XXX Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 2015: del 30 de octubre al 7 de noviembre

Lo más interesante en cuanto a géneros y retro, ampliado por la lupa de Pablo Martín Cerone, Juan Carlos Moyano y Darío Lavia (*)

Del 30 de octubre al 7 de noviembre de 2015 se desarrolló el XXX Festival de Cine de Mar del Plata. Con ustedes, algunas palabras acerca de Kryptonitade Nicanor Loreti, Daemonium soldado del inframundo de Pablo Parés, los documentales Drunk stoned brilliant dead: the story of National Lampoon y B-Movie: Lust and Sound in West Berlin 1979-1989La asesina de Hou Hsiao-Hsien, Apocalipsis yakuza de Takashi Miike y Ryuzo y sus siete secuaces de Takeshi Kitano. Películas que, ahora noto, funcionan de a pares: hay dos argentinas, dos de célebres directores japoneses, dos documentales relacionados con la contracultura del rock, dos películas que evocan a The wild bunch / La pandilla salvaje de Sam Peckinpah, dos policiales, dos historias fantásticas.

El festival sirvió también para inaugurar los muy buenos cines del Paseo Aldrey. De este polémico centro comercial cabe decir que necesita dos cosas para ser un paseo digno de Mar del Plata. Una es un mes más de trabajo, porque la zona de locales comerciales todavía no está habilitada, y en la parte habilitada faltan muchos detalles de terminación, por no hablar de aire acondicionado. La otra cosa que le falta es un nombre mejor. Pero bien, en uno de sus cines vi Kryptonita, la nueva película de Nicanor Loreti sobre la muy celebrada novela de Leonardo Oyola. Una historia con los superhéroes de la Marvel pesificados o ensamblados en Tierra del Fuego, y ambientada en Isidro Casanova ¿qué puede salir mal?

La idea es tan poderosa y atrayente que enmascara algunos problemas de definición de la película. Tiene momentos humorísticos pero no es una comedia; es una de superhéroes pero los momentos de acción no son tantos; tiene atisbos de retrato de la marginalidad y de la aspereza de la vida en el Conurbano bonaerense, pero una historia de superhéroes no parece ser muy funcional que digamos al ejercicio del realismo. No hay sinergia entre los diferentes aspectos y el filme padece de hibridez. Empero, tiene tantos momentos buenos, tan buena fotografía y dirección de arte, tantas buenas actuaciones, que vale la pena verla.

La película comienza con el relato de un nochero, un remplazante del médico de guardia del Hospital Paroissien, con problemas matrimoniales y profesionales y adicción a las pastillas. Pero este doctor (un excelente Diego Velázquez) no es un Gregory House del Conurbano sino todo lo contrario: se le mueren casi todos los pacientes, la mayoría de ellos rateros de poca monta baleados por la policía o linchados por vecinos hastiados de los robos. Lo acompaña una sufrida y experimentada enfermera, Nilda (Susana Varela, también excelente). En medio de la guardia se les aparece una pandilla de ladrones con un moribundo: son los superhéroes que les tocó en suerte a nuestro destino sudamericano. El herido es Nafta Súper (Superman, Juan Palomino) y sus amigos son Ráfaga (Flash, brillante Diego Cremonesi), el travesti Lady Di (la Mujer Maravilla, genial Lautaro Delgado), Juan Raro (el Detective Marciano y a la vez el personaje de Olaf Stapledon, Carca) y la parejita de Cuñataí Güirá (la Chica Halcón, Sofía Palomino) y Faisán (Linterna Verde, un Nico Vázquez ex-traor-di-nario, con camiseta de Laferrere y modismos de pibe chorro). Luego irán apareciendo otros personajes como El Federico (Batman, un Pablo Rago poco convincente) y los villanos: el negociador policial llamado ¡Corona! (el Guasón, que Diego Capusotto hace de taquito), los Patas Negras de la Bonaerense (Sebastián De Caro y Gabriel Schultz) y la némesis de Nafta Súper, un oficial del escuadrón de elite de la policía llamado Cabeza de Tortuga (Doomsday, Pablo Pinto). Todos ellos meros peones de un cerebro criminal llamado El Sabiola, que lidera otra banda que quiere hacerse con el territorio, sin los remilgos de Nafta Súper y sus amigos, que son capaces de dejarle parte del botín de un robo cuantioso a un comedor barrial.

La revelación de la condición de superhéroes de los miembros de la banda de Nafta Súper es gradual, y hasta un rato antes del final le queda la duda al espectador de si no se tratará todo del delirio drogadicto del médico de guardia. Si hay un tema en Kryptonita es la amistad, en especial la amistad entre personajes que viven al margen de la ley, y allí hay un eco de La Pandilla Salvaje de Peckinpah, que ya viene de las citas de apertura de la novela. Y ese tema entronca con una vieja tradición de la historieta argentina, cuyo punto culminante es El Eternauta de Oesterheld: el héroe colectivo o aún anónimo, por oposición a la tradición del héroe solitario y casi omnipotente. El protagonismo que cobra al final una enfermera de un hospital público es toda una declaración política.

Y hablando de política: también hay varias alusiones sutiles, empezando por la fecha en que se desarrolla la acción, la madrugada del lunes 29 de junio de 2009, un día después de las elecciones legislativas que vieron la derrota de Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa a manos de Francisco De Narváez, Mauricio Macri y Felipe Solá. ¿Duelo de bandas por el territorio dijo, una banda que cometió delitos pero que asistía a comedores populares dijo, una banda del Conurbano liderada por un tal El Sabiola dijo? Subrayando el costado político, hay que notar que actúan varios K notorios: Palomino, Capusotto, Rago, Schultz. Y se estrena comercialmente el 3 de diciembre de 2015, un poco a destiempo: al comenzar la última semana del kirchnerismo tal como lo conocemos, un kirchnerismo en el cual el espíritu y la estética del filme se hicieron casi mainstream. Temo por la suerte de la película después del 10: probablemente para entonces tengamos otras preocupaciones mayores que ir al cine, en especial si el presidente es Macri y la economía está en manos de villanos más sádicos y con bastante menos onda que Corona o Cabeza de Tortuga.

La siguiente reseña es la de una película que comienza con música de tango y sigue con una secuencia de vida de familia y un cuento del tío a un turista, y con el diálogo amistoso de un policía con antiguos matones de la mafia. Pero no es un filme argentino sino Ryûzô to 7 nin no kobun tachi (Ryuzo and his seven henchmen, "Ryuzo y sus siete secuaces") del célebre Takeshi Kitano. (Parece que, si hablamos de corrupción o debilidad de las instituciones, en Japón también se consigue, amigas y amigos. Paremos de idealizar países lejanos de los que no sabemos casi nada al menos por dos años). Es una especie de La Pandilla Salvaje en paso de comedia: unos viejos miembros de la yakuza tratan de dar vida a una nueva familia en un presente en el cual la mafia ha sido remplazada por corporaciones, versiones muy sofisticadas del cuento del tío del comienzo. Si es por linkear, podría agregar también a Los Siete Samurais y a Perros de la calle, en este caso por una sola escena. Hay en el notable final un precioso gag de humor negro, así como un chiste que no debe haber caído bien entre los ultranacionalistas japoneses, y que involucra a un autoproclamado kamikaze y a un portaaviones norteamericano. Recomendadísima.

Dije documentales. B-Movie: Lust and Sound in West Berlin 1979-1989 no lo es del todo, porque también tiene recreaciones a cargo de actores. Es una exploración del Berlín Occidental de los ochentas, cuando todavía existían el Muro de Berlín, la República Democrática Alemana, la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia opuesto a laOTAN. En ese puesto avanzado de Occidente dentro del socialismo real, defendido del Ejército Rojo y las tenebrosas policías políticas KGB y Stasi por el paraguas estratégico norteamericano, proliferaban la contestación política anticapitalista, las casas tomadas por el movimiento squatter, el arte conceptual, el post-punk y el rock industrial, casi todo lo cual hoy nos merece una mirada más bien condescendiente. (Enfrentar a aquellos de quienes dependía no ser forzados a vivir en un orden comunista que era, en el mejor de los casos y como dice un personaje, una "Disneylandia para depresivos", es como burlarse de Scioli pensando en que ganaría las elecciones de todos modos y jamás el futuro nos depararía cuatro años de macrismo. Al menos). Pero la escena de Berlín en aquellos años era realmente interesante, había muchos artistas generando ideas nuevas todo el tiempo, y por allí pasan David Bowie, Nick Cave o Die Toten Hosen, por citar nada más que tres. Una nota lateral, que queda clara en el filme: la virtual necesidad de unos años de estancamiento, como los sufridos a mitad de la década, para que se creen las condiciones para que surja una estética nueva. Tras esos años vinieron los ravers y el Love Parade.

Drunk stoned brilliant dead: the story of National Lampoon es un documental hecho y derecho, también ligado al rock y la contracultura, pero esta vez referido a una legendaria revista humorística de Nueva York y en especial a sus años de gloria, los iniciales, a comienzos de los setenta. El éxito le procuró un imperio muy pronto: ediciones especiales, libros, discos, conciertos en vivo liderados por el inolvidable John Belushi, programas de radio, películas como la notable Colegio de Animales. Y luego lo perdió, a causa precisamente del éxito: Hollywood y las cadenas de TV se llevaron a sus mayores talentos. Toda una moraleja. ¿Que conviene fracasar? No, para nada: que todo tiene un ciclo, que todo tiene un final, que todo termina. La vindicación de Ricardo Soulé (?).

El espectador argentino de mediana edad podrá también comparar a National Lampoon con emprendimientos locales de raíz independendiente como Expreso ImaginarioCerdos y Peces o Humo® y darse cuenta de las diferencias entre un medio de un país (por lo general bastante) libre y rico y otro de un país más bien pobre y, en buena parte de su historia, regido por dictadores nefastos o por democracias tuteladas por policías del pensamiento como las iglesias, las ligas de la decencia, los pulpos mediáticos o las fuerzas de seguridad sin control político alguno. NL se permitió enfrentar al entonces presidente Richard Nixon, pero también ejercer el humor negro más feroz o descorrer el velo de la hipocresía acerca del sexo con una tapa tras otra de mujeres hermosas semidesnudas, e incluso burlarse a la vez del feminismo y de su propio sexismo con tapas como la que se ve a la derecha (clic sobre ella para ampliarla) en la que una morocha suculenta usa una remera que dice "esta remera ofende a las mujeres". Una más. A a la izquierda, la mejor cubierta de revista de la historia de la humanidad, que también se puede ampliar haciendo clic sobre ella: "si usted no compra esta revista, mataremos a este perro".

Otra película relacionada con las historias fantásticas es Daemonium soldado del inframundo de Pablo Parés, adelantada como serie web desde 2010. La historia se desarrolla en un universo alternativo y distópico ("Teo-City") donde los humanos coexisten con demonios, zombis y cyborgs, la magia tiene un papel tan importante como la ciencia e impera una especie de iglesia de iconografía particulamente siniestra, como que venera a un crucificado de cuatro brazos. Las fantasías de este tipo no son de mi particular agrado, pero me asombraron la dirección de arte, el trabajo de posproducción, los efectos especiales, el maquillaje y el vestuario, de un nivel realmente extraordinario, y que no tienen antecedentes en el cine argentino. (Hay abundantes pruebas fotográficas aquí). La trama no es muy compleja aunque algunas idas y vueltas temporales y algunas elipsis pueden hacer que el espectador no muy atento se pierda, pero el universo de personajes es muy rico y, repito, la dirección de arte es asombrosa: la receta de Star Wars, nada menos. En otras condiciones de mercado, los figurines de Daemonium serían un hit como los de la saga de George Lucas: el del mago Fulcanelli, el del Capitán Cortés, el de Razor, el del Demonio del Pacto, el de Arteeka, los de las cuatro chicas asesinas de Razor, que parecen salidas del sueño húmedo de un adolescente. Fulcanelli, un nombre significativo, es un personaje que casi hace explícita la relación con Lucas: remite a la picardía e individualismo de Han Solo, replica en una secuencia el gag de Indiana Jones y el Templo de la Perdición que parodiaba el mismo gag de Los cazadores del arca perdida.

Las actuaciones son de buenas a muy buenas, y en especial hay que destacar a Rocío Rodríguez como Lisa / Hanya Shibari y a Chucho Fernández y al genial mexicano Humberto "Homero Simpson" Vélez como Cortés. Sí, a dos actores, porque tal vez por razones de mercado y verosimilitud las voces están dobladas al castellano neutro. (No es una historia que resulte muy creíble si los personajes tienen acento de Barrio Norte, de Córdoba, de Tucumán, de Montevideo, de Paraguay, de Chile, de fierita del Conurbano o la Villa 31).

Nie yin niang (La asesina) del taiwanés Hou-Hsiao Hsien es la única película de estas siete que no es asimilable a ninguna otra. La historia transcurre en China en el siglo VIII. Una asesina excelsa e infalible falla en una de sus misiones, debido a sus escrúpulos de matar a su objetivo delante de su pequeño hijo, y como penitencia recibe el encargo de asesinar a su antiguo prometido, gobernador militar de una provincia remota que se encuentra enfrentado con la Corte del Emperador, y que a su vez es el centro de las intrigas de su propio palacio. Más poética que narrativa, abunda en silencios, en elipsis, en imágenes de una composición preciosista y expresiva, y en planos panorámicos que aprovechan la belleza sobrenatural del interior profundo de China. Ignoro si la reconstrucción de época es fiel: me basta con que la fotografía sea visualmente impactante. No es un cine cómodo para el espectador pochoclero, pero es un ejercicio útil para comprender que hay otros lenguajes cinematográficos posibles cuando se trata de presentar una historia.

Gokudou daisensou (Apocalipsis yakuza) del gran Takashi Miike es una licuadora de vampiros, yakuzas, un amor imposible, humor surrealista y ecos de Godzilla, sazonada con esa estetización de la violencia que es marca de autor. Para tomarle el pulso: el anunciadísimo "mayor terrorista del mundo" resulta ser un sujeto vestido con un disfraz de rana (!) pero eso sí, muy hábil con las artes marciales. Para mayor delirio, el protagonista, el joven actor Hayato Ichihara, es muy parecido al brillante volante riverplatense Carlos Sánchez, también oriental como Ichihara, sólo que de Uruguay (juzguen ustedes). Hay un personaje que porta sus armas en un ataúd, bien a lo Dyango; otro se explaya acerca de las cualidad nutricionales que debe tener la dieta de sangre de un vampiro; otro, en éxtasis vampírico, arde de calor y termina cocinando un huevo con sus manos; otro es el señor de una sala de torturas en la cual sus víctimas tejen al crochet. ¿Hace falta agregar algo más?

Sí, y cerremos con Remember, de Atom Egoyan. Lo que pareciera ser una de esas gestas que emprende el ser humano para recuperar el terreno perdido en la etapa de la senectud se enmarca en territorios del thriller y ámbitos que habrían movido a elogio a un Jorge Luis Borges, tal vez, en silenciosa empatía por haber escrito varias tramas similares. En pleno siglo XXI, unos ancianos se dedican a mantener viva la II Guerra Mundial, no solo evocando nombres, campos y misiones, sino llevando a cabo un raid de muerte y venganza. Un criminal nazi se hace pasar por un ciudadano norteamericano. El problema es que, según los datos, hay varios con idéntico nombre y el protagonista (Christopher Plummer) debe acertar en asesinar al auténtico Rudy Kurlander. Para mayor dificultad, sufre de demencia senil y de vez en cuando debe anotarse las cosas en un papel. Su ideólogo es Rosenbaum (Martin Landau), veterano anciano que posee su cuartel general en un moderno geriátrico en que alternan sueros y papagayos con mapas y listados de nombres. A pesar que la historia se edifica sobre un tema como Auschwitz, no hay buenos ni malos y la impresión es que el tiempo, el progreso y el olvido (no la desmemoria) van otorgando su importancia al presente y contribuyendo a sepultar todo, crímenes y heroismos, traiciones y gestos. De esta forma, la II Guerra Mundial ya no es el crimen que costó millones de vidas sino mero eje de coleccionismo de memorabilia. Para todos... salvo para estos ancianos que tratan de aferrarse con uñas y dientes a los pocos impulsos vitales que poseen en pos cumplir una venganza amarga y de reparación ilusoria. El realizador obtiene momentos realmente tensos con Plummer en la cabaña de un sheriff rural con secreta adoración por el ideario nazi y secuencias de dramática composición, cuando se amiga con un menor durante un viaje en tren o cuando se enfrenta con uno de los sospechosos, agonizando en una cama hospitalaria. Lo que impera es, en cambio, la búsqueda férrea, la amnesia de la que se aprovecha el personaje menos pensado, el juego de manipulación y persecución de gato y ratón jugado por adversarios que terminan acarreando la causa del enemigo.

*: Medio de prensa exclusivo

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