de las vampiras con más motivo. De igual modo que la destrucción de la bruja medieval se realizaba de forma ritual, también se sigue todo un ceremonial de tipo mágico para aniquilar a las vampiresas. ¿Qué es lo que se intenta destruir? Bajo la simbolización de la mujer vampiro, se esconde una idea mucho más generalizada, es decir, puesto que la vampiresa representa el dominio sexual de la mujer sobre el hombre, destruyéndola a ella se destruye igualmente dicho dominio. Estamos hablando de destruir a la mujer fálica ya que previamente ha castrado al hombre, en el sentido de que le ha quitado el derecho a mandar y a obligar, a estar por encima de la mujer y estar encima de la mujer. Cuando la mujer se rebela, toma consciencia de sus derechos, de sus facultades y comienza a hacer uso de la dependencia, convirtiéndose en la mujer fálica. Así es como se ve ese rol de la mujer dominadora y no dominada, insumisa en vez de sumisa.

Precisamente, estudios sobre brujería de pueblos primitivos actuales ponen de relieve el hecho de que los movimientos de caza de brujas, y la supuesta proliferación de las mismas, se dan en épocas de cambio social, en las que las mujeres consiguen algunos nuevos derechos, que son vistos por los varones, consciente o inconscientemente, como una amenaza a su seguridad y status privilegiado. Según la feminista Eva Figues, el individuo que domina a las mujeres sólo puede admitir otra opción: ser dominado por ellas. Para evitar esta segunda disyuntiva, los varones organizan movimientos de caza de brujas. En ellos está implícita una idea conservadora. La mujer es peligrosa y debe ser sometida de nuevo al orden establecido, o sea, al orden impuesto por el varón. Denigrando, calumniando y persiguiendo públicamente a ciertas mujeres, consideradas como líderes de la rebelión, se conseguirá «integrarlas» de nuevo, aunque para ello sea preciso utilizar la tortura, el asesinato y demás posturas de fuerza.

 

Continuará...