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Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia

LOS PRIMEROS EUROPEOS EN CHINA

Breve informe acerca de los primeros europeos de los que se tenga noticia que llegaron a China. No te vayas a creer que siempre fue tan fácil como tomarse un avión, ni que los problemas principales fueran sortear las preguntas de los funcionarios de Migraciones o aguantarse los trastornos provocados por el jet-lag...

 

PRIMERAS RELACIONES ENTRE CHINA Y EUROPA
La primera prueba de una relación comercial entre China y el mundo mediterráneo data del siglo I antes de nuestra era, y es el furor por la seda que se registró en el Imperio Romano. La seda sólo se producía en China en ese entonces, y llegaba al Mediterráneo a través de caravanas que cruzaban los desiertos de Asia Central, Persia y Siria. La ruta marítima a través del Océano Índico sólo comenzaría a ser empleada a partir del siglo II de la era cristiana. (Clic para ampliar en el mapa de abajo a la derecha).
El uso de prendas de seda desató una fiebre tal que el Senado romano tuvo que prohibirlo: las cantidades de oro que salían del Imperio para pagar la seda eran tan grandes que amenazaban la estabilidad del mismo. Esto, que hoy llamaríamos un descontrolado déficit comercial, sería la característica del comercio europeo con India y China durante dieciocho siglos, y ya hemos visto en otra nota los métodos que hicieron falta para revertirlo.
El historiador Floro registra una visita de embajadores de un pueblo llamado Seres al emperador romano Augusto, quien reinara entre el año 27 A . C. y el 14 D. C. Tradicionalmente se ha interpretado que "Seres" debe ser entendido por provenientes del extremo oriental de Eurasia, o sea China ni más ni menos. El primer contacto inequívoco se produjo hacia el año 100 de nuestra era, cuando el emperador chino Ban Chao emprendió una campaña contra los nómades de Asia Central, en el curso de la cual un enviado suyo, Ga Yin, viajó hacia Occidente, visitando los establecimientos comerciales romanos de la costa oriental del Mar Negro. Desde esa época, los chinos conocían que al otro extremo del mundo conocido había un imperio tan poderoso como el propio, al que llamaban Daqin: La Otra China.

La primer embajada que un emperador romano dirigiera a su par oriental data de 166. Crónicas chinas narran una visita que el emperador Huan recibiera de enviados de "Antún, rey de Daqin". "Antún" puede referirse al emperador Antonino Pío, que había muerto en 161, o a su sucesor Marco Aurelio, miembro de la misma dinastía de los Antoninos. La embajada llegó desde el sur, casi seguramente por mar; entre sus presentes había cuernos de rinoceronte, marfil y conchas de tortuga, así como, muy posiblemente, un tratado de astronomía. Por esa época, el mapa de la Geografía de Ptolomeo revela que el mundo romano conocía la existencia de China.
LOS FRANCISCANOS JUAN Y BENEDICTO
En 1245, el Papa Inocencio IV decidió enviar una misión diplomática al Gran Jan mongol, cuyas hordas, tras conquistar casi el Asia entera (1) habían hecho una incursión, unos pocos años antes, por Polonia y Hungría, arrasando con todo lo que encontraban a su paso. Un destacamento mongol incluso llegó a unos centenares de kilómetros de Venecia.
Los enviados fueron dos franciscanos, Juan da Pian del Carpine y Esteban de Bohemia. Juan (nativo de Umbría) había pasado los sesenta años, y había sido compañero de Francisco de Asís. Esteban, por razones de salud, no podría completar el viaje, siendo reemplazado por Benedicto de Polonia.
Juan partió de Lyon el Día de Pascua, 16 de abril de 1245. En Breslau, actual Wroclaw, se le sumó Benedicto. La primera etapa del viaje los llevó al puesto avanzado mongol en Rusia, ubicado sobre la ribera del río Volga, cuyo comandante era Batu, descendiente de Temujin, también llamado Gengis Jan (imagen) (2). El siguiente Día de Pascua, el 8 de abril de 1246, lograron el permiso para entrevistar al Gran Jan, llegando el siguiente 22 de julio a su campamento de Sira Orda, o "Pabellón Amarillo", ubicado cerca de Karakorum, en la actual Mongolia (3). Un tremendo viaje de 4800 kilómetros en 106 días.
Cuando los franciscanos llegaron, había muerto el Jan Ogodai, y su hijo mayor Guyuk estaba esperando su elección formal en una gran asamblea tribal, llamada Kurultai. Tras la coronación, los padres mantuvieron una breve entrevista con el nuevo Jan, en la que le entregaron una carta del Papa Inocencio IV en donde le solicitaba su conversión al catolicismo y su alianza contra el Islam.
 
Guyuk, que era entonces sin ninguna duda el hombre más poderoso de la Tierra, rechazó desdeñosamente la exhortación y en cambio demandó que el Papa y todos los soberanos de la Cristiandad se presentaran a jurarle obediencia. Los franciscanos iniciaron el duro regreso en noviembre, y no llegaron a Kiev sino el 10 de junio del año siguiente. La larguísima travesía, en buena medida desarrollada durante el feroz invierno del corazón de Eurasia, fue toda una prueba para Juan, que además de ser un hombre mayor era bastante gordo; el alimento solía limitarse a mijo cocido en agua y sal, y para obtener algo que beber a menudo debían derretir nieve.
 
A su regreso a Lyon, ambos redactaron sendos informes. El de Benedicto se llamó “De Itinere Fratrum Minorum ad Tartaros", "el viaje de los hermanos menores [franciscanos] a los Tártaros". El de Juan recibió diferentes nombres: "Historia Mongalorum quos nos Tartaros appellamus" ("historia de los mongoles, a los que llamamos tártaros") o "Liber Tartarorum" o "Liber Tatarorum" ("libro de los tártaros"). Este último abunda en descripciones sobre geografía y clima de los países recorridos, así como costumbres, religión, carácter, historia, política y tácticas militares de los mongoles, y discute la mejor manera de enfrentarlos.

 

En 1249 este viaje fue repetido por otro fraile, Andrés de Longjumeau, con los mismos escasos resultados.
GUILLERMO DE RUBRUCK
En 1254, un fraile oriundo de Flandes, Guillermo de Rubruck (Willem van Ruysbroeck), recibió órdenes del Rey de Francia, San Luis IX, de partir al interior profundo de Asia para convertir al cristianismo a los mongoles y atraerlos a una alianza contra el Islam. (No eran los tiempos de Bush y Blair sino los de la Séptima Cruzada). Lo acompañaron Bartolomé de Cremona, un ayudante llamado Gosset y un traductor llamado Abdulá.
Los viajeros cruzaron el Mar Negro y desembarcaron en Crimea, siguiendo viaje por Rusia y Asia Central hasta arribar a Karakorum en la Pascua de 1254. Guillermo encontró allí otros europeos, que habían sido esclavizados durante la incursión mongola en Polonia y Hungría en 1241: menciona a un parisino, Guillaume de Buchier, a una alsaciana llamada Paquette, y a otros esclavos húngaros y rusos. Los resultados fueron tan escasos como los obtenidos por sus predecesores, por lo que regresaron por el mismo camino, arribando a Chipre en la primavera boreal de 1255. Guillermo presentó a su rey un informe titulado “Itinerarium fratris Willielmi de Rubruquis de ordine fratrum Minorum, Galli, Anno gratia 1253 ad partes Orientales”.
Guillermo fue el primer europeo occidental en probar que el Mar Caspio era un mar cerrado, y que sus aguas no confluían con las del Océano Ártico.
(En la imagen de la derecha, un mapa de su viaje).
LA FAMILIA POLO
Dos comerciantes venecianos establecidos en Constantinopla, Nicolás y Mateo Polo, habían llegado en 1266 a la capital mongola, la actual Pekín (o Beijing) viajando por la ruta de Rusia y Asia Central, y regresado para 1269. En 1271 emprendieron un nuevo viaje, esta vez acompañados de Marco, hijo de Nicolás, y por un camino diferente: de Venecia a Siria por mar, luego por tierra por Armenia hasta Basora. en el actual Irak, entonces por barco hasta Ormuz (Irán) y de allí por tierra a través de Persia y Asia Central, en una etapa cargada de peripecias, arribando a Pekín en mayo de 1275, luego de tres años y medio de viaje.
Pekín era entonces una ciudad rodeada de una muralla de más de 38 kilómetros de perímetro. Si hemos de juzgar por el relato de Marco Polo, los visitantes europeos le cayeron bien al Gran Jan Kubilai, en especial él mismo, quien por su capacidad de observación fue destinado a diversas misiones en el vastísimo imperio, en tierras tan exóticas para un europeo como Mongolia, Indochina, Birmania y Ceilán. Con el tiempo, Marco incluso llegó a ser gobernador de Yangzhou.
En 1295, los Polo por fin pudo volver a su tierra, esta vez por vía marítima, a través del Mar de la China, los estrechos malayos y el Océano Índico hasta Persia, desde donde siguieron por tierra hasta el Mar Negro, y desde allí regresaron en barco a Venecia.
Al caer prisionero de los genoveses hacia 1297, Marco Polo tuvo tiempo de relatar sus experiencias a su compañero de celda, Rusticello de Pisa, quien las puso por escrito en un libro que pronto fue conocido como "Il Milione" ("el millón", en referencia a la escala gigantesca de todo lo relatado). "Il Milione" abunda en apuntes sobre usos y costumbres, historia, geografía y fauna. Dada la presencia de unas cuantas inexactitudes y fantasías, así como la increíble ausencia de referencia alguna a la Gran Muralla, se ha llegado a poner en duda que el veneciano hubiera viajado realmente a la China de los mongoles.
El impacto del libro fue tremendo, despertando una enorme avidez de conocimiento por tierras exóticas y preparando el camino a la era de la expansión marítima europea.
[Nota: no hace al tema de la nota, pero cabe señalar que por esta época también hubo misiones diplomáticas en sentido contrario. En 1274, el Ilján Abaqa envió una delegación a Europa para concertar una alianza antimusulmana con los reyes cristianos, que fue recibida en el Segundo Concilio de Lyon; en 1287, un monje nestoriano de origen uigur, Rabban Bar Sauma, fue enviado a Europa por el Ilján Argún con el mismo objetivo. Rabban recorrió Italia y Francia, y se entrevistó con algunos de los líderes más importantes de la época, como los reyes Carlos II de Nápoles y Sicilia, Felipe IV El Hermoso de Francia y Eduardo I de Inglaterra, así como con el Papa Nicolás IV, y escribió un notable relato de la Europa de la Baja Edad Media vista por ojos orientales].

JUAN DE MONTECORVINO Y JUAN DE MARIGNOLLI
Juan fue un franciscano italiano, nacido en 1246, que en su juventud ya había sido distinguido al confiársele delicadas misiones diplomáticas en la corte de Constantinopla. En 1289 fue enviado por el Papa Nicolás IV como su legado personal ante el Gran Jan Kubilai, bien dispuesto ante el cristianismo, así como ante su subordinado, el Ilján de Persia, el Rey de Armenia, el Príncipe de los Tártaros y el Emperador de Etiopía. Partió de Roma hacia Constantinopla, y luego de allí a Persia, llegando a India por mar en 1291. Unos años después emprendió la larga travesía marítima hasta China, llegando en 1294. Cuando arribó a Pekín, encontró que Kubilai había muerto recientemente, pero pronto se ganó la confianza de su sucesor Temur. En 1299 construyó una iglesia, y en 1305 otra, vecina al palacio imperial. Bautizó a unos 150 conversos, les enseñó griego y latín y les dio participación en la misa. Aprendió el mandarín, llegando a traducir a él los Salmos y el Nuevo Testamento: una tarea que en Europa le hubiera costado caro: estaba prohibido trasladar los textos bíblicos a la lengua vernácula. Logró enviar dos cartas al Papa, en 1305 y 1306, quien le remitió siete obispos franciscanos para que colaboraran con él y lo consagraran arzobispo: sólo llegaron tres.

Su labor fue intensa: estableció otras misiones en Zaiton y Amoy, tradujo el Nuevo Testamento al uigur (una lengua turca del Asia Central), se propuso convertir a los ongut, y murió en 1328. Unos años después, Temur comisionó a dos comerciantes genovenes, Andrea Di Nascio y Andaló de Savignone, a solicitarle al Papa que enviara otros monjes para continuar con la tarea de Juan: llegaron a Aviñón en 1336. El Papa envió cuatro frailes, y 50 más en 1338, entre ellos el florentino Juan de Marignolli: sólo 32 llegaron a Pekín a fines de la primavera boreal de 1342, otra demostración de los indecibles rigores de semejantes viajes. Mariginolli y sus compañeros atravesaron los dominios de la Horda Dorada, y su arribo a la capital imperial fue notado por los mandarines al servicio del Jan: los anales de ese año registran la impresión que causaron los corpulentos caballos de los europeos. Marignolli dejó China a fines de 1347, volviendo por mar hasta India. Tras permanecer varios meses virtualmente detenido en Ceilán por causa de los presentes chinos que llevaba hacia Europa, desembarcó en Hormuz, cruzó Mesopotamia y Palestina, y arribó a Aviñón en 1353. Unos años después escribió unos insatisfactorios relatos de sus viajes, que desgraciadamente carecen de ilación alguna y están plagados de gratuitas expresiones de su vanidad.


ODORICO DE PORDENONE


El beato Odorico Mattiussi (o Mattiuzzi) de Pordenone fue un franciscano friulano descendiente de checos, nacido hacia 1286. Hacia 1317 partió de Venecia hacia Constantinopla, y luego de atravesar Asia Menor y Persia. En Ormuz abordó un navío en viaje hacia India, desembarcando en Thana, cerca de Bombay, hacia 1322. Luego de recorrer India, se embarcó en un junco chino hacia Sumatra, Java e Indochina, arribando a Guangzhou (o Cantón) a comienzos de 1323. Recorrió la costa del Mar de la China, e incluso en Amoy encontró a miembros de su orden. Se maravilló con Hangzhou, que en ese entonces era la ciudad más grande del mundo, y siguió viaje por el río Yangzi y el Gran Canal de China, hasta arribar a la capital del imperio del Gran Jan, la actual Pekín (o Beijing), donde permaneció por tres años, probablemente de 1324 a 1327, donde encontró al ya muy anciano arzobispo Juan de Montecorvino. Su viaje de regreso no es descrito en detalle: retornó por tierra, a través de los desiertos del Asia Central y Persia, y se conjetura que tal vez estuvo en el Tibet. Regresó a Italia hacia 1329-30; en mayo de ese último año, contó en Padua sus viajes al fraile Guillermo de Solagna, quien los vertió por escrito.
Odorico murió poco después, en Udine. Los magistrados de la ciudad, profundamente impresionados por el relato de su epopeya, pidieron que se lo honrara con una ceremonia fúnebre pública, a la que asistieron miles de personas. Pronto también se le atribuyeron algunos milagros, por lo que se le consagró una capilla para que recibiera la veneración popular. Varios siglos después, en 1755, fue beatificado. El relato de sus viajes fue traducido del latín al italiano de Toscana y al francés, y fue muy popular durante la Edad Media, tanto que fue plagiado para la composición de una obra sobre las supuestas travesías intercontinentales de un tal Juan de Mandeville, caballero inglés.
LA FAMILIA VILIONI O ILIONI

En 1957, el ejército chino descubrió una lápida en la ciudad oriental de Yangzhou, donde Marco Polo fue funcionario y donde Odorico afirma que había una comunidad franciscana. Contenía inscripciones en latín, que detallaban que allí yacía Katerina Vilioni, hija de Domenico Vilioni, y que había muerto en junio de 1342. Poco tiempo después se encontró la tumba de su hermano Antonio, muerto en noviembre de 1344. En registros públicos de la ciudad de Génova de 1348 consta un Domenico Ilioni, albacea testamentario del comerciante Jacopo de Oliverio, de quien se afirma que se enriqueció en el comercio con "Catay" (China): esto indicaría una cierta presencia de una comunidad mercantil italiana en tan lejanos territorios.
En 1368, los chinos se rebelaron y expulsaron a los mongoles: al año siguiente, el primer emperador de la dinastía Ming hizo lo propio con todos los dignatarios cristianos.
JORGE ALVARES Y RAFAEL PERESTRELLO
En 1513, Jorge Álvares abordó en Birmania un junco capitaneado por Rui de Brito Patalim y se convirtió en el primer europeo en desembarcar en territorio chino en tiempos modernos, al tocar tierra en las Islas Lintin, en el estuario del Río de las Perlas o Zhujiang. Llevaba una carga de pimienta de Sumatra, que al parecer vendió por una buena suma. Empero, el primero en desembarcar en territorio continental chino, ese mismo año, fue un primo de la esposa de Colón, Rafael Perestrello, quien lo hizo en Cantón (hoy Guangzhou). Álvares fue uno de los primeros comerciantes en establecerse en Macao.
FERNÂO PIRES
En 1517, el mercader portugués Fernão (Fernán) Pires de Andrade estableció la primera factoría comercial europea en China, en el citado estuario del Zhujiang, no lejos de Cantón. Los primeros contactos fueron perturbados por las dificultades de comunicación, las diferencias de costumbres, la codicia de los mercaderes chinos y portugueses y los conflictos internos en la corte imperial, y teminaron en combate abierto en 1521; Pires de Andrade moriría, unos años después, en una prisión china. Una crónica local, un poco posterior, nos suministra el punto de vista de los ciudadanos del Imperio del Medio: "hacia fines del reinado de Ching-Te, un pueblo a quien no se reconocía como tributario de China, los llamados Feringhis (4), unidos con una multitud de la chusma, se infiltraron en la bahía entre T'un y Kwait Ch'ung y levantaron barracas y fuertes, instalaron muchos cañones para hacer la guerra, capturaron islas, mataron gente, robaron barcos y aterrorizaron a la población con su fiero dominio sobre la costa" (Historia del cristianismo, Paul Johnson).
LOS JESUITAS EN LA CORTE DEL HIJO DEL CIELO
Luego de Pires hubo muchos comerciantes portugueses que llegaron a China, y más adelante sería el turno de holandeses e ingleses. Pero para cerrar este informe contaremos la historia del intento de la Sociedad de Jesús por evangelizar a China.
Siguiendo la historia, había dos estrategias posibles. Una era la evangelización de los sectores postergados de la sociedad, que fue lo que hicieron los primeros cristianos en el mundo mediterráneo. Esta táctica era abominada por las potencias coloniales tanto como lo fue por los emperadores romanos, debido a que implicaba la erosión del orden existente; como se diría con términos que hoy están de relativa moda, afectaría "el clima de negocios". Y asimismo, por razones casi diríamos de clase social, repugnaba al Papado y a los superiores de todas las órdenes, tanto dominicos como jesuitas y franciscanos.
La otra era ganarse al monarca y la corte e imponer la religión desde arriba, a través de conversiones en masa y a menudo usando la fuerza: éste fue el método usado en la Europa bárbara durante el milenio posterior a la caída de Roma, y luego también en América. Desde el comienzo fue la estrategia a seguir, pero en China esto implicaba confrontar con una de las civilizaciones más antiguas, refinadas y arrogantes del mundo. La táctica de los jesuitas (los primeros que intentaron la evangelización de Asia Oriental) fue asumir una postura de conveniente humildad ante el Hijo del Cielo.
El primer enviado fue el padre italiano Matías Ricci, en 1583. Ricci dijo al Emperador que "pese a la distancia, me llegó la fama de las notables enseñanzas y las excelentes instituciones que la corte imperial ha otorgado a todo su pueblo. Deseo compartir estas ventajas y vivir mi vida como uno de los súbditos de Su Majestad, con la esperanza de que a cambio prestaré algún pequeño servicio". Los mandarines lo trataban como alumno, no como un par y mucho menos como un maestro, y al principio sólo toleraban como instrucción lo que tuviera que ver con aquellos asuntos científicos o técnicos donde los europeos eran superiores (ciencias, matemáticas, astronomía) (5). Hacia 1610, cuando Ricci murió, había logrado ganarse el respeto de la corte. Su principal continuador fue el padre alemán Adam Schall (imagen) quien, tras demostrar los errores de cálculo de los astrónomos musulmanes de la corte, fue designado "Maestro de los Misterios del Cielo". Para los chinos el cristianismo, en la misma época en que la Iglesia intentaba silenciar en Europa a Giordano Bruno y Galileo Galilei, era una especie de fenómeno adjunto de la ciencia.
Ricci y sus sucesores, avalados por los papas Paulo V y Gregorio XV, incluso crearon una liturgia china, y decidieron llamar a la misa con la misma palabra con que se designaba a la ceremonia en honor a los antepasados, que es una de las bases de la cultura china. Pero los franciscanos y los dominicos pusieron el grito en el cielo en 1631, y la controversia resultante paralizó el esfuerzo evangelizador durante un siglo, hasta que la bula "Ex quo singulari", del Papa Benedicto XIV, prohibió en 1742 todo rito local. Para entonces, esta decisión ya no tenía importancia: la oportunidad se había perdido.
[N. del R.: en mayo de 2009 se amplió la nota con información sobre las misiones de los iljanes a Europa, la familia Vilioni, Juan de Montecorvino, Juan de Marignolli y Odorico de Pordenone].

 

NOTAS
(1) En el transcurso del siglo XIII sometieron nada menos que China, Corea, Siberia, Asia Central, Persia, Mesopotamia, Anatolia, el Cáucaso y Rusia, además de atacar Japón, Indochina, India y Siria.
(2) Gengis Kan es la forma más difundida de su nombre, aunque la más cercana en español a su pronunciación real sería Chinguis Jan. Otras versiones son Zinjis Jan, Genghis Khan, etc.
(3) Si bien, en sentido estricto, Juan y Benedicto no llegaron a China, Mongolia fue parte de la misma casi ininterrumpidamente hasta 1911.
(4) "Feringhi" es un término que deriva de la palabra árabe usada para llamar a los francos, el pueblo germánico que constituía la potencia predominante entre los cristianos de Europa hacia los siglos VIII y IX. Por extensión, durante mucho tiempo sirvió para designar a todos los europeos.
(5) En algunos campos, los chinos no sólo no tenían nada que aprender sino que sus conocimientos eran superiores a los de los europeos contemporáneos. Los occidentales, basándose en las vidas de los patriarcas del Antiguo Testamento, pensaban que el mundo había sido creado unos pocos miles de años atrás; las cronologías chinas revelaban que ese argumento era un disparate.