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OVNIS: ¿CIENCIA, CREENCIA, SEUDOCIENCIA?
En las últimas cinco décadas
se han registrado en los cielos del planeta algunos episodios que, hasta el
momento, carecen
de explicación. Dichas observaciones, literalmente hablando, corresponden a
objetos voladores no identificados, lo que no significa que sean naves que
provienen de otros planetas, o de extrañas locaciones de nuestro planeta (como
Y allí empiezan los problemas.
Desde el punto de vista del método científico, casi todas las teorías acerca
del fenómeno de los Objetos Voladores No Identificados (ovnis, de aquí en adelante)
tienen un defecto insalvable: no pueden ser
puestas a prueba, o dicho de otro modo, nunca existe la posibilidad de que una
observación o un experimento demuestre si son verdaderas o falsas; de hecho,
más que teorías, son creencias propias de sectas. El mejor ejemplo que
conozco es la declaración de algunos defensores del excéntrico norteamericano
de origen polaco George Adamski, cuando se supo que la cara oculta de
Si alguien quisiera probar (en
un sentido científico y no meramente declamativo) que los ovnis provienen del fantasmagórico interior
hueco de la Tierra, debería, por ejemplo, explicar porqué las ondas
sísmicas se propagan por el planeta como si éste fuera sólido, u ofrecer una
explicación alternativa al movimiento de las placas tectónicas de la superficie
terrestre, o demostrar que las propiedades gravitatorias de un planeta hueco no
se dan de
bruces con las leyes de Newton. ¿Que en ninguna de las fotografías
satelitales de
Ya nos ocupamos, en otra nota, de las inverosímiles afirmaciones de cierto vago esoterismo nazi, que afirma que Hitler se retiró a secretas bases en la Antártida, y que los ovnis son parte del dispositivo de defensa de la sucursal Polo Sur del Tercer Reich, por no hablar de sus líneas de comunicación con sus bases lunares. También nos ocupamos de las extravagantes (pero no por ello menos atractivas) teorías acerca de expediciones a Marte enviadas por el Tercer Reich y sus aliados nipones, por los Estados Unidos y la Unión Soviética, y por un grupo de sabios católicos escondidos en las selvas sudamericanas que, si no fuera por el apoyo del Vaticano, serían un perfecto ejemplo de esas misteriosas organizaciones secretas a las que se enfrenta 007 en muchas de sus películas. Quienes creen a pies juntillas en estas ideas no sólo carecen de espíritu crítico, que ya sería suficientemente grave, sino que carecen totalmente de sentido del humor: sólo alguien incapaz de reírse de sí mismo puede creer seriamente que Hitler abandonó un imperio en ruinas, pero un imperio al fin, para retirarse pacíficamente a cultivar gardenias hidropónicas y escuchar a Wagner bajo los hielos antárticos.
“Las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”,
decía el filósofo escocés David Hume hace unos doscientos y pico de años: no
alcanza con afirmar alegremente que los venusinos, o los marcianos, o los
atlantes, o los habitantes de la Anti-Tierra o
Tal vez algún día se registre un caso de una observación que no admita otra explicación que la de la aparición de un objeto volador de una tecnología insólitamente avanzada. (Tal vez esa aparición ya se produjo, pero aún no ha sido reconocida como tal). Ello no implicará necesariamente que estamos siendo visitados por seres de otro planeta: yo primero descartaría la posibilidad muy cierta de que se trate de un prototipo militar de índole secreta, como sugiriera no hace mucho el siempre inteligente Pablo Capanna. Recién entonces consideraría la posibilidad de que se tratase de un artefacto proveniente de otro planeta, que es, de todas las explicaciones alternativas al discurso científico predominante, la más simple de todas: la de visitantes de otras dimensiones requiere primero explicar qué demonios puede significar eso, la de habitantes de un mundo intraterreno requiere poner de cabeza la mayor parte del conocimiento científico actual.
Para el final dejo una llamativa
teoría sobre la estructura social y propósito de los visitantes
extraterrestres, recogida por Sergio Kiernan y formulada hacia 1962 por un
argentino hijo de inmigrantes italianos, Homero Rómulo Critalli Frasnelli,
conocido por su seudónimo de J. Posadas. Era éste un dirigente sindical de los
empleados de la industria del calzado, y de cuyo trotskismo pueden dar cuenta
tanto su predisposición a participar de cismas (el de 1940 que creó
Posadas escribió sobre educación, niños, ¡perros! y ¡ovnis! Su razonamiento: si los extraterrestres tienen una tecnología superior, es porque tienen una civilización superior, y si tienen una civilización superior, necesariamente tienen que ser socialistas…. Es decir, los extraterrestres se encuentran en una etapa social superior en la que, merced al socialismo, no existe la lucha de clases, lo que explicaría, según Posadas, la razón del silencio de muchos gobiernos frente al fenómeno. ¡Algo así como “qué lindo que va a ser / el cosmos socialista / sin un solo burgués” de los “peronautas” del imposible personaje Diego Capusotto, Bombita Rodríguez, protagonista de “Montoneros contra los Burócratas Sindicales del Espacio” y su “peronismo galáctico”! Pero ¡en serio!
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