LAW OF THE LASH (1947)

Dirigida por:
Ray Taylor
Protagonizada por:
Al Lash LaRue
Al St. John
Lee Roberts
Mary Scott
Jack O'Shea
Estudios: PRC (Prod.-Distr.)
País: EE.UU.
Estreno: 28 de Febrero de 1947
Duración: 53'
Género: Western

Reseña crítica:  El “rey del látigo”, Al “Lash” LaRue, fue uno de los pocos actores que interpretaron protagónicos con sus propios nombres en incontables films de clase B (otros fueron Gene Autry, Roy Rogers, los Tres Chiflados, Johnny Weissmuller, Allan Rocky Lane, etc.). El origen de su apodo (que se convertiría en su segunda arma luego de la Colt .45) proviene de su entrevista con el realizador Robert Emmet Tansey, que necesitaba cubrir un rol en SONG OF OLD WYOMING (1945), que sería el primer western en Cinecolor de la serie de Eddie Dean para PRC. Cuando el realizador consultó al postulante si podía manejar el látigo (el personaje requería tal habilidad), LaRue se exageró un poco para encubrir la desesperada necesidad por conseguir el rol: “prácticamente vengo manejando el látigo desde que era un niño” dijo sin que le temblara la voz, a pesar que jamás había tocado uno. Durante el secreto aprendizaje, LaRue se tajeó todo el cuerpo lanzando estocadas al aire. Pero no las mencionó en pos de completar su actuación para el film. Una vez estrenada la película, el balance fue tan satisfactorio que Tansey ofreció triplicar el sueldo a LaRue para que intervenga en tres películas más junto a su látigo. Ahí el actor reveló que su afirmación había sido una mentirilla para obtener el papel y mostró al realizador las cicatrices de su torso, provocando la inmediata carcajada de Tansey. “Decía que fue la cosa más graciosa del mundo”, recordaba LaRue en una convención en el año 1981. A partir de ese momento el estudio le contrató un instructor de látigo del que LaRue se hizo meritorio alumno. Y LAW OF THE LASH, primer film de la serie, llama nuestra atención debido a una ligera y retorcida tortura psicológica de sometimiento que los héroes infringen a un villano.  
  En este caso, Lash es Cheyenne Davis, un marshal encubierto que pretende capturar una pandilla de ladrones de diligencias liderada por Jack O’Shea (gordinflón y con bigote, Jack O’Shea es un doble más joven de Charles King, que en este film interpreta al sheriff del pueblo ¡menudo trueque de cásting hacerlo pasar a King del lado de la justicia!) Uno de los secuaces, Lefty (Lee Roberts, en una sólida actuación), tiene un enfrentamiento personal con Cheyenne. Primero traba combate a puñetazos en una tienda de ramos generales atendida por John Elliott y su hija, Mary Scott. Lefty es vencido y debe devolver las municiones que quería llevarse sin pagar. Resentido, se propone acabar con la vida de Cheyenne, contra quien dispara con un rifle desde una colina. El atentado es frustrado por el ladero de Cheyenne, el eterno Fuzzy (Al St. John, el comediante que era un show en si mismo). Cheyenne persigue y acorrala a Lefty, a quien captura con el látigo, conduciéndolo a una cabaña en el medio de la pradera y manteniéndolo vigilado por Fuzzy. Como estratagema, Cheyenne suelta al caballo de Lefty, que naturalmente, regresa al pueblo donde están los villanos, provocando dudas y sospechas. Tras tenerlo un tiempo indefinido en el interior de la cabaña, Cheyenne libera a su prisionero, que regresa caminando solo y escuchando voces tortuosas. Hay un curioso subtexto de sometimiento: vencido con los puños, las balas y el látigo, Lefty es capturado pero no se lo interroga, no se lo tortura, no se lo maniata. Simplemente se lo tiene encerrado y ambos héroes, Cheyenne y Fuzzy, se turnan para quedarse con él como si fueran mayores que cuidan a sus hijos, incluso dándole la espalda, solo haciendo acto de presencia. Lefty camina de un lado a otro como un animal enjaulado, nervioso y como al borde de un ataque de ansiedad. En un momento de ansiedad arroja una taza a un reloj de pared que marca el constante paso del tiempo. Por su parte, Fuzzy adquiere inéditos ademanes amenazadores, como un adulto que quisiera amendrentar a un niño. Más tarde, Cheyenne libera al cautivo que, al regresar con su banda, genera sospechas y resquemores, siendo abusado por su jefe. El resto será el enfrentamiento entre Lash y los villanos, a los que captura en un saloon, entregándolos al citado sheriff.  
  ¿Qué lectura se puede hacer de esta extraña secuencia de suplicio psicológico? Desde luego, visto como un western clase B sin mayores aspiraciones, con las consabidas persecuciones, tiroteos y bien montadas peleas a trompadas, nada puede extraerse que no conduzca al entretenimiento pasatista. Pero apreciándolo no en su contexto western sino en la época del apogeo del psicoanálisis en el thriller y el film noir de Hollywood, ahí sí tendremos un interesante tema de debate post función. [Cinefania.com]
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