EL MAYO FRANCÉS
En mayo de 2008 se publicó en 45 RPM y en enero de 2025 se revisó este artículo acerca del cuadragésimo aniversario del Mayo Francés, de uno de los movimientos más importantes y contradictorios del pasado siglo. Un conflicto nacido en las aulas universitarias de París encendió la chispa de una rebelión contra los mismísimos cimientos del mundo de posguerra, contagió su fervor a los trabajadores y sirvió de inspiración a movimientos similares en Italia, Checoslovaquia, Alemania, Estados Unidos, México, Japón. Esperamos que estas líneas ayuden a entender de qué se trató.
"Somos tan étnicos ahora, con nuestro pelo largo y toda esa mierda. Pero cuando vamos a las cosas que la civilización necesita para funcionar... ¿Quién va a ser el recolector de la basura? Ninguno de nosotros desea serlo. La mayoría de nosotros diría: 'eso está por debajo de mí, yo no voy a hacer ese trabajo'" (John Fogerty, entrevista en Rolling Stone, 1969).
"EL CAOS SOY YO"
En
la semana del lunes 20 al viernes 24 de mayo de 1968, el gobierno de una de las
cuatro o cinco principales potencias mundiales estaba acorralado. Más de nueve
millones de trabajadores se habían declarado en huelga y ocupaban sus fábricas;
las universidades llevaban semanas tomadas por los estudiantes; no funcionaban
el
transporte público, el correo, la televisión, los aeropuertos, los
ferrocarriles, los astilleros; la gente común ayudaba a los estudiantes a
escapar de la represión de una policía que había perdido el control de la
calle; piquetes de agricultores bloqueaban el acceso a la ciudad de Nantes. A
mitad de la semana siguiente, la rebelión se batía en retirada; unas pocas
semanas después, el partido del gobierno alcanzaba una mayoría inédita de 60 % de
los votos en elecciones convocadas de apuro. ¿Qué pasó?
Repasar los lemas de la protesta produce una sensación extraña: evocan menos a Lenin o Marx que a los avisos ganadores de los Premios Clio. (Uno de los graffitis más festejados rezaba "soy un marxista de la tendencia de Groucho"). Repasar la situación francesa de esos días tampoco ayuda: había sectores que se habían quedado rezagados, pero la mayoría del país gozaba de una prosperidad nunca vista; uno de los lemas de la protesta era nada menos que "no queremos un mundo donde la garantía de no morir de hambre supone el riesgo de morir de aburrimiento".
Los
manifestantes levantaban banderas con retratos del Che Guevara, Mao, Trotsky,
pero eran mirados con desconfianza por la cúpula del PCF, el Partido Comunista
Francés. Hasta la principal central sindical,
la CGT, que adhería a las protestas, se sentía
incómoda ante gente que proclamaba que estaba "prohibido prohibir", o
que "el aburrimiento es contrarrevolucionario", o el famoso "la imaginación al poder". Los estudiantes
se miraban en el espejo de una interpretación idealizada (y totalmente errónea) de la agitación
estudiantil que, bajo el nombre de "Revolución
Cultural", llevara a China Comunista al caos y a la violencia
entre 1966 y 1967, pero inspiraron a movimientos pacíficos que se oponían al
orden cerrado del comunismo prosoviético en las universidades de Praga, o al
inmovilismo del insuperable oxímoron mexicano de un Partido
Revolucionario Institucional. ¿Entonces
no era de izquierda el movimiento del Mayo Francés? ¿No proclamaba que
"la humanidad no será feliz hasta
el día que el último burócrata sea ahorcado con las tripas del último
capitalista"?
¿Qué se puede decir de un movimiento que, parodiando la famosa frase de Luis XIV, afirmaba que "el caos soy yo"?
"ABAJO DE LOS
ADOQUINES ESTÁ
LA PLAYA"
Antes de
intentar llegar a una conclusión, y en beneficio del eventual y acaso
inexistente lector de este informe, convendría apurar una crónica de eso que se
conoce como el Mayo Francés. Que, y esta es la menor de las paradojas, comienza
a principios de ese año, con quejas de los estudiantes por la escasez del
presupuesto universitario y por la falta de preparación para enfrentar las
complejidades del mundo laboral. El 22 de abril se suma una causa a la
agitación: ocho estudiantes de
la Universidad de Nanterre que
encabezaban una protesta contra la Guerra de Vietnam, entre quienes estaba Daniel
Cohn-Bendit, uno de los posteriores líderes del movimiento,
fueron arrestados en el marco de una represión policial desmedida.
Mayo
comenzó con una reunión de estudiantes en la plaza de
la Universidad de
La Sorbona, en apoyo a
Cohn-Bendit y sus camaradas. Sin mediar provocación, la policía volvió a
comportarse de modo prepotente, y esto llevó a las organizaciones de
estudiantes y de docentes a llamar a una huelga. La respuesta del gobierno de Charles De
Gaulle fue aumentar la represión, con el resultado de que la opinión
pública se puso del lado de los estudiantes. Lo que es más importante, la clase
trabajadora tomó el ejemplo del estudiantado y radicalizó sus reclamos, lo que
tomó desprevenidos tanto a la dirigencia sindical como a la del
vetusto y estalinista PCF.
En
la primera semana de mayo se generalizaron los enfrentamientos entre la policía
y los manifestantes, con los vecinos de París tomando partido abiertamente por
estos últimos. La situación se salía de control, y
la CGT convocó a una huelga
general para el lunes 13.Ese
día los estudiantes detenidos fueron liberados, pero la atención se desplazó a
una marcha sindical que contó con una concurrencia de 200 mil personas. Por la noche, fue tomada
La Sorbona: los
universitarios colgaron pósters de Marx, Lenin, Trotsky, Mao, Fidel Castro, el
Che Guevara. El eslogan preferido era ahora “todo es posible”. Y ése es el verdadero comienzo del Mayo
Francés.
"SEAMOS REALISTAS, PIDAMOS LO IMPOSIBLE"
En
La Sorbona
ocupada, mientras en algunas facultades se debatía abiertamente sobre la
organización de una sociedad sin clases sociales, en su Escuela de Bellas Artes
se diseñaban los afiches de la protesta. (En esta nota se incluyen tres de
ellos). No es la menor de las (tantas) paradojas del movimiento que tales
afiches, con textos como "no descansaremos hasta que el último burgués
cuelgue de la rama más alta" terminaran
engalanando las colecciones de los mismos burgueses
millonarios a los que se
prometía colgar.
