Reseña crítica: El galán de las matines eternas Wylie Thornton (Paul Cavanagh, uno de los grandes bigotitos de la década) es, fuera de escena, coleccionista compulsivo de amantes. Entre su esposa, actrices de su compañía y dulces herederas, Thornton se convierte candidato perfecto para un crimen por despecho. Una tarde, durante un festejo, apagan las luces para que el tespiano sople las velas. Se oye una detonación y cuando vuelven a prender las luces, Thornton ha caído frito de un balazo. Los sospechosos además de Geraldine, simpática chimpancé mascota del teatro ("simpática" para todos, menos para el tramoyista Syd Saylor, encargado de alimentarla), incluyen a la tiránica esposa de Wylie (Natalie Moorhead), a su primera amante Anice (Marion Shilling), la hermana de esta, Lola (Dorothy MacKaill), y la heredera y aspirante a actriz Doris Manning (Ruthelma Stevens). Pero también al padre de Doris (Hale Hamilton) y al maduro prometido de Doris (Jack Mulhall). El irascible inspector a cargo, dtve. Gallagher (Sam Hardy), realiza sus pesquisas e interrogatorios pero no da en la tecla así que se sienta a oir lo que tienen para decir un reportero amigo (Russell Hopton) y, especialmente, el viejo pero analítico dtve. Jim Hanvey (C. Aubrey Smith, encarnando con su típica convicción al personaje de Octavus Roy Cohen). Mientras el periódico se pregunta "¿Disparó el simio al actor?", hay más incidentes: la viuda del actor intenta suicidarse y alguien asesina al cuidador de la inquieta primate; es hora que el veterano Hanvey establezca la responsabilidad de cada cual… La familiar presencia de Sir C. - diferente a sus habituales roles aristocráticos aunque no menos paternal ni bondadoso - así como las ocurrencias del dilentante primate son algo de lo poco que nos ofrece el veterano de la pantalla silente E. Mason Hopper, además de algunas cortinillas entre escena y escena y una resoluci??n que se adelanta al nihilismo de las últimas décadas del siglo, cuando el detective, tomando partido por la persona culpable, reparte justicia como dicta su conciencia. A pesar que Sir Aubrey rezuma britanidad por cada uno de sus poros compone un Hanvey, que es quintaesencia del norteamericano medio, con naturalidad y credibilidad. El personaje pareció ser accesible para estudios de Poverty Row, ya que Republic lo relanzaría un lustro más tarde en JIM HANVEY, DETECTIVE (La Pista Invisible-1937), reemplazando al flemático inglés con el redondito Guy Kibbee. [Cinefania.com]
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