Historia, Filosofía y Libros
 
El Desquite Del Salvaje (por Giovanni Papini)

 

A continuación presentamos un fragmento de "El Libro Negro" (Il Libro Nero - [1952] - Editorial Mundo Moderno) de Giovanni Papini.

El Libro Negro es una colección de relatos sacados del diario de un millonario, Mister Gog, dedicado a viajar por el mundo entrevistando todo tipo de gente, siendo partícipe de extraños eventos y coleccionando manuscritos originales, que no han visto la luz, de famosos personajes..

El siguiente fragmento detalla el encuentro de Gog con un polinesio que discurrió sobre las presuntas diferencias entre civilización y "salvajismo", entendiéndose por esto último la conducta de los indígenas que aún pueblan nuestro planeta.

 

EL DESQUITE DEL SALVAJE

Apia (archipiélago de Samoa), 4 de octubre

    El recuerdo más hermoso que me llevaré de estas islas es la conversación tenida pocos días hace con un viejo polinesio, con quien hablé en la glorieta de un pastor metodista de quien yo era huésped.
   El viejo, que posee los mejores rasgos de su raza y un rostro abierto e inteligente, según me ha dicho el pastor, es un convertido al Cristianismo y ha viajado por Europa y América. Se llama Wukaawa, cuenta unos setenta años de edad y habla con facilidad en muy buen inglés.
   Se discurría acerca de la civilización anglosajona, de sus conquistas y de sus culpas, y entre otras cosas se habló de la destrucción casi completa de las razas juzgadas "inferiores","primitivas", por los cristianos burgueses de Londres y de Nueva York. Me dijo Wukaawa:
   -La forma de ceguera más grave de aquellos señores, es la que les induce a considerarse "civilizados" al parangonarse con nosotros "salvajes". Si conocieran un poco mejor nuestra vida y la historia de sus pueblos, constatarían con estupor, vergüenza y remordimiento, que esa distinción tan útil a sus intereses y tan favorecedora de su orgullo, en realidad no existe. Los "civilizados" son todavía "salvajes", o si le place más así, los llamados "salvajes" se parecen en los aspectos más comunes de la vida a los pretendidos "civilizados". Bastarán unos pocos hechos para probarle que no soy un malabarista de paradojas sino un honrado observador de lo que sucede en el mundo.
   "Comencemos por uno de los hechos fundamentales de la historia humana: la guerra. La guerra que hacen las tribus salvajes con finalidades de rapiña, se halla tal cual, cambiando sólo las proporciones, en todos los pueblos "civilizados", que asaltan a otras naciones para apropiarse de territorios, ciudades, riquezas y otras presas.
   "Se ha reprochado a los salvajes por hacer guerra improvisamente, de sorpresa, Sin razones ni declaraciones. Pero, lo mismo ha sucedido en la última guerra mundial, por todas partes y por obra de los civilizados, quienes procediendo como los primitivos, han dado muerte a los prisioneros vivos o los han reducido a la esclavitud.
   "Hoy en día, en todos los países "progresistas" se tiende en formas diversas, pacíficas o violentas, a establecer la comunidad de bienes, con los nombres de socialisnmo o comunismo. Pero se olvida que en las antiguas tribus salvajes la propiedad privada era desconocida; todo, absolutamente todo, pertenmecía al clan, o sea a la comunidad.
   "Los pueblos civilizados se jactan de que, al cabo de luchas seculares, han llegado a la democracia. Pero, en todas las sociedades salvajes primitivas el gobierno era ejercido por un consejo de ancianos, el que debía rendir cuenta de su actuación ante una asamblea de adultos.
   "Se afirma que los salvajes no tienen conocimientos fuera de la magia, y es verdad, pero Sir James Frazer ha demostrado las profundas afinidades que median entre la ciencia y la magia: ambas se proponen poner al servicio del hombre las fuerzas de la naturaleza actuando sobre la esencia universal de las cosas, llamada por nosotros mana y por vosotros materia oenergía. Además, si quisiera hacer alusión a nuestros magos, bastará recordar que todas las grandes ciudades del Occidente e incluso en nuestros días, están llenas de magos y magas, de profetas y ocultistas, de hechiceros y nigromantes, y que todos ellos hacen óptimos negocios. Hasta el mismo Hitler se hacía aconsejar, en sus decisiones de guerra o de paz, por especialistas en ciencias ocultas.
   "Además, se dice que muy frecuentemente la religión de los salvajes se reducía al culto de los muertos. Lo mismo acontece hoy en las naciones que se jactan de ser las más inteligentes y positivas. Las religiones reveladas son reducidas cada vez más a un residuo de símbolos y prácticas exteriores, sin un verdadero contenido de fe viva, mientras que el culto de los muertos es vivísimo incluso entre los ateos y los indiferentes. Bastará citar la adoración de la momia de Lenin, en Moscú, para probar que el culto de los difuntos y de sus reliquias es re úniico que ha sobrevivido a las negaciones del escepticismo y del materialismo.
   "Las diversiones que prefieren las plebes pobres o ricas de los países civilizados, o sea el abuso de líquidos fermentados, las danzas frenéticas, las fiestas de máscaras, las músicas ruidosas y bestiales, son las mismas que se usan entre los salvajes.
   "En cuanto a la promiscuidad sexual que a veces es reprochada a los primitivos, y casi siempre erróneamente, será mejor que no insistamos. La difusión del adulterio, la multiplicación de todas las formas de prostitución, la creciente fortuna de los invertidos y los pervertidos, son hechos reveladores de que la corrupción sexual de los civilizados supera con mucho a la de los salvajes.
   "Los salvajes andan desnudos, muchas veces por exigencias del clima o por pobreza. Pero, basta visitar vuestras playas durante las temporadas veraniegas, basta asistir a las exhibiciones de criaturas semidesnudas en los teatros y estadios, aproximarse a las colonias nudistas que florecen en los países nórdicos, para constatar que los civilizados, también en esto, se parecen cada vez más a los escandalosos salvajes.
   "Finalmente, hasta la originalidad de los tocados femeninos mancomuna a la perfección en la inconsciencia del ridículo, a los ricos civilizados y a los pobres salvajes. Algunas señoras de París o de Nueva York nos parecen extravagantes y cómicas a nosotros los salvajes, de igual modo que parecerían tales a los viajeros europeos las mujeres de Nigeria o las indígenas de Tasmania.
   "Y hasta los tatuajes de los polinesios est;an de moda entre los delincuentes de Italia y de Francia, entre las mujeres de negocios turbios y los dandies de Inglaterrra y de los Estados Unidos.
   "Así pues, querría saber cuáles son las diferencias esenciales y sustanciales entre los llamados civilizados y los salvajes. Las formas exteriores, los enmascaramiento, los atuendos y las denominaciones del salvajismo civilizado, son en gran parte diversos -y digamos también que son más hipócritas y mortíferos-, pero la estructura íntima de su existencia, los gustos, los hábitos y los mitos, son por doquiera casi los mismos. El "civilizado" que desprecia al "primitivo", escarnece a su sosías, se condena a sí mismo".
   El inteligente polinesio no habló más, pero ni yo ni el pastor metodista fuimos capaces de decir algo para contradecir los irrefutables hechos puntualizados por Wukaawa.

 

Ultima actualización: 16-Mar-2008