BORGES DIXIT
El poeta y cuentista argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) tenía un agudo sentido del humor. Prueba de ello son las anécdotas que a continuación se transcriben. Agilidad mental, capacidad de observación, analogías sorprendentes, anacronismos deliberados, puntos de vista poco comunes... Sencillamente disfruten.
"Hace más de diez días que se me ha pegado París a la suela de los zapatos, pero aún no conozco lo bastante bien esta ciudad para determinar con precisión en dónde queda aquí la calle Rivadavia, y por eso va esta carta a visitarte en vez de ir yo personalmente". (Jorge Luis Borges, escritor argentino, en una carta de 1923 a su amigo y también escritor Macedonio Fernández, citado en Clarín, sábado 6 de mayo de 2000).
"Borges me habló
de un artículo que hace años Francisco Romero publicó en Sur; en él nuestro
mayor filósofo llegaba a la conclusión de que las dos operaciones esenciales
y tal vez únicas de la actividad humana eran unir y separar. Borges comentó:
"Es un presocrático. Tiene todo el pasado por delante". (Adolfo Bioy
Casares, escritor argentino, en sus diarios personales, citado en
Clarín,
sábado 24 de noviembre de 2001).
"Borges me refiere: "Durante la comida, continuamente Manuel Mujica Láinez venía de su asiento a nuestra parte de la mesa. El propósito de estos viajes, que Mujica no ocultó, era tocar la nuca de un muchacho que lo emocionaba. ''Se parece a Belgrano'', exclamó Mujica Láinez. ''¿Usted, Manucho, admira a Belgrano?'', preguntó Wally Zenner. ''¿Cómo no voy a admirarlo? replicó Con esos muslos y con esas caderas''. Borges comentó: "Va Manucho al Museo de Luján y todas las antiguallas reviven. Manucho no mira los cuadros fríamente; es un contemporáneo de lo que está mirando".(Adolfo Bioy Casares, escritor argentino, en sus diarios personales, citado en Clarín, sábado 24 de noviembre de 2001).
"Pero a mí (Borges) me dijo un día que el fútbol era una de las formas del tedio. Le contesté que me resultaba raro que dijera eso porque el fútbol es un invento británico, con lo que él admiraba a los ingleses... A lo que replicó: "Qué extraño, con tantas cosas que se le critican a los ingleses, que nadie les eche en cara eso". (Citado por Antonio Carrizo en un reportaje de Página/12, domingo 7 de abril de 2002).
El día en que se conoció la noticia de la muerte del Che Guevara, Jorge Luis Borges estaba dando una clase en la universidad. Cuando un estudiante irrumpió en el aula donde el escritor dictaba clases, dando vivas al Che y gritando que había que interrumpir las clases para rendir homenaje al líder guerrillero, Borges se negó. El estudiante, irritado, amenazó con desalojarlo de la sala a la fuerza. Borges volvió a negarse. El intruso gritó que, entonces, apagaría las luces del aula. Borges respondió: "he tenido la precaución de ser ciego, para casos como éste".
Después de la presentación de la Obra Completa para el Círculo de Lectores, en 1984, amigos y allegados del escritor van a cenar a un restaurante del barrio porteño de Congreso. Borges pide su clásico puré de papas. La gente empieza a conversar. La comida tarda. Comen pan con manteca y toman vino. Al rato, la conversación se diluye, y se hace un silencio. "¡Caramba, qué bien se ayuna en este restaurante!", bromea Borges.
Borges siempre desconfió de los aparatos mecánicos
(en una ocasión, había afirmado que "nunca había sido
traicionado por una cuchara"). Él y otra persona aguardaban
el ascensor. La espera se prolonga demasiado. De pronto, Borges
propone: "¿y si vamos por la escalera, que está totalmente
inventada?".
Borges iba a dar una conferencia en un teatro céntrico. Detrás del escenario, le dice a al productora Silvia García Gherghi: "va a ver, ahora salgo y me empiezan a aplaudir". "¿Y qué tiene eso de malo?", pregunta la dama. Borges contesta: "me debo esta por morir. Me aplauden como si entrara la bandera argentina".
Borges sentía un profundo cariño por Eduardo Mallea, pero no por sus libros. Una vez dijo: "qué lindos títulos que tiene Mallea. La bahía del silencio. Todo verdor perecerá. Lástima esa manía de Eduardito de adjuntarles libros".
En un café de Buenos Aires, Estela Canto le confiesa a Jorge Luis Borges que piensa vender el original del cuento El Aleph, que el escritor le regalara mucho tiempo atrás. Borges no se opone. "Pero voy a esperar a que te mueras agrega ella para que valga más". Herido, Borges responde: "si yo fuera un caballero, en este momento iría al baño y se escucharía un tiro".
Cuando Xul Solar fallece, Borges va al velatorio de su gran amigo. La viuda del artista le dice: "¡se da cuenta, Borges, qué papelón! Xul decía que nunca se iba a morir".
En un hotel de Rosario, Borges abre la canilla para lavarse las manos. Hay aire en las cañerías y el escaso chorro sale produciendo un ronquido. Roberto Alifano le pregunta: "¿qué pasa, no sale agua?". Borges se da vuelta y responde: "sí, pero con escrúpulos".