BEATLES: AND IN THE END...
Que fue Yoko Ono, según el relato de los Intratables de un rock tan machista como el mundo adulto al que decía despreciar y pretendía superar. Que fue John El Rebelde, harto de la "música de abuelita" de Paul y de la melosidad de George Martin, de acuerdo al relato de la Pasión según John Lennon. Que fue la muerte de Brian Epstein. Que fue el desmanejo de ese absurdo que fue Apple. Que fue la presión de un showbiz que necesita por igual tanto la aparición de nuevos ídolos como su oportuna y postrera Caída. Que fue... Tal vez habría que preguntarse, en sentido inverso ¿cómo es que los Beatles duraron tanto?
Acerca de la separación de los Beatles, como sucede con la Argentina de la era K, con un choque de autos o con las razones de la ruptura de una pareja, hay diferentes relatos. Está el que santifica a John como el rebelde antisistema y el vanguardista iconoclasta prisionero de un contrato, en pugna desigual con mercaderes de la música como Paul McCartney y George Martin (1). Está el de Paul, la historia de un compositor y músico pop sin par, en dura lucha contra los instintos autodestructivos de un Lennon celoso de su talento, empecinado en no entender el valor artístico e histórico de lo que estaban produciendo juntos. Está el de la generación del rock progresivo, que vio la desaparición de los Beatles como el lógico resultado del progreso de la música popular, que a fines de los años sesenta dejaba atrás los balbuceos del pop y la psicodelia como quien deja atrás la infancia. Está el relato punk, para el cual los Beatles eran viejos sin agallas para vivir en un mundo en que la paz y el amor eran mercancías que vendían los mismos gerontes que apuraban el Apocalipsis Atómico. Detrás de todo ese coro de voces discordantes están los hechos sueltos, que por sí solos no pueden explicar nada, pero que no se pueden ignorar si se actúa de buena fe. Y un hecho interesante para pensar es que un pedido de auxilio tan explícito como Help! se compuso en fecha tan temprana como 1965, apenas unos meses después de un tema con un título como I'm a loser ("soy un perdedor / y no soy quien aparento ser"). Convendría ir un poco atrás en la historia de la banda.
La Beatlemania de 1963 en las Islas Británicas se había extendido al continente europeo a fines de ese año y a América del Norte, Australia, Nueva Zelandia y Japón a comienzos del siguiente. Estar en la cumbre del mundo era grandioso para cuatro chicos de provincia... hasta que notaron que el éxito les empezó a pasar sus facturas. Escribe Philip Norman en una de las biografías canónicas de la banda (2) que en diciembre de 1965 "John confió a su antiguo compañero de Bellas Artes, Bill Harry, que daría todo el oro del mundo por poder ir a un pub como el Philarmonic o Ye Cracke y quedarse tranquilamente un rato junto a la barra o bajo la Muerte de Nelson disfrutando de una pinta de cerveza". George Harrison, por su parte, consideraba la Beatlemania poco menos que un insulto para el oficio musical: fue el primero que se dio cuenta de que las actuaciones en vivo, en el marco de pésimas condiciones de sonido, los estaban arruinando como instrumentistas.
Además, los contratos que los Beatles habían firmado los comprometían a grabar dos discos por año, editar un simple de dos canciones cada tantos meses, filmar tres películas para United Artists, actuar en vivo en una ciudad tras otra, dar entrevistas a la prensa... Para 1965, el hartazgo era perceptible especialmente en John y George, que por ese año tuvieron sus primeras fantasías con dejar el grupo. El año 1966 trajo una serie de giras que incluyeron maltratos y amenazas en Manila debido a un malentendido con Imelda Marcos, la esposa del dictador filipino Ferdinando Marcos, y quemas de discos de los Beatles en el interior profundo de Estados Unidos, debido a otro malentendido, en este caso la cita fuera de contexto de que, para Lennon, "los Beatles eran más grandes que Jesucristo". En una época en que Estados Unidos estaba asolado por motines raciales y poco después de que fuera asesinado en las calles nada menos que el presidente en ejercicio, la agitación existente hizo a los cuatro Beatles y a sus asistentes temer por sus vidas, y el resultado fue que la banda dejó de actuar en vivo.
Esto es, dejaron de pasar semanas e incluso meses viajando juntos y durmiendo en los mismos hoteles, y empezaron a tener tiempo libre para proyectos individuales, por lo demás en un momento en que los cuatro ya no eran una pandilla de adolescentes sino cuatro adultos jóvenes que convivían con sus respectivas parejas. Algo muy profundo comenzaba a romperse también: escribe Norman que hasta ese entonces "aún viviendo en casas separadas y siendo individualmente millonarios, no podían dejar de estar juntos. Ninguna esposa, ninguna novia había roto todavía aquel vínculo inexplicable entre cuatro individuos que, no sólo habían crecido juntos sino que se habían ayudado los unos a los otros a superar un suplicio cuya magnitud nadie sino ellos comprendía". Dice Lennon en el reportaje de Playboy ya mencionado, refiriéndose a los comienzos del grupo: "en aquella época pasábamos más tiempo juntos que el que hemos podido estar Yoko y yo. posteriormente. Los cuatro Beatles dormíamos en la misma habitación, prácticamente en la misma cama, íbamos en el mismo camión, vivíamos juntos día y noche, comíamos, cagábamos y meábamos juntos...". Hasta ese entonces, toda la energía vital de esos cuatro chicos estaba puesta en el grupo que integraban. Habría que ver qué pasaba si cada uno de ellos hacía su propia vida durante un tiempo.
Fue así que, en el último tercio de 1966, Ringo pudo pasar más tiempo con su mujer Maureen y su bebé Zak. Paul se dedicó a ir al cine, al teatro y a exposiciones de arte, en compañía de su novia de entonces, la actriz Jane Asher. George se fue dos meses a India a aprender de su música, que tiene escalas con notas diferentes a las de la música occidental, y a perfeccionarse como ejecutante de sítar. Y John, "el más resuelto - y el mejor dotado - a iniciar una carrera individual" al decir de Norman, se fue a Andalucía a filmar How I won the war con Richard Lester. Cambió mucho en esas semanas. Se había cortado el cabello para actuar, y decidió mantenerlo corto. Comenzó a usar esos anteojos redondos que hoy asociamos inmediatamente con él. Empezó a consumir LSD como si fuera café o té. Bajó varios kilos, que había subido cuando se sentía perdido por culpa de la fama adquirida (3). Cuando volvió a Londres, a fines de noviembre, tenía un tema nuevo que presentar a los otros: Strawberry Fields Forever.
A otros que también estaban muy cambiados por esos meses. Al brillante ingeniero de grabación de la banda, Geoff Emerick, que hacía 5 meses que no los veía, los cuatro le parecieron muy cambiados, más tristes y adultos, por más que vistieran a la colorida moda del Swinging London (4). La primera reacción ante el parate fue que todo se había acabado. La segunda, que tenían la oportunidad de emprender un desafío totalmente nuevo: "si no tenemos que salir de gira, entonces podremos grabar música que nunca tendremos que tocar en directo, y eso significa que podremos crear algo que nadie haya oído nunca: un disco innovador con sonidos innovadores", al decir de John, según recuerda Emerick. Pero además había otro cambio: Lennon, el sarcástico del grupo, el macho alfa, el del humor a menudo agresivo y disonante, había suavizado notablemente su carácter y estaba mucho más introspectivo y desconectado del resto que antes, algo que el ingeniero atribuye al consumo de ácido. Había dejado de ser el que empujaba a la banda a componer, a grabar y a pensar nuevos arreglos o nuevas técnicas de grabación, el que aportaba la mayor parte de las canciones, y su papel fue ocupado... por un Paul McCartney más adulto y seguro de sí mismo. Como además George Martin pasaba mucho tiempo produciendo a otros artistas, bien puede decirse que el productor de hecho de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band fue Paul. Emerick afirma además que la desconexión de Lennon con respecto al grupo, a partir de entonces, fue permanente, lo mismo que la adopción por parte de Paul del papel de líder. Paul era el que empujaba a los demás a trabajar y a perseverar en el trabajo para ser mejores, lo que generaba frecuentes choques con George Harrison, a quien subestimaba indisimulablemente como músico, llegando en muchas ocasiones a remplazarlo como guitarrista solista.
Sgt. Pepper's... los encuentra unidos a los cuatro en la búsqueda de la perfección, un tributo a la capacidad de liderazgo de Paul y a su reconocida obsesión por la interpretación impecable. Desde ese punto de vista, como de tantos, es la cumbre de la carrera de la banda. Pero en esa cumbre ya se vislumbraba el descenso final: en el desaliento de Ringo y George por verse reducidos a músicos acompañantes, en la pérdida de entusiasmo por la banda que llevó a George a proponer un tema tan de relleno como It's only a northern song, en los largos momentos en que John estaba totalmente ausente de lo que sucedía alrededor suyo. El éxito popular y crítico del álbum tuvo un efecto paradójicamente negativo: los convenció de que eran infalibles, de que era sencillo ser The Beatles. (En ello contradecían años de experiencia, incluyendo los largos meses que llevó Sgt. Pepper's..: lograr el efecto de sonido buscado demoraba horas, terminar una sola canción llevaba semanas). A esa autoindulgencia se le sumó el cambio de métodos de trabajo: como ahora grababan todos los días, sin apuro porque no había que salir de gira, se perdió la presión para tomar decisiones acerca de qué hacer con cada pista grabada. Y además estaba el gusto de la época por abordar la composición a partir de improvisaciones colectivas, debido a la influencia del jazz, de las filosofías orientales negadoras del Yo y del consumo de drogas que apuntaban precisamente a lograr esa negación del Yo. El resultado es que las largas semanas de sesiones que sucedieron a su mayor obra están entre las menos productivas de su carrera: apenas el puñado de canciones de Magical Mystery Tour y de Yellow submarine, en nueve meses de trabajo. Ser Beatle, quién iba a decirlo, se estaba convirtiendo en una rutina (5).
Sólo tres cosas pudieron romper ese estado de ánimo. Una, el acercamiento al Maharishi, que había comenzado a mediados de 1967, y con él la posibilidad de someterse a una nueva influencia, valiera lo que valiese. (Hace un año, en broma, yo especulé acerca de qué hubiera pasado si, en vez de interesarse en la India, se hubieran interesado en el folklore andino y en la doctrina justicialista). La segunda, la repentina muerte de Brian Epstein, que afectó especialmente a Ringo y a John y los dejó muy conmovidos y, por un tiempo, los acercó como grupo, aunque fuere en el dolor, y además fortaleció el papel de Paul como el del Beatle que se ponía al grupo al hombro y pensaba permanentemente en nuevos proyectos. La tercera, el desafío de llevar adelante un telefilme, Magical Mystery Tour, que entonces fuera demolido prolijamente y que hoy no parece tan malo. Terminado el proyecto, grabaron Hey Bulldog para Yellow submarine, según Emerick la última vez que se vio contentos a los cuatro a la vez en un estudio, y se fueron a la India.
Los cuatro jovenes millonarios que viajaron a Rishikesh en una búsqueda de nuevas experiencias disfrazada de interés por la espiritualidad eran, en palabra de Philip Norman, "unos seres como el mundo moderno jamás había tenido ocasión de contemplar. Sólo en la antigüedad, cuando a los jóvenes emperadores y faraones se les vestía y hasta se les alimentaba de oro puro, habían recibido unos muchachos una adoración equiparable, ejerciendo una fascinación semejante y atraído una observación tan continua y expectante. Nadie podía imaginar que ser así, es decir, poseer tanta juventud y tanta riqueza, tantos vestidos y tantos coches, tantos sirvientes y tantas mujeres, pudiera significar otra cosa más que un estado de inconcebible felicidad. Pues nadie, desde la época de los jóvenes faraones, de los adolescentes césares tan fatalmente mimados, había sabido, como los Beatles sabían ahora, qué significaba haberlo sentido todo, haberlo hecho todo, haberlo probado todo, estar harto de todo; nadie sabía lo que era vivir en aquel cegador, mortal, paralizante exceso que en los días negros les hacía pensar que estaban envejeciendo al doble de velocidad que el común de los mortales". Eran, además, cuatro jóvenes sin destacados conocimientos de cultura general, incapacitados de comprender que, si iban a buscar una revelación mágica acerca del secreto de la vida, difícilmente fueran a encontrarla no sólo con el Maharishi, sino con persona alguna. Se fueron desengañando uno tras otro, primero Ringo, luego Paul, después John, en parte gracias a un chisme acerca del interés sexual del Maharishi por su compañera de ejercicios espirituales Mia Farrow (la mísmísima Mia Farrow) que aparentemente era una mentira propalada por un intrigante. (Al menos de esa mentira nos quedó una maravilla como Sexy Sadie). El único que guardaba un recuerdo agradecido de la estadía en Rishikesh era, como no podía ser menos, George.
Una buena nueva del viaje a India fue que los tres compositores principales de la banda volvieron con decenas de canciones, las que en su mayoría terminarían integrando el llamado Álbum Blanco. Pero había aparecido un grave problema: la relación entre los miembros de la banda había volado por los aires. El vacío espiritual e intelectual que en Lennon había llenado primero el ácido y luego la meditación pasó a ser colmado desde mayo de 1968 por la heroína y por la artista vanguardista Yoko Ono. Era su mujer ideal y lo más importante que le había pasado en la vida, no hay manera de ponerlo en duda: los otros Beatles eran esos compañeros del trabajo, casi una molestia. Yoko los llamaba jocosamente Los Tres Suegros: una expresión muy gráfica y que no requiere mayores comentarios.
La relación con Yoko terminó de radicalizar artísticamente a Lennon, que ya no veía puntos de contacto entre su idea de la música y la de la dupla Paul - George Martin. El campo de batalla fue el estudio de grabación de Abbey Road, y el resultado es el Álbum Blanco, treinta y dos pistas con una docena larga de canciones inolvidables pero sin ninguna cohesión interna. Que la radicalizacion de Lennon era en parte impostada para mejor enfrentarse a Paul creo que tampoco merece dudas: basta con chequear la autoría de temas como Helter Skelter, Dear Prudence o Cry baby. Se habían tratado como pares durante una década; cada uno era para el otro la única persona en el mundo a la cual reconocían como a un igual, lo que es decir la única persona con la cual podían medirse, en esa peculiar forma de colaboración que es indistinguible de la competencia. (Señala Emerick que George Martin era, para ellos dos, apenas un colaborador destacado). Yoko fue para John el medio de romper esa tutela, de confirmar su existencia como un ser independiente, de liberarse de ser un Beatle: de modo casi explícito, cuando en medio de una sesión de la banda, y para consternación de todos, le preguntaba a Yoko por su opinión acerca de un arreglo. Así que quienes odien a Yoko Ono por romper los Beatles deberían mejor apuntar sus cañones hacia Lennon.
Durante ese tormentoso 1968 nació el experimento Apple, un intento por crear una compañía artística con miras un poco más amplias que las tradicionales. Sólo podía tener éxito como ejemplo negativo para intentos futuros: las capacidades gerenciales de los cuatro Beatles eran nulas, su imposibilidad de ponerse de acuerdo ya era crónica, y sólo era cuestión de esperar a que se aburrieran del asunto, como se aburrían de todo siempre. La corte de bufones y parásitos que los cercaba era una sangría de dinero continua, las dificultades propias de un desafío como el que se proponían eran demasiadas para sus paciencias adormecidas por un lustro de adulación y lujo asiático, y la salida que encontraron en 1969 fue un remedio peor que la enfermedad: convocar al representante de los Rolling Stones, Allen Klein. Los problemas judiciales en que se metieron sólo acabaron a fines de 1974, cuando la banda de pop y rock más grande de la Historia ya era un recuerdo.
El proyecto Let it be, el siguiente intento del tesonero Paul por mantener a flote el Titanic Beatle, naufragó como no podía ser de otra manera: la banda ya no podía contener los proyectos divergentes de sus integrantes, que ya no se parecían en nada a esos chicos que habían convivido durante años, desde los altillos de Hamburgo hasta la suites de Miami o Tokio. George estaba harto de ser postergado por John y sobre todo Paul, John estaba harto de que Paul interviniera en sus canciones, Ringo estaba harto del pésimo clima de trabajo, y Paul empezaba a cansarse de ser la única fuerza aglutinante en el grupo. La película resultante ya no fue un estudio sobre la dinámica interna de una banda, sino sobre su disolución ante las mismísimas cámaras: un resultado muy superior al propuesto, aunque alcanzado de forma totalmente involuntaria. El disco tendría un papel vital en decidir a McCartney a bajar los brazos: la imposibilidad de modificar o eliminar las sobregrabaciones decididas en solitario por el productor Phil Spector y aprobadas negligentemente por John, George y Ringo lo convencieron de que The Beatles era cosa del pasado. Pero esto fue casi un año después de que...
... los cuatro Beatles decidieran que, si iban a decir adiós, tenía que ser a su modo. El resultado fue Abbey Road, y aún más que Abbey Road, el maravilloso medley que cierra el Lado B y con él la carrera de la banda, y que perfecciona, según palabras de Diego Fischerman (6), el desplazamiento de la composición en la música occidental "de la partitura al estudio de grabación y de la música llamada clásica al mundo de la canción pop". Pero ese final grandioso, así como el demorado y sorpresivo surgimiento de George Harrison como compositor al nivel de Lennon y McCartney, sólo fue posible debido a que el final estaba escrito en el cielo. Todos los testigos cercanos de esos meses de 1969, Geoff Emerick, George Martin, son unánimes en afirmar que había un esfuerzo consciente por evitar toda situación conflictiva, y que un factor que colaboró con el éxito fue la disponibilidad de varios estudios, que hacía que cada Beatle pudiera trabajar por separado. Hubo algunos choques, en particular con el exasperante perfeccionismo de Paul para con un tema odiado por todos como Maxwell's silver hammer, o con su descontento para con la larga y sónica coda que Lennon prefirió para I want you (She's so heavy). Pero, en su conjunto, fueron las sesiones más tranquilas en años.
And in the end... unas palabras de Paul McCartney a Barry Miles para su biografía oficial, Many years from now: "Éramos
todos íntimos de todos. Sabíamos cosas de los otros que la mayoría de la gente
ignoraba. Para todos era una familia. Creo que el grupo se disolvió porque
ya no podía dar más como familia. Había dado seguridad, afecto, humor,
ingenio, dinero, fama, pero llegó un punto en que
no daba excentricidad, no daba vanguardismo, no daba espontaneidad, no daba
flexibilidad, ¡no daba audacia! Creo que para todos nosotros fue
bueno que se terminara cuando lo hizo".
NOTAS
(1) En la imperdible entrevista que John y Yoko le dieron a David Sheff de Playboy a fines de 1980 (que se puede leer entera aquí) John, tras reconocerse como "socialista instintivo", afirma que "aún con estas ideas, yo he trabajado para ganar dinero, para hacerme rico. Qué diablos importa que sea una paradoja". A su vez Yoko dice que, para cambiar la sociedad, "no hay más que dos caminos, la violencia o la utilización del dinero, desde dentro del sistema. En los años Sesenta mucha gente se dedicó a la violencia, a poner bombas. Pero creo que ése no es el camino adecuado, al menos para mí. De modo que para cambiar el sistema - incluso si lo que intentas es llegar a alcalde o algo así - necesitas dinero". Cuando leí eso, me acordé de otro matrimonio de dos personalidades fuertes. De un matrimonio de Río Gallegos, por cierto.
(2) ¡Gritad! La verdadera historia de Beatles, Philip Norman. Edición original en inglés 1981. Ultramar Editores, Barcelona 1986, 1a. edición. La traducción española tiene momentos inolvidables, a mitad de camino entre la ignorancia y la necedad, como traducir heavy-metal version como "versión pesada de metal".
(3) Por esos años Lennon se pasaba el día entero en el sofá, "sin dirigirle la palabra a Cinthia, sin hacer el menor caso a Julian, sumido en un trance penetrable tan sólo por algún comentario absurdo de un concurso de televisión, por algún párrafo suelto del Daily Express, por algún costoso e inútil juguete, como su 'caja para nada', un cubo de plástico negro provisto de unas lucecitas rojas que se encendían y se apagaban al azar. Pasaba horas enteras tratando de adivinar cuál de las lucecitas rojas sería la próxima en encenderse" (¡Gritad!). ¡Cómo no comprender que John compusiera un tema como Help!
(4) Geoff Emerick escribió con la ayuda de Howard Massey un muy recomendable libro, El sonido de los Beatles, que cuenta con un prólogo de nada menos que Elvis Costello. La edición original en inglés es de 2006. La edición en español es de Ediciones Urano, Buenos Aires 2011.
(5) Consulten los pasajes correspondientes a los temas grabados en 1967 de The Beatles: revolución en la mente de Ian MacDonald, Celeste Ediciones, Madrid 2000. Edición original británica 1997.
(6) Hay dos notas excelentes de Diego Fischerman para Página/12 que analizan el canto del cisne de los Beatles, haciendo foco en Let it be y Abbey Road: "La vuelta a la manzana" del 16 de noviembre de 2003, y "Las doce grandes revoluciones de la música. Capítulo XII: Londres 1969" del 5 de enero de 2004.