BIG BOY RIDES AGAIN (1935)

Títulos en español:
- VUELTA DE BIG BOY, LA (Argentina)

Dirigida por:
Albert Herman
Protagonizada por:
Guinn Williams
Constance Bergen
Charles French
Lafe McKee
Victor Potel
Estudios: Beacon (Prod.-Distr.)
País: EE.UU.
Estreno: 5 de Enero de 1935
Duración: 54'
Género: Western

Reseña crítica:  Dueño de un físico formidable y un semblante que podía pasar tanto por tierno como bestial, Guinn “Big Boy” Williams fue uno de los grandes característicos de la pantalla. Experto caballista, ya a principios de la década del veinte tuvo su propia serie para un estudio pobretón. A fines de la etapa silente reveló un rico abanico expresivo y pasó a la posteridad como secundario simpaticón en westerns de Errol Flynn, Gary Cooper o John Wayne. Como simbólico contrapunto de esta inusual carrera, el mismo año que logró su más inquietante caracterización, como sicario inmisericorde en THE GLASS KEY (La llave de cristal-1935), también protagonizó una serie de baratijas para un estudio muy menor llamado Beacon Pictures, una de las cuales fue la rareza BIG BOY RIDES AGAIN.  
  El huraño y avaro John Duncan (Charles French) dictamina a su abogado (William Gould) las últimas cláusulas de su testamento, legando toda su fortuna a su distanciado hijo Tom (Guinn). Mientras el muchacho participa de un festival de doma de caballos con apuestas de por medio, asistimos al desfile de varios personajes sospechosos, como el cocinero chino (Louis Vincenot), un capataz propiamente apodado “Scarface” (Victor Potel) o su vecino Smiley (Lafe McKee), con quien tiene una violenta discusión. Durante la tormentosa noche, el anciano comienza a sufrir dolores cardíacos y antes que el budín del chino o su corazón lo manden a boot hill, un encapuchado penetra en su casa y lo remata de un balazo. En tanto, Tom se bate a castañazo limpio con un par de rufianes enviados a desanimar sus deseos por ir al rancho paterno. Lo que sigue es una típica noche de whodunit con el Big Boy investigando la ubicación de una importante suma de dinero que su padre, dado su desconfianza de los bancos, ocultaba en algún lugar del rancho y los demás personajes, puestos fuera de combate uno por uno por el misterioso asesino. En el último rollo, el héroe reparte su mano pesada entre el villano y sus secuaces, rescata a los amigos, encuentra la ubicación secreta y subterránea del dinero y, como si todo esto fuera poco, se queda con la única chica del elenco.  
  Para ello el realizador Albert Herman avala uno de los montajes más incongruentes de la década (basta chequear las secuencias en la mina, con todos los personajes yendo o viniendo frente al mismo y único escenario) y algunos inéditos pasos supuestamente cómicos (en la escena del saloon, Big Boy juega a los dardos y un lanzamiento fallido perfora el cráneo al barman, pero todo sigue como si nada). Hay que aclarar que Williams protagonizó al menos media docena más de estos envíos, sin que su carrera como característico se resienta. [Cinefania.com]
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