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IMPROVISACIONES SOBRE DOS CLASICOS

Por citar un solo caso, Federico Fellini entraba a Cinecittà con una somera idea de cómo empezar a filmar una película y después dejaba que la obra fluyera sola. Ese no es el estilo de Hollywood, que usualmente mezquina hasta el último centavo en cualquier experiencia que implique asumir riesgos - para después derrochar a lo grande en éxitos que quiere creer seguros... Pero dos de sus mayores gemas se deben a grandes dosis de azar e improvisación. [Publicado originalmente en febrero de 2004 en Televicio Webzine].

Dos de las mejores películas de la época clásica de Hollywood son, sin dudas, Casablanca (Michael Curtiz, 1942) y Sunset Boulevard o, como se la conoció en Argentina, El ocaso de una diva, o como se llamó en España, El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950). (El título en inglés es infinitamente más rico: Sunset Boulevard es la avenida donde está la mansión en la que transcurre buena parte de la acción, pero también significa "Bulevar del ocaso"). Ambos excelentes filmes comparten algunas características: en primer lugar, sus guiones fueron en buena medida improvisados sobre la marcha (en el caso de Sunset Boulevard, algo del todo ajeno a los hábitos de su director y coguionista). En segundo lugar, y pese a que hoy pueda resultar increíble, sus elencos no tuvieron nada de inevitables, y en algunos casos hubo mucho de casualidad en la asignación de papeles. Y ambos finales son bastante amargos, por cierto.

LOS GUIONES

Casablanca está muy libremente basada en una floja obra teatral, Everybody comes to Rick's, que por fortuna fue muy modificada por un pelotón de guionistas: Howard Koch (responsable de los segmentos más dramáticos y con mayor tinte político), los hermanos Julius y Philip Epstein (autores de la mayoría de los diálogos, uno de los puntos altos del filme) y alguien que colaboró sin aparecer en los créditos, Casey Robinson (responsable del flashback ambientado en París y, apenitas, el inventor de los personajes de Sam e Ilsa). Además varias frases fueron aportadas por los actores en los ensayos, y la brillante línea final ("Louie, creo que éste es el comienzo de una maravillosa amistad") es una idea de último momento del productor Hal B. Wallis.

El rodaje comenzó con apenas medio guión listo, y los Epstein se comprometieron a terminarlo y enviarlo por correo (estaban filmando Prelude to war con Frank Capra). Más de una vez se tuvo que interrumpir la filmación porque los Epstein venían demorados, para desesperación de Curtiz y malhumor de casi todos, empezando por Humphrey Bogart, que se la pasaba encerrado en su camarín. Se dice que Ingrid Bergman fue a preguntarle al director de quién debía mostrarse más enamorada, y Curtiz, que no sabía bien cómo iba a hacer para llegar al final, le dijo "de los dos". (De hecho, Ilsa sólo besa en la boca a Rick, y a Viktor - ¡su marido! - apenas le da un casto beso en la mejilla). Una curiosidad: Viktor Laszlo (Paul Henreid) se queda con la chica porque así lo garantizaba el contrato del actor.

Se dice que los Epstein estaban yendo al estudio en coche, todavía sin saber cómo llegar al final, y entonces les surgió de la nada la célebre frase "¡Reúnan a los sospechosos de siempre!" con que se resuelve magistralmente la escena del aeropuerto. Uno sospecha que era la única manera de hacerlo.

En lo que hace a Sunset Boulevard, los coguionistas Wilder y Charles Brackett (con los que colaboró D. M. Marshman Jr.) también tuvieron que completar el guión a medida que lo rodaban y, en un momento, hubo que parar la filmación para terminarlo.

Las escenas iniciales fueron las últimas realizadas, y con bastante apuro, dado que el comienzo pensado en un principio no funcionó bien con la gente a la que se mostró Sunset... en una preview: Wilder (que estaba encantado con la escena, y que la cambió muy a su pesar) había filmado un diálogo entre cuerpos en una morgue, en el que cada cadáver contaba la historia de su muerte, y eso daba paso a la historia del final del guionista Joe Gillis.

LOS ELENCOS

En Casablanca Rick Blaine pudo ser ¡Ronald Reagan! aunque eso no pasó de un primer esbozo del casting. Y el papel de Sam (Dooley Wilson) era femenino en los primeros borradores, y se había pensado en la gran cantante Ella Fitzgerald. Ilsa, en vez de Ingrid Bergman, podría haber sido Olivia De Havilland, Ann Sheridan o Hedy Lamarr.

Para una historia de exiliados europeos varados en Marruecos, puede decirse que la procedencia del elenco resulta bastante consecuente: Paul Henreid nació en el Tirol antes austríaco y hoy italiano, Peter Lorre en lo que ahora es Eslovaquia y entonces era Hungría, Ingrid Bergman en Suecia, Marcel Dalio en Francia, Conrad Veidt en Alemania, Claude Rains en Gran Bretaña... Por cierto: Curtiz había nacido en Budapest, Hungría.

Más raro es lo que pasó con Sunset.... El papel del guionista Joe Gillis era originalmente para Montgomery Clift, pero éste renunció unas pocas semanas antes de comenzar a rodar porque en ese momento su vida privada se parecía demasiado a la de Gillis y temía las repercusiones, hoy diríamos, "mediáticas": (estaba en pareja con una mujer mucho mayor que él... Fred MacMurray fue la segunda elección, y rechazó el papel. Holden fue sólo la tercera opción.

Y para el rol de Norma Desmond, la diva tan encerrada en su mansión como en el sueño de un estrellato ya marchito, se pensó en glorias de la era anterior al cine sonoro como Pola Negri, Mae West y Mary Pickford. La West dijo que era "demasiado joven para hacer de estrella del cine mudo", y la Pickford pidió demasiado control sobre el guión como para que Wilder y Brackett la aceptaran. Gloria Swanson, que llevaba casi una década sin rodar, fue una gran sugerencia de George Cukor.

En algo más se parecen ambos elencos: los actores y actrices que desempeñan los roles secundarios brillan como pocas veces se ve. En Casablanca, Claude Rains hace de uno de los corruptos más encantadores de la historia del cine, y además están Peter Lorre, Conrad Veidt, Sydney Greenstreet... En Sunset Boulevard, Erich Von Stroheim es un perfecto Max Von Mayerling, el director de sus primeros filmes y primer esposo de la Desmond, que para permanecer cerca de la estrella condesciende a servirle de mayordomo y chofer: uno de los amores desdichados más terribles que se hayan visto en la pantalla grande. (Dicho sea de paso: en un momento Gillis y Norma ven una película de la estrella: es Queen Kelly, filme mudo de 1929, donde Gloria Swanson fue dirigida por... Erich Von Stroheim). Y por si fuera poco, en pequeños papeles, y haciendo de sí mismos, apenas Cecil B. De Mille o Buster Keaton.

EL FINAL

Casablanca termina con un triángulo amoroso resuelto de una manera en la que ninguno de los tres vértices se siente pleno. Viktor se lleva a la chica pero sabe que ella está enamorada del otro, Ilsa logra que su marido salga vivo y pueda continuar la lucha pero pierde al amor de su vida, y Rick... Uno no sabe si siente de verdad haber perdido a la mujer amada y sólo aparenta que eso no lo afectó, o si agradece que la partida de Ilsa le permita volver a su cómodo nihilismo alcohólico. (Depende de cómo interpretemos el que, tras la partida del avión, diga una frase como "Louie, creo...").

En Sunset..., Gillis siempre había anhelado tener una piscina y termina muerto en una de ellas. Norma Desmond tiene por fin su anhelada gran escena de la despedida de la diva, sólo que aquí se despide de los últimos restos de su cordura ante las cámaras de los cronistas de casos policiales y marcha hacia la cárcel, o más probablemente, al hospicio y a la muerte. Y Max dirige la filmación de la última gran escena de la estrella que fue la obsesión de su vida.

CONCLUSIÓN

En realidad, no sé si hay alguna. El modo en que se hicieron Casablanca o Sunset... no garantiza que siempre produzca obras geniales, más bien lo contrario. Esto despierta la sospecha de que, contra lo que uno quisiera creer, no hay nada de inevitable en la creación de una gran obra. Tal vez alguna de esas películas podría haber resultado un intento fallido y hoy sería sólo una curiosidad, una mancha en la carrera de Wilder o Bogart, o la oportunidad perdida de Gloria Swanson de recuperar aunque fuera por un tiempo su gloria pasada. El mundo sería así un poco más pobre y más feo. En cierto sentido, ambas películas son una prueba de que los milagros existen, y que estamos rodeados de ellos y no sabemos verlos.

Quizá por azar, esta nota termina aquí.

 

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