FAMILIAR, EL (1972)

Dirigida por:
Octavio Getino
Protagonizada por:
Carlos Lagos
Noemí Manzano
Hugo Álvarez
Morena Lynch
Miguel Bruzze
Estudios: Terfilm (Prod.)
País: Argentina
Estreno: 9 de Octubre de 1975
Duración: 100'
Género: Fantasia

Reseña crítica:  El familiar es un mito del noroeste argentino, un perro o un viborón que devora carne humana, en especial, peones de campo o de ingenios azucareros. Es una criatura que lleva a cabo un pacto con el patrón de turno, que en vez de ofrendar su alma (o además de ello), ofrece a sus peones como prenda. A pesar de dar título al film, EL FAMILIAR menciona esta criatura de pasada ya que su tema es otro. No puede considerarse un weird gaucho legítimo pero tampoco podía faltar de esta selección.  
  Unos rótulos propios del cine mudo informan la leyenda del “Familiar”, representante de Zupay (el Diablo) y amenaza para el peonaje del norte. Una puesta en escena alucinante, con una ribera humeante, es escenario para el contrato. Un mefistófeles de estilizada figura y facciones perversas ofrece, sin diálogos, el pergamino en blanco en el cual, un patrón de saco y corbata estampa su firma con sangre. A partir de ese momento, una anciana venerable, encomienda a sus tres hijos que destruyan al Familiar. Una voz en off identifica a cada personaje como la Madre Tierra (Pacha Mama) y el árbol, la serpiente y el pájaro, los tres hermanos que, cada uno a su modo, con una idea diferente acerca del Familiar. Juan Tupac (la serpiente), asume la postura más radical y pretende atacar a la criatura sin mayor demora, bajo el temor que el enemigo “confundirá nuestras voces y pretenderá cambiar nuestro pasado”. Su hermano, Juan Atahualpa (el árbol), ha escuchado las historias de cómo el Familiar multiplicó las cosechas en otros lugares y desarrolló la industria y sugiere abrirle las puertas ya que “la sangre solo llamará la sangre”. En medio de ambas posturas, Juan Pampa inicia su recorrido, que incluye entreverarse con su propia sombra –personificada por una bailarina– y un hermano “blanqueado”, es decir, servil a una fuerza gobernante cuyo encargado de seguridad es “el capitán” (un Carlos Muñoz con anteojos ahumados que luego deviene en forense). El viaje, desde luego, será iniciático y permitirá a Juan Pampa darse cuenta de que el Familiar ya estaba dentro: “El Familiar está allá lejos, pero también está acá. ¿No escuchás como respira? Fue un viaje hacia fuera pero también es un viaje hacia adentro. Buscamos su refugio y siempre estuvimos en él”.  
  Lógicamente, para llegar a semejante revelación han de ocurrir varias muertes, un ataque terrorista de Juan Tupac, el propio Juan Pampa obligado a matar a un soldado, persecuciones y tiroteos con fuerzas de seguridad, el arresto de Juan Atahualpa por encubrir a su hermano, la aparición de un reemplazante que no inspira mucha confianza (Emilio Alfaro), un antro donde el Familiar se dedica a torturar y ejecutar prisioneros sin nombre y una morgue donde Carlos Muñoz disecciona cadáveres de otros pájaros (“palomas” precisamente, un término que tendría significación durante el Proceso): “Amo los pájaros, he sido educado para conocerlos, respetarlos o destruirlos. Pero soy inflexible con quienes se disfrazan de pájaros incapaces de volar. No son pájaros. Apenas sombras de algunas exóticas aves”.  
  El realizador plantea un film experimental. En su afán, consigue algunas imágenes y cuadros de belleza estética bajo un concepto simbólico que nos recuerda el cine de Alejandro Jodorowsky. Pero mientras el chileno ciudadano del mundo retrata cuestiones espirituales y universales, Getino vuelca las propias de la política argentina y, por extensión, latinoamericana que eran tema de conversación en los fragorosos setentas. Al no asumir ningún rol pedagógico o propagandístico (a diferencia de producciones previas), el film puede funcionar como espejo donde cada espectador interesado y con algo de sensibilidad pueda establecer sus propias interpretaciones y, fundamentalmente, arribar a opiniones y puntos de vista que enriquezcan la cuestión. Sin embargo, en su momento, concitó impresiones encontradas. Una bomba, trágico método de llamar la atención y manifestar discrepancia, dictaminó el levantamiento del film luego de una semana en cartel y el posterior exilio de Getino. Es que no eran épocas para buscar opiniones enriquecedoras. [Cinefania.com]
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