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SIETE ERRORES QUE UN FUTURO GOBIERNO MÁS O MENOS PROGRE NO DEBERÍA REPETIR

¿El de 2015, me preguntan? ¡Muy optimista lo suyo, respondo! Lo que se viene, si no hay un cambio abrupto que realmente no se adivina en el horizonte, es un cambio de clima ideológico como el de 1983, 1989 o 2001, esperemos que sin las catástrofes anexas. De hecho, ya se nota un cambio ideológico dentro del propio gobierno, como para irnos adaptando a la próxima encarnación del peronismo: la reforma del Código Civil pactada con la Iglesia, el ascenso de un militar que en otras épocas se hubiera ido a su casa, la admisión de que los desequilibrios económicos merecen una corrección y que la corrección es, por falta de alternativas, bastante ortodoxa. Pero como acá he decidido quedarme al velorio del kirchnerismo a apagar la luz, porque este pobre país no dio nada mejor en los últimos cincuenta años, adelanto algunos errores que habrá que tener en cuenta la próxima vez (¿2019?) si queremos evitarnos este derrumbe en cámara lenta de 2011 a estos días. A ver qué les parece.

1) No perder de vista que se gobierna en el seno de un sistema capitalista: Néstor Kirchner dijo alguna vez que lo que él pretendía para Argentina era ser "un país normal", nunca dijo nada acerca de una Patria Socialista. Domar las fuerzas del mercado no significa destruirlo, pero indignarse porque los actores económicos actúen motivados por el lucro es una actitid de un infantilismo descalificador. Para ir a lo concreto: no a arrojar al productor agropecuario a los brazos de La Nación, no a la incapacidad para discriminar intereses diferentes dentro de sectores integrados por actores muy diversos, no a imponer precios absurdamente bajos a los servicios públicos una vez superada una emergencia como la de 2001 y con ello demoler toda posibilidad de inversión, no a imponer normas de comercialización o importación dignas de un relato de Kafka.

2) Los modos de construcción política importan: si había una cosa que estaba clara desde mayo de 2003, es que la mesa chica del kircherismo entraba en un ascensor, y que se recelaba de todo el que demostrara iniciativa, independencia de criterio o un mínimo esbozo de construcción propia. El resultado de eso es que la muerte de Kirchner en 2010 dejó al proceso reducido a lo que duraran las presidencias de Cristina. Y para peor, a partir de 2011 se comenzó a demostrar un interés suicida por el purismo ideológico. Los progres somos pocos, chicas, muchachos, entiéndanlo, y necesitamos aliados para llegar al poder, Y la naturaleza de toda alianza es la integración en pos de un mismo objetivo de gente que es compatible pero que piensa diferente. Repito: que piensa diferente, o sea que necesariamente los aliados no serán tan progres como quisiéramos. ¿Se entendió?

3) El desempleo elevado es mucho peor que la inflación alta, OK, pero eso no significa que la inflación alta sea deseable: está claro que hay una relación inversa entre inflación y desempleo, pero una cosa es una política inflacionaria en una economía moribunda y con deflación o inflación muy baja, por caso la emisión de patacones en Argentina en 2001, o la impresión de dólares a niveles épicos que hizo la Reserva Federal de Estados Unidos entre 2008 y 2013. Otra cosa muy diferente es hacerlo para llevar los índices de inflación bien arriba del diez por ciento, como sucede en el país desde hace un buen tiempo. ¿Que es preferible inflación muy baja y crecimiento muy alto, dice acá Perogrullo por Whatsapp? Esa es una situación excepcional, que no suele durar demasiado en economías modernas. Pero, con una mano en el corazón ¿no hubieras resignado un par de puntos de las tasas "chinas" por mantener la inflación un poco por abajo del diez por ciento, que tampoco es tan baja, y que tampoco le caería tan bien a los manosantas de la economía como Broda, Espert o Melconián?

4) No se jode con el tipo de cambio competitivo: cada vez que los argentinos invadimos Miami, Cartagena, París o Roma, este país entra en la cuenta regresiva para el ajuste, el cual se demora, por razones políticas, hasta el momento en que se hace inevitable, doloroso y, me temo, demasiado ortodoxo para nuestras sensibilidades de progre. Este error está relacionado con el anterior, del cual es consecuencia directa.

5) No perder de vista nunca cuáles son los teatros de operaciones vitales y cuáles los secundarios: la cuestión no es si la batalla contra Clarín estaba justificada o no, sino si estaba justificado que absorbiera la atención del gobierno a costa del manejo de los equilibrios macroeconómicos básicos, y la respuesta es un claro no.

6) Jubilar al consejo jauretchiano de pararse automáticamente en posición contraria a la del enemigo sin antes pensarlo dos veces: las advertencias de la oposición con respecto a la inflación, la destrucción del INDEC o la política ferroviaria estaban obviamente basadas en un interés partidario, pero eso no significaba que estuvieran erradas; más bien comprobamos todo lo contrario, y demasiado tarde. El consejo de Arturo Jauretche en sí no es malo, el problema es que darse cuenta de hasta dónde está justificado obedecerlo es todo un arte.

7) La corrupción desacredita especialmente a un proceso político progre: es cierto que la política no es un juego de niñas. Es cierto que la idea de que la corrupción en los países centrales no existe o, si existe, es invariablemente castigada, es producto de una ignorancia terminal. Es cierto que en la Historia argentina es difícil encontrar procesos políticos impolutos. Es cierto que la corrupción molesta especialmente sólo cuando la economía no anda bien. Todo esto es rigurosamente cierto, y en esta misma página se ha escrito mucho al respecto. Pero la corrupción golpea la credibilidad de un gobierno progre con mucha más fuerza que la credibilidad de un gobierno de derecha, por una cuestión de discurso. Si hay funcionarios acusados de corrupción, los encargados de dar explicaciones son ellos. Nunca más, chicas, muchachos, saquen la cara por la honestidad de alguien sin estar totamente seguros de ello. Y lo digo desde la mínima autoridad que da haber caído en millares de errores, pero nunca en ése.

 

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