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CON LA EXCUSA DE THE ART OF McCARTNEY

Hace unas semanas se editó un disco homenaje a Paul McCartney, quizá el artista popular vivo que mayores méritos ha hecho para ser homenajeado por sus pares. Viejos héroes como Bob Dylan, Roger Daltrey, Smokey Robinson, Jeff Lynne, Willie Nelson, Dr. John, B.B. King, Billy Joel, ¡Brian Wilson! ¡Alice Cooper! ¡Kiss! ¡Def Leppard! ¡Yusuf Islam, el artista antes conocido como Cat Stevens! ¡Barry Gibb! alternan en este álbum con los jóvenes de apenas ayer como The Cure, Chrissie Hynde, Perry Farrell o Def Leppard y con artistas surgidos más recientemente como Corinne Bailey Rae, Jamie Cullum, Owl City o The Airborne Toxic Event. ¿El resultado? Previsiblemente desparejo. ¿El eventual y acaso inexistente lector querrá leer un comentario al respecto? Si gusta, es su casa.

Los caminos para comentar un homenaje de este tipo son harto previsibles. Se suele comenzar por destacar la importancia artística del homenajeado, en este caso algo innecesario, salvo que uno tenga 12 años de edad o recién haya vuelto de unas vacaciones de unas seis décadas en las junglas de Surinam. En cambio, raramente se aprovecha para plantear un problema obvio del comentario de este tipo de obras: hacen imposible la audición inocente, porque la mayoría de las canciones serán muy conocidas, con lo que portan una carga emocional o artística previa a cualquier interpretación, y porque todo el mundo relacionará inmediatamente cada interpretación con la versión original. En el caso de nada menos que Paul McCartney, cuya obra se remonta a apenas The Beatles, éste es un riesgo letal para el intérprete de la versión nueva.

Otro camino del cual (inevitablemente) se ha abusado para comentar este tipo de obras es el del análisis de la lista de invitados, en especial para detectar las ausencias. (Después de todo, ese parece ser el verdadero objetivo de las listas, a juzgar por las repercusiones que despiertan). Cada cual puede aquí pensar en los artistas que hubiera querido escuchar cantando versiones de temas de McCartney. (Me apunto con Damon Albarn, Ray Davies, Pixies, Foo Fighters, Arcade Fire, Bryan Ferry, Arctic Monkeys, Tom Petty & The Heartbreakers, David Bowie, Stevie Wonder. O sea, un disco im-po-si-ble de producir: sigamos soñando. ¿Los Gallagher? Superfluo: casi todo Oasis es una glosa a los Beatles). En el caso de los intérpretes convocados para The art of McCartney, resalta como obvio el propósito de cortejar a varias generaciones, aunque predominan claramente los artistas de edad similar a la de McCartney, a algunos de los cuales, convengamos, todos les habíamos perdido la pista desde hace décadas.

Es una pena que, en general, no se probaran arreglos diferentes, lo que convierte al disco en una especie de karaoke, y supongo que la razón es que la banda de apoyo de la mayoría de los invitados es la mismísima banda de McCartney. No hay ni una herejía, ni una pateada de tablero: algo que en un disco así hace falta aunque sea como para airear la lista de temas. Aquí uno extraña a la finada Amy Winehouse, que se mandara hace unos años una versión muy personal de All my loving, o a nuestro Say No More cuando grabó casi como lo hubieran hecho George Harrison y Ravi Shankar la lennoniana And your bird can sing, y aquí uno comprende mejor a Julio Moura, que interpretara muy a su aire Un misil en mi placard en el reciente homenaje televisivo a Gustavo Cerati. (A propósito: qué pocas grandes voces tiene el rock argentino, con las excepciones que conocemos todos. El homenaje a un muy buen cantante como Cerati expuso a casi todos los invitados). En ese sentido, es un hallazgo el contraste implícito en la interpretación que el septuagenario Dylan hace de una obra de la temprana juventud de McCarney como Things we said today, por lo demás un tema fenomenal del que nadie se acuerda. Y prueba de que en repertorio Beatle hay joyas escondidas a la vista de todos. (Otro caso de maravilla poco visitada: la lírica y tonalmente ambigua I'll be back, de Lennon, tema final de A hard day's night).

La presencia del vocalista de The Who, Roger Daltrey, interpretando Helter skelter parece un ajuste de cuentas con el pasado. Paul ideó la canción, tal vez la Lucy del heavy-metal, como un desafío personal tras leer una nota periodística que ensalzaba la crudeza y el volumen de una grabación de... precisamente The Who. Esa dinámica de cordial competencia también estuvo detrás de la extraordinaria secuencia de discos Rubber Soul - Pet sounds - Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band en que los Beatles y los Beach Boys se enzazaron a mediados de los años 60s, cada álbum como tácita "respuesta" al anterior. Y precisamente el genio creador de la banda californiana, Brian Wilson, aporta en este disco una versión de Wanderlust, un tema no muy conocido del McCartney solista de los tempranos 80s. Nos quedamos con las ganas de ver qué podría haber hecho un tercer fino artesano pop de aquella época, Ray Davies de los Kinks, con precisamente el arte de McCartney..

De los demás, cabe decir que Jeff Lynne no tenía manera de fallar con su interpretación de Junk y no lo hizo, lo mismo que Willie Nelson con nada menos que Yesterday, más allá de que yo hubiera sugerido otros temas para el texano. Las apariciones de B.B. King y en especial del gran Smokey Robinson son restituciones, guiños de viejos maestros al alumno que se ha convertido en un par deslumbrante. Es una sorpresa total lo bien que le queda Eleanor Rigby a Alice Cooper, los veteranos Kiss le sacan todo el jugo posible a los seis minutos y pico de Venus and Mars / Rock show, y es bueno lo de The Cure con ese caramelo sonoro que es Hello Goodbye. Por lo demás, el repertorio es invencible: ya sea de la era Beatle, de la de Wings o la solista.

 

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