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PAPPO: ROCK AND ROLL Y FIEBRE

En estos días me hice de Pappo x Juanse, el disco homenaje de Juanse al Carpo, en particular a su avatar Pappo's Blues, y me regalaron el libro 100 veces Pappo, de José Bellas y Fernando García, que fuera editado el año pasado. Así que adivine el eventual y acaso inexistente lector acerca de qué personaje del rock argentino pueden tratar estas líneas.

Oscar Wilde solía lamentarse, o simulaba lamentarse, de que había puesto todo su genio en su vida y sólo su talento en sus obras. Hay artistas cuya personalidad es tan desbordante y original que el relato de los episodios de su vida eclipsa a su arte, por más brillante que éste sea. Tal vez se deba a que a absolutamente todos los seres humanos nos gustan las buenas historias; en cambio, el agrado por una u otra obra artística siempre está condicionado por sesgos que poco tienen que ver con el arte. Hay quien desprecia a Cortázar por sus opiniones políticas; hay quien no se ríe con el episodio de Seinfeld en que Elaine va a buscar a Peterman a Birmania porque nunca vio Apocalypse now y por ende no capta que es una parodia fenomenal; hay quien rechaza a Los Redonditos de Ricota porque era la banda preferida de los compañeros de escuela que lo hostigaban en los recreos; hay quien detesta a Fito Páez porque le gustaba a una novia que lo dejó. Con Pappo existe en grado mayúsculo ese riesgo de quedarse sólo con el personaje: algunas de las anécdotas de su vida tal vez se cuenten dentro de cien años, olvidada su música y olvidado su nombre. Por caso ésta, digna de Kafka, que está en la página 55 del libro de Bellas y García: "para muchos, el más grande baterista de la Argentina es Lucio Mazaira. En un momento, tuvo un violento giro espiritual y sintió que Dios no lo dejaba tocar más, y en el paroxismo del delirio místico dicen que llegó a arrancarse los dientes con una pinza. Una noche que Michel Peyronel había volcado y debian cumplir con un show de Riff en Hangar, Pappo se lo tomó con calma. Fue a verlo a Mazaira y lo convenció de que si tocaba encapuchado, Dios no lo iba a ver. Y así fue que el cuarteto atendió el compromiso con un misterioso baterista al que apenas se le veían los ojos".

Con Pappo existe además el problema de que el previsible tono de cualquier recopilación de sus historias nos haga rechazar al personaje entero. Su idea de que si una canción "tiene más de tres acordes no es rock" es probablemente correcta, pero irrelevante: si entonces Beds are burning o Just o Get ready for love no son rock, el que se jode bien jodido es el mero rock. Sus anécdotas más sensacionales tienden a pintarlo como a un macho alfa sociópata, fierrero y putañero, ahí nomás de Pomelo. Su afición por los prostíbulos armoniza muy mal con la (bien que muy recientemente adquirida) sensibilidad social por las mujeres víctimas de las redes de trata. Su gusto por las bromas pesadas y su comportamiento violento nos generan esa risa nerviosa e inauténtica propia de los nerds a merced de los bullies. Y es injusto, porque el Carpo no era un mal tipo, sino todo lo contrario. Era capaz de momentos sublimes de generosidad, como cuando, según recuerda Botafogo, le dejó toda la recaudación de un show en Mar del Plata a un mendigo que dormía en la calle.

Bellas y García tienen claro que la mayoría de sus lectores compra el libro esperando una buena cantidad de anécdotas del South American Rock & Roll Way of Life. Pero igualmente tienen en claro que un libro así no hace justicia al personaje, que fue un excelso guitarrista de blues y rock y un compositor de curiosa genialidad, capaz de orillar el satori con su poética de la inquietud metafísica, hecha de sintaxis fracturada e imaginería barrial (Nada estoy sabiendo, Nervioso visitante, Hansen, Hubo distancias en un curioso baile matinal, El brujo y el tiempo, Algo ha cambiado). El volumen contiene también una entrevista de Fernando García a Pappo pocos meses antes de muerte, y un muy recomendable texto de Pablo Schanton que lo reivindica como letrista de rock. ¿Que de dónde le venía a Pappo esa forma de ser, esa chispa de genio que le permitía decir de los arreglos de vientos de Buscando un amor que "parecían las piñas de Batman"? David Lebón, que vivió en la casa de Pappo unos meses hacia 1971, recuerda que una madrugada la abuela de Pappo les reprochó que hacían demasiado ruido, y cumplido esto la anciana "se metió en un ropero" (página 79). ¡Cómo no creerle al Ruso que "después de ver eso entendí mejor la personalidad increíble que tenía Pappo"!

Por su parte, el disco de Juanse se concentra en el legado de Pappo's Blues, básicamente sus álbumes de los setenta, más algunas pocas canciones de sus dos discos de los noventa. con la yapa de Una casa con diez pinos, el maravilloso tema de Manal que Pappo grabó en Blues local porque creía que era una ignominia que nadie se acordara de esa banda. Quedan afuera los temas de sus otros esporádicos discos solistas, los de Riff y, para mi especial disgusto, los de Aeroblus, que editó un disco notable en 1977 y se perdió en el olvido. No hay reformulaciones radicales de los temas, como por otra parte era esperable, aunque sí algunas interesantes decisiones de producción, como el violín y el acento santiagueño de la voz de Peteco Carabajal en Trabajando en el ferrocarril. (¿Te resultó chocante? ¡Como si cantaran igual un negro de Chicago que un cajun de Luisiana, un chicano de California o un inglés de Sheffield!). Sí, claro, esas letras sin la voz de Pappo no son lo mismo, porque en todo tributo habrá erudición rockera donde antes había candor. Ni hablar de sus solos de guitarra, aunque nadie hace papelones, y Gabriel Carámbula se luce a menudo. Pero Pappo x Juanse es una buena puerta de entrada a la obra de Pappo, en especial si tenés 14 años y te resulta intolerable el sonido de los discos originales, grabados a los ponchazos hace cuarenta años. ¿Mis preferidas? La apertura con Hombre suburbano, la mencionada Trabajando en el ferrocarril, Desconfío en una versión con Juanse y Andrés Calamaro armonizando sus voces, Sucio y desprolijo con Cristian Cary de La Triple Nelson, Tomé demasiado, El viejo y Una casa con diez pinos.

* 100 veces Pappo: las increíbles historias del último rocker argentino. José Bellas y Fernando García. Ediciones B Argentina, Buenos Aires 2014. 1a. edición.

* Pappo x Juanse. Pelo Music, 2014. Juanse, con invitados como Peteco Carabajal, Gabriel Carámbula y Andrés Calamaro, entre otros.

 

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