PISTOLERO DEL DIABLO, EL EXTRAÑO CASO MORGAN (1973)

Dirigida por:
Rubén Galindo
Protagonizada por:
Fernando Almada
Mario Almada
Carlos Cardán
Jorge Patiño
Elsa Cárdenas
Estudios: Filmadora Chapultepec (Prod.)
País: México
Estreno: 31 de Octubre de 1974
Duración: 78'
Género: Western

Reseña crítica:  Parece mentira que a Hollywood nunca se le ocurriera transcribir al western el opus inmortal de Goethe. Ni lerdos ni perezosos, los Galindo, al frente de la paradigmática Filmadora Chapultepec, aprovecharon la magnética presencia de los hermanos Almada y se despacharon con EL PISTOLERO DEL DIABLO, título injustificadamente ausente de los cánones y recopilaciones mefistofélicas.  
  Tras una pesadillesca introito, Joseph Morgan (Fernando Almada) despierta en un granero para retomar su habitual vida de borrachín, limpiando las escupideras del saloon de Nolan (Carlos Cardán) a cambio de un vaso de whisky. En los primeros rollos asistimos a una suma de humillaciones a la que lo someten los villanos del elenco, especialmente, los hermanos Preston (Hernando Name, Roberto ‘Flaco’ Guzmán y José Antonio Zubiaga) y el propio Nolan. Cuando Morgan intenta encaminar su vida, obtenemos un atisbo de su pasado. Con un ramo de flores suministrado por el lelo del pueblo, Tom (Jorge Patiño, también coguionista del film), Morgan le toca la puerta a su esposa Betty (Elsa Cárdenas), la modista del pueblo, a la que le pide una oportunidad de demostrarle que la ama. Al darse cuenta que está ebrio, ella le cierra la puerta y un flashback nos muestra como Morgan dispara accidentalmente a su hijo pequeño y esto ayuda a explicar su ruina y dependencia del alcohol. Tras más humillaciones, hay un incidente que es la gota que colma el vaso. En las afueras del pueblo, los Preston acorralan y violan a Betty. En estado grave, ni el sheriff (Marcelo Villamil) ni el médico (el gran Viruta), le permiten ver a su esposa así que, en un arrebato de desesperación, Morgan acude al infernal antro donde mora un tal Dr. Petroni (Mario Almada) junto a una arpía (Tamara Garina). El pacto se opera cuando el protagonista deguella un gato negro y bebe de sus entrañas (escena no apta para amantes de los felinos). A partir de ese momento será inmortal “hasta que un alma pura que habite en el cuerpo de alguno que jamás haya pecado troce el hilo de tu existencia”. Como resultado del pacto, Morgan no demuestra tanto invulnerabilidad sino una inédita agresividad que le permite vengarse de cada uno de sus enemigos pero también de sus novias, empleados o secuaces. Y sus métodos son el plato fuerte del film con descuartizamientos, estacamientos, fusilamientos, violaciones, degollamientos... algunos diegéticos y otros, los más truculentos, en pantalla.  
  Reservándose esta metódica masacre para el último cuarto de metraje, el film cobra un vigor efectista que contrasta con el auge narrativo de la primera parte. La previsibilidad del desenlace y el abuso del zoom en ciertas escenas pueden ser disculpados por las antológicas caracterizaciones de los Almada y la acertada puesta en escena de lo sobrenatural. Un weird western mexicano de una calidad integral, un ritmo, una desmesura y una violencia que tranquilamente rivaliza con sus contemporáneos italianos. [Cinefania.com]
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